jueves, 31 de diciembre de 2009

FELIZ NAVIDAD

El Departamento de Filosofía os desea Felices Vacaciones y un venturoso Año Nuevo, cargado de regalos y de buenas notas.
Amelia

lunes, 23 de noviembre de 2009

Tipos de juicio


Quine ha probado que la diferencia entre “enunciados analíticos” y “enunciados sintéticos” es una diferencia de grado. No es posible señalar un corte claro entre ellos. Los enunciados analíticos son aquellos cuya verdad estamos menos dispuestos a revisar puesto que al ocupar en el todo de la ciencia un lugar cercano al centro son menos afectados por las comprobaciones empíricas y la evidencia sensible.
Por consiguiente no se pueden entender los juicios lógicos como absolutamente independientes de las ciencias empíricas (concepción paratáctica de la lógica, opuesta a la concepción horística). La diferencia entre la lógica y las ciencias naturales sería una diferencia de grado.
“En principio, la lógica está tan expuesta a revisión como la mecánica cuántica o la teoría de la relatividad. Tanto cuando se hace lógica cuanto cuando se hace física, el objetivo es siempre el mismo: obtener –dicho con palabras de Newton- un sistema del mundo lo más liso y lo más sencillo que sea posible y que encaje limpiamente por sus bordes con las observaciones”

W.O. Quine. Filosofía de la lógica, Alianza, Madrid, 1977, pg. 80, trad. M. Sacristán.

lunes, 9 de noviembre de 2009

TEORÍAS EVOLUTIVAS

Como ya os adelanté, han colgado en la página web del Instituto, dentro del Departamento de Filosofía, dos enlaces que os remitirán a las dos partes de las presentaciones que he confecionado para que ampliéis vuestra información sobre el complejo proceso que desencadenó el desarrollo de las Teorías evolutivas que hoy nos explican cómo hemos llegado a ser lo que somos en la Tierra. Es verdad que por sí solas estas teorías no dan una explicación del todo satisfactoria de quiénes somos, la cuestión del sentido habremos de tratarla durante todo el curso y tendremos que aplicarnos para llegar a aclarar las innumerables lagunas que tenéis al respecto (aunque no os las hayáis planteado nunca de forma explícta, están ahí).
Sin embargo, esta aproximación al carácter natural-dependiente del ser humano y la historia del proceso de hominización que vosotros preparáis para las próximas semanas, nos alertarán sobre qué posición tan ínfima mantenemos en el Cosmos, meros instrumentos de propagación de genes, como decía R. Dawkins en el artículo que comentamos en clase.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Genios y temperamentos

“Genio y figura hasta la sepultura”, dice el pueblo. Hace siglos que se relaciona el modo de ser por naturaleza de una persona con su tipo físico (su biotipo). En efecto, las personas gorditas (pícnicos, endomorfos) tienden a moverse con fluidez, sienten gusto por la comodidad, son de reacciones lentas, pero normalmente estables y amables...; los atléticos (somatotónicos, mesomorfos) necesitan ejercicio y suelen ser activos y alborotadores, maduran prematuramente y se dispersan con facilidad, siendo amigos del riesgo y el poder, con tendencias agresivas...; los delgados (leptosomáticos, ectomorfos), de extremidades largas, se muestran nerviosos e hipersensibles y son propensos a inhibir sus sentimientos y a desarrollar costumbres minuciosas…



H. J. Eysenk ha actualizado la vieja división de los temperamentos de Galeno: Melancólico, Flemático, Sanguíneo y Colérico, describiendo cada temperamento por dos dimensiones de la personalidad, de entre cuatro: estabilidad/ inestabilidad; introversión/ extraversión:




En la siguiente tabla (en portugués, pero fácil de interpretar) se pueden ver las disposiciones positivas y negativas, cualidades y defectos que podemos atribuir a los cuatro temperamentos básicos:

martes, 20 de octubre de 2009

NATURALEZA Y CULTURA: EL ORIGEN DEL SER HUMANO

¿Cuál es la primera pregunta que trata de contestar la Filosofía? Según hemos introducido parece ser que es la cuestión del origen y del sentido del Cosmos la que da inicio al pensar racional o Logos. Frente al mundo azaroso de los Mitos, el ser humano necesitaba (y sigue necesitando) aportar seguridad a su mundo, encontrar una explicación permanente de los cambios que observaba. Pero de nada nos serviría fijar ese origen del Cosmos si primero no nos situamos a nosotros mismos dentro del engranaje que vamos a desentrañar. Hemos de comenzar, pues, la tarea filosófica por situar nuestro origen.
La especial constitución del ser humano, según recogían ya los Mitos (recordemos el Protágoras platónico), revela que no somos en nada parecidos al resto de seres vivos. Nuestro componente biológico-natural está reducido a la mínima expresión, por ello algunos autores han negado tal presencia en el caso humano: “el hombre no tiene naturaleza, sino sólo historia” (diría nuestro compatriota Ortega y Gasset).
¿Es eso así? ¿En qué consiste la NATURALEZA HUMANA?
Lo Natural suele presentarse como lo espontáneo, lo instintivo, lo que no es fruto de deliberación ni de artificio. Pero si pensamos qué podríamos hacer los seres humanos con semejante dotación, le tendríamos que dar la razón a Prometeo y tendríamos que jugarnos la vida para conseguir suplir nuestras carencias dentro del mundo animal. Todo lo que nos hace sobrevivir y además con un rotundo éxito frente al resto de habilidades animales o vegetales, es la creación y el desarrollo de la cultura.
Deberíamos admitir, y así lo hace la Antropología, que somos un animal cultural.
Sin embargo, no siempre se ha considerado esta caracterización como aceptable. Las razones han sido muchas, pero citemos algunas de ellas:
1. el ejercicio de la voluntad exige la necesidad de encontrar sentido a las acciones que vamos a desarrollar y la búsqueda de sentido no puede caer del lado de lo natural, que ya hemos dicho que es arbitrario y que impediría el acuerdo para encontrar Reglas y Valores que dirijan el obrar humano. La naturaleza se opone a la cultura.
2. si nos pretendemos libres, también hemos de vencer el lado natural, instintivo e irreflexivo, que nos haría dependientes de las Leyes de la naturaleza y que impediría la novedad en las respuestas que ofreciésemos a los cambios del medio. La naturaleza se opone a la cultura.
El desarrollo de la Antropología, hace un par de siglos, permitió enlazar estos dos opuestos aparentes y definirnos como animal cultural y todo gracias al estudio de la Evolución del ser humano.
Los seres humanos somos miembros de una especie biológica cuya constitución culmina en la aparición de la Cultura. La evolución del ser humano se hace en un doble sentido: de una parte, hay un proceso evolutivo que conduce hasta la especie biológica humana; de otra, hay un proceso de desarrollo cultural, que es el que nos permite regular de un modo más satisfactorio que el resto de animales nuestras relaciones con el medio físico.
Pues bien, llamaremos * Proceso de Hominización* al conjunto de transformaciones de carácter anatómico y fisiológico que se han ido incorporando al patrimonio genético de la especie humana y que va desde el primer antropoide hasta la parición del Homo Sapiens Sapiens.
Llamaremos * Proceso de Humanización* al conjunto de transformaciones que afectan a nuestra capacidad de relacionarnos con el medio (mediante la invención-fabricación de útiles), con otros humanos (nos desarrollamos socialmente) y que tiene en la capacidad de comunicarnos su principal elemento.
Lo llamativo de estos dos procesos es que se dan de forma paralela y su influencia es recíproca: no hay un avance anatómico o fisiológico que no tenga repercusiones comportamentales y, por lo tanto de desarrollo cultural, y no hay avance cultural que no signifique una adaptación anatómica o fisiológica en la cadena evolutiva de los homínidos (una cerebración mayor hace posible la fabricación de útiles mejores, y ésta, a su vez, actúa sobre la evolución favoreciendo la selección natural de los individuos más cerebrados).

Mis agradecimientos en la confección de este pequeño artículo al blog del compañero Francisco Tejero.

Algunos enlaces que os pueden resultar de utilidad son:
http://profeblog.es/paco/
http://profeblog.es/blog/flu/
http://www.portalplanetasedna.com.ar

jueves, 1 de octubre de 2009

Ardi


En una edición especial de la prestigiosa revista Science, un equipo internacional de científicos ha descrito minuciosamente a Ardipithecus ramidus, una especie homínida que vivió hace 4.4 millones de años en el territorio que ocupa la Etiopía actual.

Los restos paleontológicos son de una hembra de 1,20 y 50 kilos de peso, que trepaba con facilidad a los árboles y andaba de forma bípeda en los claros de bosque, sin apoyar los nudillos de las manos, como hacen los chimpancés.

Los científicos creen que el último antepasado común de los monos antropoides (chimpancé, gorila, orangután...) y de los homínidos, vivió en África hace más de seis millones de años, desde entonces, homínidos y chimpancés hemos evolucionado independientemente.

Los restos de Lucy, la Australopiteca africana que pasaba por ser la madre más antigua de la humanidad actual, son un millón de años más jóvenes que los de Ardi. ¿Es Ardi la abuela de la humanidad actual?

Texto para comentar

"En contra de la creencia popular, el bipedismo no evolucionó para que las manos quedasen libres para la fabricación y uso de herramientas (un ejemplo del antiguo pensamiento teleológico no aceptado por los científicos). De hecho, la postura erguida precedió a la fabricación de útiles en al menos dos millones de años. Es más, Ardi, el celebrado y bien conservado especímen de Ardipithecus ramidus, parece que caminaba erguido hace ya 4,4 millones de años y quizá podría decirse lo mismo de Sahelanthropus tchadensis, mucho más antiguo. La bipedación, un comportamiento social cada vez más complejo, la fabricación de herramientas, el incremento gradual del tamaño corporal y los cambios dietéticos formaron un complejo adaptativo que potenció la supervivencia y la reproducción en el medio cambiante africano. El uso controlado del fuego tuvo un gran impacto en la dieta de nuestros antepasados y ayudó a que nuestra especie colonizara los continentes principales...".

Olli Arjamaa y Timo Vuorisalo. "Genes, cultura y dieta". Investigación y Ciencia, junio 2010, pg. 71.

lunes, 8 de junio de 2009

Persona


Personalidad, personaje y persona

En esta entrada nos vamos a ocupar de la personeidad. El concepto de personalidad es un concepto psicológico y por consiguiente aspira a ser un objeto, una cosa determinada. La personalidad es un compuesto dinámico de temperamento (heredado) y carácter (hábitos que resultan de la conversión de las aptitudes en actitudes o costumbres sociales). La personalidad es en gran parte un efecto del proceso social de comunicación y cooperación, de la socialización.

En este sentido, conviene también distinguir el concepto filosófico personeidad del concepto sociológico personaje (status, rol). Cada una de nuestras personas, con independencia de su estatus social (alto o bajo) representa distintos papeles sociales: hermano, hija, padre, madre, esposa, amante, empleado de Correos, fan de un personaje histórico, afiliado a un partido político, asociado de una ONG, etc.

'Personare' significó resonar, y 'prosopon', al parecer, la máscara que usaba el actor -cómico o trágico- en la escena, y que servía también como megáfono para hacerse oír por el público. Qué duda cabe: ¡nuestras máscaras nos constituyen personalmente! La vida humana -como decía Calderón- es también el gran teatro del mundo. Saber vivir es así saber representar. Y el disimulo -como sabía Gracián- juega un importante papel en este juego. Todos los días son carnaval.

lunes, 1 de junio de 2009

RELACIONARSE

"¿Para qué filosofía?", se preguntaban hombres y mujeres durante un Congreso de Filosofía. Puede ser que la respuesta sea de lo más obvio o de lo más oscuro. ¿Qué me dirías tú?
Tras unos meses agotadores en los que hemos definido al ser humano, a la realidad que este pequeño ser quiere conocer y a su manera de afrontar su propio sentido o destino en el cosmos, nos quedaba hablar de cómo nos relacionamos los seres humanos. No estamos aislados, somos seres sociales, "políticos" como dijera Aristóteles, pero toda posibilidad de comunicación con otro, toda dependencia afectiva de los y las otras, necesita pasar a través de lo que llamamos los receptores externos, es decir, nuestros sentidos. "¿Cómo voy a pensar en hablar con aquel compañero que no se lava nunca?" o "me ponen nervioso estos compañeros que invaden mi... ". La relación se establece por la información que recibo a través de la vista, del oído, del olfalto, etc. Si quereis conocer cómo funcionan nuestros sentidos os animo a que busquéis en Internet el siguiente enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=183_qkh8Obg&feature=related
(no sé si funcionará bien, pero intentadlo).
La importancia del estudio de la Sensibilidad ha sido un continuo en la historia de la filosofía, a veces con gran éxito y otras muchas despreciada en favor de aquella capacidad racional que estaba en peligro de naufragar cuando nuestros sentidos no nos querían informar de cuestiones que se encontraban ocultas a simple vista.
De todos modos, la Psicología, como disciplina que estudia el comportamiento humano, se independizó de la filosofía cuando pretendió llamarse ciencia y a partir de entonces, el desarrollo de la misma ha ofrecido luz sobre preguntas y aspectos de las relaciones humanas que habían permanecido vagamente tratados o contaminados por la forma de trabajar propia de la filosofía.
Nuestra apertura al mundo necesita ser analizada para comprender mejor por qué hay cosas que nos asustan, otras que brillan y que nos impresionan y muchas más que "ni fu ni fa". Somos receptores, y no sólo emisores de señales. Analicemos nuestros órganos sensoriales y entenderemos cómo nos relacionamos y cómo podemos sentir nuestro sitio en el cosmos.
el acto más elemental de la Inteligencia en su relación con la realidad es la Percepción. Se trata de un proceso bipolar por el que recibimos información del exterior a través de los sentidos y que nos sirve para organizar esa información y convertirla en algo con significado para nosotros. La percepción es la que nos permite diferenciar nubes en el cielo y no solo formas irregulares, como manchas de colores sobre fondos planos de colores. Pero esa organización se lleva a cabo, primariamente, a través de la Percepción visual.
Vamos a estudiar cuáles son las principales leyes de esta percepción y cómo organizamos nuestra vida gracias a ella. Además, veremos algunos efectos perversos de esta capacidad que os tocará clasificar, como trabajo práctico de esta entrada.

ANEXO TEÓRICO

Existe una ley general que rige la configuración en nuestras percepciones, que denominaremos ley de figura-fondo, a la que hay que añadir una serie de leyes propiamente configurativas. Las más importantes de estas leyes son las siguientes:

a) Ley de simplicidad: tendemos a organizar los estímulos de tal manera que la figura resultante sea lo más sencilla posible. Por ejemplo: cuatro puntos equidistantes dan un cuadrado en vez de un rombo o cualquier otra figura
b) Ley de clausura. tendemos a completar la figura que aparece incompleta y a darle así una organización estable. Por ejemplo: las manchas asociadas las percibimos como el dibujo de un perro y no como elementos inconexos.
c) Ley de proximidad. tendemos a integrar en una misma figura los objetos próximos entre sí. Por ejemplo: las verticales próximas las vemos como bandas rayadas separadas por espacios en blanco
d) ley de la semejanza: solemos integrar, dentro de lo posible, en una figura objetos similares o parecidos. Por ejemplo, percibimos bloques rectangulares de triángulos y cuadrados en lugar de ver filas o columnas compuestas por figuras distintas
e) ley del contraste: tendemos a destacar un elemento de una figura de acuerdo con la relación que guarda con los demás elementos del conjunto.
f) Ley de la continuidad-. tendemos a integrar en una misma figura objetos que aparecen en una sucesión continua. Por ejemplo: donde hay dos líneas interdependientes -una recta y otra quebrada- vernos una sola figura

Las ilusiones perceptivas consisten en una ordenación inexacta o alterada de los estímulos a la hora de conformar los objetos. La existencia de este fenómeno condujo al llamado «escepticismo de los sentidos». Sin embargo, no se puede llegar a una conclusión tan radical puesto que simplemente se trata de fenómenos producidos por una defectuosa interpretación de los datos sensoriales.

Las ilusiones perceptivas se clasifican en tres grupos: fisiológicas, psicológicas e ilógicas.

a) Ilusiones fisiológicas: son aquellas en las que el engaño proviene de nuestra propia constitución orgánica. Unos ejemplos de ellas son los siguientes:

 Figuras en negro sobre fondo blanco y las mismas en blanco sobre fondo negro. Éstas parecen mayores que aquéllas porque las blancas irradian luz mientras que las negras la absorben.
 El efecto «Phi» de VVertheimer.- dibujo con dos caras, una mirando hacia la izquierda y la otra mirando hacia la derecha. Si lo movernos de derecha a izquierda, los ojos de las caras se mueven de un lado a otro, porque conservamos la impresión óptica durante un espacio de tiempo.
 La retícula de Hering: dibujo con cuadrados negros en vertical y horizontal sobre fondo blanco. En cada intersección aparecen puntos grises, a excepción del punto en e¡ que incide nuestra visión, porque los receptores de una parte se ven afectados por los vecinos.

b) Ilusiones psicológicas: son aquellas en las que el engaño se produce debido al modo habitual que tenernos de reconocer las figuras. Ejemplos de ellas son los siguientes:

 Ilusión de Zóllner: las paralelas las percibimos como convergentes o divergentes.
 Ilusión de Hering: las paralelas las percibimos como cóncavas o convexas según la disposición del fondo.
 Ilusión de Müller-Lyer: los segmentos los percibimos uno mayor que el otro.
 Paralelogramo de Saner: las diagonales se perciben de distinta longitud.
 Cordón trenzado de Fraser: lo percibimos como espiral cuando son círculos concéntricos.

c) Ilusiones ilógicas: son aquellas en las que el engaño se produce al aplicar sobre dos dimensiones la configuración tridimensional del espacio. Ejemplos de ellas son las figuras imposibles.

 www.portalmix.com/efectos

El trabajo a desarrollar consiste en encontrar ejemplos prácticos de las distintas leyes, y cuanto más extraños o menos conocidos mejor. La presentación de estas actividades se hará o en papel impreso o en formato digital compatible con PC.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Tercera recapitulación


Filosofía de la cultura


Yendo desde lo genérico (la materialidad y vitalidad animal del humano) hacia lo específico, nos encontramos con la dimensión cultural del humano.

Como sucede con las grandes palabras e ideas de que se ocupa la filosofía (verdad, bien, justicia, belleza, cultura, historia, libertad...), la palabra "cultura" esconde un universo de significados. En mi entrada, intenté delimitar los principales:

1) Su sentido naturalista, general e instrumental: la cultura como memoria social, interpretación del entorno e instrumento de supervivencia y adaptación al medio.

2) Su sentido ideal y metafísico, la cultura como aspiración humanizadora de la realidad, presidida por valores como el bien, la belleza y la justicia, y como horizonte personal de perfección, asociada a la dimensión simbólica y espiritual (inventiva) del humano.

En sentido histórico, la cultura es un proceso de emancipación y despliegue de las aptitudes naturales de los humanos.

La filosofía no sólo aspira a comprender el ser cultural del humano, sino que no debe renunciar a su crítica. El gran problema que compromete nuestra felicidad es la armonización de nuestro ser natural, enraizado en el planeta Tierra, con nuestro ser cultural, el equilibrio entre nuestros impulsos y necesidades básicas y nuestros hábitos sociales. Una cultura -como la actual- basada en el crecimiento "a cualquier precio" y el consumo despilfarrador no resulta sostenible, es decir, compromete la salud del ecosistema y el bienestar de las generaciones venideras.

Admitiendo la necesidad de superar el etnocentrismo, y reconociendo la multiplicidad de culturas y el respeto que debemos a todas ellas, no podemos caer en un relativismo que renuncie al diálogo crítico entre culturas, presidido por la ética racional y conducente a la consecución de una cultura futura cosmopolita, que garantice el fin de la guerra y el equilibrio entre libertad y justicia.

En este sentido, la democracia, la ciencia y la libertad del arte resultan irrenunciables para poder considerar preservable una cultura como verdadera civilización.


Sensibilidad, Inteligencia y Voluntad

La definición del humano como animal racional es simplista. El "corazón" (símbolo de los sentimientos) no encuentra sin la ayuda de la inteligencia, pero la inteligencia no halla sino lo que el corazón busca. Nada puede ser querido si antes no es de algún modo conocido (Nisi volitum nisi praecognitum) pero igualmente es cierto que nada puede ser conocido si de algún modo no es querido. El amor -o la amistad- es condición para que haya verdadera comprensión, sobre todo en las relaciones personales.

No es cierto -como exageró Hume- que la razón nunca nos motive por sí misma y tenga que ser por fuerza "esclava de las pasiones". El libro de John R. Searle, Razones para actuar. Una teoría del libre albedrío, constituye una excelente refutación de esta concepción "inactiva" de la razón. No obstante, es cierto psicológicamente que la afectividad asigna valor a nuestras actividades y regula su energía (mediante el sistema simpático y parasimpático).

Tampoco es cierto, como lo pintan publicitariamente, que el amor tenga por fuerza que ser ciego. Hay amores lúcidos, los mejores, y torpes amores, indignas amistades o pasiones destructivas. Lo bueno es que las emociones sean ordenadas inteligentemente y que la inteligencia crezca al calor de los estímulos emotivos.

Hemos distinguido en nuestras clases el concepto de emoción (un mecanismo de supervivencia): asco, miedo, sorpresa, alegría, tristeza, ira... de los sentimientos, más suaves y asociados a la imaginación, agrupables en constelaciones, y hemos distinguido todo eso de las peligrosas pasiones. Los estoicos -y ciertas filosofías religiosas como la budista- desconfían de cualquier especie de pasión (salvo de la com-pasión) y ponen el objetivo de la filosofía práctica en la liberación del sabio de todas las pasiones, en la búsqueda de la serenidad del ánimo (apatía), de la imperturbabilidad que permite un juicio sereno. Lo cierto es que las pasiones pueden sublimarse y volverse creadoras: pasión por la música, por la ciencia, por la justicia, etc., pero también pueden conducir directamente a la locura (ludopatías, obsesiones, pasiones autodestructivas, etc.).

No debemos renunciar a ser dueños de nuestro corazón y señores de nuestros sentimientos. La apuesta de nuestro libro por una "razón cordial" cuadra bien con la que yo hago a favor de los sentimientos razonables, de los buenos sentimientos, entendiendo por tales aquellos que potencian los tres fines básicos de la acción propiamente humana: salud, felicidad (o alegría) y dignidad. Como decía San Bernardo, la culpa no está en el sentimiento, sino en el consentimiento. No debemos consentir que crezcan en nosotros "resentimientos" tristes, morbosos e innobles.

No es posible desarrollar armónicamente nuestra sensibilidad afectiva, en armonía con nuestra racionalidad inteligente, sin disciplina, esto es, sin voluntad. ¡Ojo a los virus de la abulia, tan asociados al hartazgo consumista! No nos dejemos confiscar la voluntad por los Mass Media que pretenden modelarla, dirigirla, asignarle como único fin el consumo ansioso y apresurado... de sexo, drogas o rock'n roll.

Y es aquí donde, más allá de las determinaciones físicas, biológicas, psicológicas o mediáticas, llegamos a la posibilidad de la constitución libre de la persona, su capacidad autocreadora, inalienable, de la que todavía me queda algo que decir antes del examen final.

Somos cosas, por supuesto, y animales, por supuesto, y ciudadanos sujetos a las normas de un estado, ¡pues claro!, animales sociales (políticos) con cierta propensión a ser solidarios (simpatía) y cierta propensión a ser todo lo contrario (egoísmo), con instintos gregarios y pruritos insociables, pero además aspiramos a ser personas, cada una irrepetible, con rostro propio, única en su intimidad (cualidad superlativa de su interioridad).

¿Qué significa ser persona? Este será el tema de mi última entrada no estríctamente lógica.


Filosofía de la justicia

Virtud de virtudes, objetivo irrenunciable de la política, todo el mundo la exige, pero nadie sabe como conseguirla de verdad... A todos nos cuesta ser justos con quienes odiamos, ¡y lo mismo con quienes amamos!... Maliciosos con los primeros, tal vez consentidores con los segundos. En los tiempos que corren es preciso recordar que -como decía Pascal- sin la espada en la mano, la Justicia, su figura de pesadora ciega, sería completamente irrisoria... ¿Por qué necesita de la fuerza, si decimos amarla tanto?



domingo, 24 de mayo de 2009

Voluntad


La vena creadora de la inteligencia

La voluntad es la capacidad superior del espíritu humano. Un querer orientado por fines y metas. Nuestro querer está naturalmente orientado hacia la salud, la dignidad y la felicidad, pero la voluntad nos permite decidir dónde, cuándo y cómo buscar lo que estimamos bueno. El acto voluntario es así un acto no condicionado, no reflejo, automotivado y, en fin, un acto libre.
Tradicionalmente se ha definido a la voluntad como una facultad específicamente humana que tiene por objeto el bien conocido por la inteligencia.
¿Podemos querer voluntariamente el mal? ¿Es o no es posible la mala intención absoluta? ¿Es de verdad nuestra voluntad libre o sólo se lo imagina? ¿No están nuestras metas programadas por la publicidad y la propaganda? ¿Es o no posible una voluntad asociada a una mala inteligencia de las cosas? ¿Querer es poder? Estos y otros interrogantes no admiten una respuesta fácil ni sencilla.
La voluntad es un concepto filosófico, metafísico, personalista. El contenido de la conducta voluntaria, al contrario que el de la motivación (un concepto psico-fisiológico) es de tipo intelectual y moral, autoinducido, autónomo. La esencia de la voluntad es pues la libertad, el señorío de la persona sobre sus propios sentimientos, pensamientos y actos, que le permite asumir promesas y compromisos. Podemos prometer y comprometernos porque somos capaces de garantizarnos una cierta continuidad no dependiente de los estímulos del medio o de los instintos biológicos (motivaciones).
La voluntad es automotivación inteligente, autocreadora. Y puede interpretarse como el principio activo de la inteligencia, lo mismo que la imaginación es el principio activo de la memoria, y los sentimientos el principio activo de la percepción y la sensibilidad en general. Por decirlo con una analogía física: la voluntad pone el calor y la inteligencia la luz en nuestras acciones propiamente humanas, las que acometemos libremente en tanto que personas, y no por azar o necesidad.
Personal e intelectualmente, podemos inclinarnos hacia la verdad o la falsedad; moralmente, hacia el bien o el mal, lo correcto o lo incorrecto, lo conveniente o lo inconveniente, lo legal o lo ilegal; prágmáticamente, podemos inclinarnos hacia lo útil o lo inútil, lo provechoso o lo estéril; estéticamente, hacia lo bonito o lo feo, lo armónico o lo inarmónico, etc. Estos actos, noéticos, éticos, poéticos o artísticos, son propios de nuestra raza humana, como especie que se esfuerza por dar sentido a su actuar, entender y querer.
Hacer lo que a uno le da la gana no debe ser confundido con el acto voluntario y libre. En efecto, podemos distinguir entre una volición sensible más o menos arbitraria y caprichosa, o asociada a las necesidades y apetitos del animal que también somos; y una volición inteligente, capaz de ordenar dichos apetitos y necesidades, de acuerdo a su mayor o menor valor, regida por el conocimiento.
La volición inteligente es así la capacidad de pretender lo que estimo preferible, y supone una estimativa o, dicho de otro modo, una axiología o tabla de valores. El fracaso de la inteligencia, no depende tanto de la falta de valores, sino de su pobre o equivocada jerarquización, de su mal ordenamiento. Es el caso de quien pone la emoción del juego por encima de su seguridad económica, o el placer de comer y beber por encima de su salud, o el amor por encima de su dignidad personal.
En realidad, indisociable del desarrollo y construcción de la inteligencia, la voluntad se alimenta de la represión de la volición sensible, supone contención y sublimación de los instintos y caprichos, un apresamiento de las energías animales hacia su liquidación o empleo en la persecución y obtención de fines superiores...
Tal vez por eso, el filósofo Miguel de Unamuno llamó "noluntad" a la voluntad, considerándola una capacidad negativa, porque lo propio de la voluntad -si no siempre, muchas veces- es decirle "no" a la gana. Autocontrol.
Al contrario que los animales, los seres humanos tenemos el poder de hacer lo que no nos da la gana, lo que nos disgusta: aplazar la satisfacción, sobreponerse a los instintos, aguantarse las ganas, controlar los estados de ánimo. Estas son las virtudes de la voluntad: la perseverancia, o el no actuar en un sentido para poder hacerlo en otro, el esfuerzo constante, al acecho de un bien superior, la espera, el sacrificio de bienes inmediatos e inferiores, en beneficio de bienes superiores e incluso ilusorios. Este ha sido el esfuerzo vivo de la historia humana. La fuerza de voluntad es nuestra principal ejercía inventora. No sólo la voluntad de sobrevivir, sino la de ser más, la de autosuperación.
Esta extraordinaria dimensión activa de la inteligencia humana para sobreponerse y aguantarse, que también se da, aunque en mucho menor grado, en otros animales superiores, ha sido ilustrada con la asombrosa peripecia del Barón de Münchausen, que se sacó a sí mismo y a su caballo de un barrizal, tirándose de los cabellos (cfr. infra).
La fuerza de la voluntad, en efecto, no parece tener otro fundamento que su propio ejercicio: la disciplina de todas nuestras facultades bajo la ambición creadora del sujeto ejecutivo y personal.

Podemos cansarnos de vivir, pero nunca de desear, al menos si aún nos queda ánimo. Nuestra ambición puede ser infinita, y tal vez no nos conformemos con otra cosa que con ser como dioses, sin embargo, nuestra libertad es limitada y querer no es poder. La voluntad obra milagros, pero dentro del marco de nuestra circunstancia, entendiendo por tal el marco físico, biológico, social, cultural, familiar, histórico... en el que necesariamente nos movemos. Pues aunque nuestra voluntad aspira a lo infinito, nos mueve en un marco espacial y temporal concreto.

Una condición ineludible de la voluntad es la capacidad para proyectar, asociada a la condición futuriza del ser humano, pues somos también lo que queremos ser, lo que ambicionamos ser. En el acto voluntario cobran una relevancia especial las ilusiones, deseos sublimados o reelaborados imaginativa e intelectualmente y que actúan como poderosos excitantes anímicos y tónicos de la voluntad. Vemos que las personas sin ilusiones se desmoralizan, fácilmente se dejan abatir por la pereza, la desidia o la abulia; se muestran entonces incapaces de crear, de inventar su vida, de hacerse o hacer cosas...

Resumiendo: acto voluntario es un acto volitivo no reflejo, porque no está bajo el imperio del estímulo externo; no completamente instintivo (aunque saque sus fuerzas dé lo más primitivo), porque se sobrepone a la gana, sino espontáneo y autónomo, porque está asociado a la inteligencia y al querer personal de un sujeto relativamente libre.

La cosa en sí que somos

El filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860), influido por la filosofía oriental y el budismo, proclamó que todo es representación, encadenada bajo la razón suficiente de la causalidad (¡ojo!, no confundir con casualidad o azar), todo excepto la voluntad, la verdadera cosa en sí, el fundamento del mundo, una fuerza inexplicable pues posee en sí misma su razón suficiente. Su origen es irracional, si bien en las formas superiores de conciencia transforma las causas mecánicas del mundo físico y biológico en motivos racionales.
La voluntad es el principio único, inespacial e intemporal -metafísico-, del universo. La voluntad se despliega en la multiplicidad de representaciones de lo dado en el tiempo y el espacio, así como mi voluntad de coger se despliega en mi mano, o mi voluntad de hablar en el movimiento de mi lengua. Todas las cosas son en sí la misma cosa (voluntad), sólo el espacio y el tiempo individualiza.
Schopenhauer es un filósofo pesimista y ve en la voluntad -como afán perpetuo jamás satisfecho- el origen de todo dolor y todo mal. El carácter fundamentalmente irracional e insatisfactorio del impulso volitivo, del querer vivir, produce el dolor de vivir, sobre todo a quien no es capaz de dominar sus apetencias vitales, a quien no es capaz de convertirse en artista de la vida... La música, por ejemplo, es la revelación de la Voluntad misma, más allá de toda representación espacial, la representación del sentimiento sin la vinculación a los motivos que lo han producido, la pura abstracción del dolor y la alegría y, por consiguiente, la liberación del mal de la voluntad por su serena visión y su dominio.
Pero el arte sólo es un lenitivo provisional. El autoconocimiento lleva al reconocimiento de la identidad esencial de todo lo que existe, a la superación del egoísmo de la voluntad, o sea, a la compasión, pues el dolor ajeno y el propio no son más que modalidades (representaciones) de un mismo dolor.
Frente a la Voluntad de Schopenhauer, que al final cifra toda su esperanza de salvación en la autosupresión, en la resignación y el ascetismo, su discípulo F. Nietzsche cifró la salud vital en la ampliación desmesurada, exuberante, de la voluntad de poderío (der Wile zur Macht).

Fases del acto voluntario

Como análisis del acto voluntario recogeremos las cuatro fases que le atribuyó William James:

1) Representación de un fin o de un propósito: un proyecto para alcanzar, una plan, una meta, de ahí la naturaleza finalista o teleológica de la voluntad: "nihil volitum nisi praecognitum". Como la siguiente, es una fase propia de la inteligencia, presupuesto por el acto voluntario.

2) Deliberación: la inteligencia sopesa los motivos a favor y en contra de la realización del acto, entendiendo por tales no sólo los sentimientos y pasiones, sino también las razones.

3) Decisión: es el acto propio de la voluntad, el fiat, el hágase.

4) Ejecución: Sólo se quiere verdaderamente aquello que se ejecuta. Cuentan los obstáculos y la constancia de la voluntad, pero la verdadera decisión consiste en ejecutar.

Los filósofos Bergson y Sastre criticaron la supuesta prioridad de la deliberación, interpretándola como una "comedia". La decisión -dicen- es anterior a la deliberación, la cual no es sino una justificación o racionalización posterior...

El determinismo

Se pueden aducir argumentos contra la existencia de la voluntad o de la libertad del querer humano desde distintas perspectivas.
Para el psicologismo, los seres humanos siempre se comportan determinados por el motivo o deseo dominante, sea éste un estímulo externo o una necesidad interna. Lo que hacemos no es más que consecuencia o efecto mecánico, que puede ser expresado como una función matemática, si bien la dificultad de precisarla hace que creamos que somos libres o queremos autónomamente, mientras nuestra acción depende de la cantidad y del juego de nuestros impulsos y de los estímulos que los despiertan.
Desde el sociologismo se puede argüir a favor del determinismo que sólo somos efectos de complejas retículas sociales, estamos condicionados por la clase social en la que nacemos, pues no es lo mismo nacer en una pocilga que en un pesebre de plata, tener que trabajar desde la infancia que poder dedicar ésta a la educación, etc.
Desde el biologismo genetista se insiste en la importancia determinante de los genes, el "oscuro azar de los genes", sin tener en cuenta que los genes trazan disposiciones generales que pueden actualizarse o no. Aunque es posible combinar este tipo de determinismo de los genes con el anterior de tipo social, diciendo que las aptitides (genéticas) se convierten o no en hábitos (actitudes reales) en función de las circunstancias sociales o históricas (historicismo).
Caben otros determinismos no cientifistas, sino más bien vulgares o supersticiosos. Es el caso de quien sostiene que nuestros actos están determinados por la situación relativa de los astros actual o en la fecha de nuestro nacimiento ("astrología"), o de quien cree que nuestro "sino" ya está escrito en el Libro General del Hado, en alguna parte del Cielo o del Infierno. Son distintos tipos de fatalismo, religiosos o no.

Quien sostiene que el humano no es libre, priva a este de su dignidad, pues al margen de la libertad, no puede reconocerse ningún tipo de culpa o de merecimiento, de mérito o de demérito. La negación de la libertad de la voluntad tiene la ventaja de volvernos del todo irresponsables. En efecto, si las circunstancias mandan, si no he podido hacer otra cosa que lo que he hecho, entonces de nada vale que el juez me condene por haber robado, violado o asesinado... La culpa se disuelve en una compleja causalidad hecha de factores externos: hormonas, genes, medio social, pobreza, subcultura machista, etc.
Si no somos libres, entonces carece de sentido cualquier sanción, pero también cualquier premio en reconocimiento del mérito a la valía científica, artística, profesional, etc.
La propia explicación científica de los acontecimientos humanos parece presuponer un férreo determinismo. En efecto, la explicación científica objetiva los actos humanos (la ciencia es 'cognitio rerum per causas naturales'), y al hacerlo no tiene más remedio que contemplar nuestras obras como efectos motivados, esto es, como fenómenos causados por otros fenómenos: físicos, sicológicos, sociológicos, históricos, etc.
Pero el ser humano no puede ni debe ser reducido a mero objeto, ¡porque también -como persona- es sujeto, principio causal!
La interpretación del ser humano como causa de sí, esto es, como ser libre, su comprensión como un proyecto, una idea, un ideal regulativo, un valor y, en fin, una meta, escapa al programa del trabajo científico. En este sentido, las acciones humanas no sólo requieren una explicación, sino, más importante, una justificación, que apela a valores trascendentes, más allá de lo que hay, y tascendentales, que hacen posible la creatividad humana en el mundo, el progreso y la historia.
Esta interpretación del humano como un ser capaz de autorregular racionalmente su conducta es la clave del pensamiento humanista, que identifica la libertad del hombre con su superior dignidad frente a las bestias. En el Renacimiento, el pensamiento humanista moderno (Pico de la Mirandola) declaró que el humano es un ser de "naturaleza indefinida" y por ello capaz de darse a sí mismo la forma que quiera según la idea que conciba de sí mismo. Podemos ser mejores o peores que las bestias salvajes, pero no podemos ser bestias salvajes, pues somos responsables, no sólo de nuestro pasado, ya determinado por nuestras decisiones, sino también de nuestro futuro, por el que podemos trabajar. El ser humano capaz de convertir su virtud en su fortuna, tiene que justificar -dar razón ética- de cuanto hace.
Este es el quehacer propiamente humano, como dice Ortega, el de fabricar o "novelar" su vida conviertiéndola en biografía, en obra de arte, historia propia.
La faena de la libertad es dramática puesto que en ella nos jugamos la dignidad, el mérito, el demérito. La posibilidad de elegir bien es también la posibilidad de elegir mal, de equivocarse, de fallar... Por eso nos entra muchas veces pereza y preferimos que otros decidan por nosotros, adoptando la pose -también culpable- de la minoría de edad, de la inmadurez para decidir con conocimiento, por eso todos hemos sentido el "miedo de la libertad" (Erich Fromm).
Desde luego, uno puede optar por ser esclavo de otros o de las drogas, el dinero, la moda, el cargo... ¡Uno es libre de dejar de ser libre o de tirar su libertad por la borda! Por eso se ha dicho que "estamos condenados a la libertad" (Sartre).



Libertad y progreso

La idea del ser humano como ser abierto y en continuo proceso de autocreación o transformación está muy asociada a la idea moderna de progreso, esto es, a la idea de que el ser humano construya su suerte mediante un proceso histórico de emancipación de la necesidad, regido por una cabal idea del bien o un ideal de justicia.
Mediante tal proceso, los seres humanos -varones y mujeres- se harían cada vez más capaces de elegir su suerte, cada vez más capaces y libres, ampliando -mediante su esfuerzo en el tiempo y el espacio- el horizonte de su libertad personal.
Esta concepción progresista de la historia no tiene por qué ser ingenua, en el sentido de que todo cambio sea necesariamente hacia mejor. Puede que el progreso sea errático: dos pasos p'alante, tres p'atrás, cinco p'alante... aunque, globalmente considerada, la historia presente claros signos de significativo progreso, tanto en cuanto a la ampliación de la capacidad de maniobra para conducirnos, como a la ampliación de la conciencia y responsabilidad de nuestras decisiones y actos...
Esta concepción de la libertad y el progreso está asociada a un ideal de ilustración y cultura, pues sólo la verdad nos puede hacer libres, y a una concepción de la inteligencia que no la reduce a un instrumento de las pasiones, ya que -como dijo Kant- sin el progreso ético de la humanidad el progreso técnico no es más que mera lentejuela miserable.
Apostar por la libertad del ser humano y el progreso de la humanidad no significa renunciar a reconocer nuestra esencial menesterosidad, aun en lo espiritual, la fundamental falibilidad de la libertad, pues no somos "superhombres" ni "supermujeres", no somos dioses, ni podemos situarnos más allá de la naturaleza (de la que procedemos) o más allá del bien y del mal (en cuya distinción nos constituimos).
El "voluntarismo" es una exagerada apuesta por las posibilidades de la voluntad, asociado a una concepción individualista y romántica de la naturaleza humana. La libertad no es sólo voluntad, como piensa el voluntarismo, sino también poder, las circunstancias fijan el marco de posibilidades de hecho dentro de las cuales puede elegir. Entre el determinismo y el voluntarismo cabe una exacta comprensión de nuestras posibilidades y aspiraciones legítimas, que respete nuestra capacidad creadora.

Las enfermedades de la voluntad

Lo peor del determinismo mecanicista es que acaba limitando las posibilidades de la libertad, es un prejuicio que acaba por realizarse... En efecto, si los seres humanos tiene una idea de sí mismos como sujetos no libres, condicionados por las circunstancias, las pasiones, los deseos y caprichos, los estímulos mediáticos, etc. acaban comportándose como animales y muñecos teledirigidos. La Internacional Publicitaria es una poderosa tirana de la voluntad, puesto que aspira a disolverla en motivaciones que ella diseña, reproduce y controla. La gente cree que es libre de querer esto o lo otro, pero ha sido condicionada por los monitores. Pues el sistema de producción no sólo produce los medios que satisfacen "necesidades", sino que también produce las "necesidades", lo deseos que se ajustan a los productos que interesa vender.
No es de extrañar que se extiendan en la actualidad la desmoralización general o las enfermedades de la voluntad:

1) Abulia de la deliberación: la de los impulsivos que hacen o compran lo primero que se les antojan, o la de los obsesivos, que se dejan llevar por pasiones o impulsos "irresistibles".

2) Abulia de decisión. La de los indecisos que deshojan una margarita trás de otra, sin decidirse nunca por el bien mayor.

3) Abulia de ejecución. Falta de constancia y energía psíquica para empeñarse en la realización de un proyecto y ordenar los actos a su consecución. Entra también aquí la abulia de los "veleidosos", que cambián continuamente de proyectos.

Comentario de texto

"La operación de la racionalidad presupone que hay una brecha entre el conjunto de etados intencionales sobre la base del cual tomo la decisión, y la toma efectiva de la decisión. Para ver esto sólo se necesita considerar los casos en los que no hay brecha alguna, donde la creencia y el deseo son, en realidad, causalmente suficientes. Éste es el caso en el que, por ejemplo, un drogadicto tiene un impulso poderosísimo para tomar heroína, cree que la substancia que tiene delante es heroína y así, de modo compulsivo, la toma. En tal caso, la creencia y el deseo son suficientes para determinar la acción, puesto que el adicto no puede hacer otra cosa. Pero esto difícilmente es el modelo de racionalidad. Tales casos parecen estar completamente fuera del alcance de la racionalidad.
En el caso normal de la racionalidad, tenemos que presuponer que el conjunto antecedente de creencias y deseos no es causalmente suficiente para determinar la acción. Esto es una presuposición del proceso de deliberación y es absolutamente inevitable para la aplicación de la racionalidad. Presuponemos a continuación que hay una brecha entre las 'causas' de la acción en forma de creencias y deseos y el 'efecto' en forma de acción. Esta brecha tiene un nombre tradicional. Se la denomina 'libre albedrío'. Tenemos que suponer el libre albedrío para que sea posible el embarcarnos en la toma racional de decisiones. De hecho (...), tenemos que suponer libre albedrío en cualquier actividad racional. No podemos evitar esa presuposición, pues incluso el rechazar embarcarse en la toma racional de decisiones sólo es inteligible como tal rechazo si lo consideramos como un ejercicio de la libertad. Para ver lo que quiero decir, consideremos algunos ejemplos. Supóngase que una persona entra en un restaurante y el camarero le lleva la carta. La persona en cuestión puede elegir entre, digamos, chuletas de ternera y pasta; no puede decir: 'Mire usted, soy determinista, C'e será, será. Lo único que voy a hacer es esperar y ver lo que pido. ¡Esperaré a ver lo que causan mis creencias y deseos!'. En tal caso, incluso si tal persona rehusa ejercitar su libertad, todo el asunto es inteligible sólo si lo consideramos como un ejercicio de la libertad. Hace mucho tiempo que Kant señaló esto: no hay manera de liberarse de nuestra propia libertad en el proceso de la acción voluntaria porque el propio proceso de deliberación sólo funciona en contraste con la presuposición de libertad, en contraste con la presuposición de que hay una brecha entre las causas que tienen la forma de creencias, deseos y otras razones del agente, y la decisión efectiva que toma tal agente."

John R. Searle. Razones para actuar. Una teoría del libre albedrío, 2000.

Leyes de proposiciones


Entendemos por A cualquier fórmula proposicional, y por B cualquier fórmula proposicional distinta de A.
A y B son metavariables, variables de variables, que pueden ser interpretadas en función de variables y funciones como p & q, z, p v s, t -> p..., etc.
Toda equivalencia lógica (<=>) es una bicondicional tautológica; y cualquier implicación formal (=>) es una condicional tautológica, o sea, necesariamente verdadera.
La equivalencia y la implicación formal constituyen metafunciones, funciones de funciones. Así, empleo la equivalencia (<=>) para referirme a un bicondicional (<->) que es necesariamente verdadero o tautológico, y la implicación (=>) para referir a un condicional (->) que es necesariamente verdadero o tautológico.
Las equivalencias lógicas y las implicaciones formales -que escribo "horizontalmente"- constituyen leyes lógicas que pueden usarse como reglas deductivas -escritas "verticalmente"-, tomando los antecedentes (prótasis) del condicional por premisas conjuntadas (P1 & P2... Pn), y el consecuente (apódosis) por conclusión (Q). Cada conclusión legítima -obtenida según reglas- puede incorporarse a las premisas como paso deductivo legítimo, y así ayudar a obtener nuevas consecuencias (corolarios).
Como ya sabe, las fórmulas proposicionales pueden ser necesariamente verdaderas (Tautologías, T), necesariamente falsas (Contradicciones, C), y unas veces verdaderas y otras falsas (Indeterminaciones, I).
Ejemplos sencillos:

1) A & ¬A <=> C
2) A -> A <=> T
3) Las fórmulas "A", "A & B", "C -> A", verbigracia, son indeterminaciones consistentes, aunque no tautológicas. Llamamos consistentes a las fórmulas que no contienen contradicción (sean una veces verdaderas o falsas, I, ó siempre verdaderas, T).

Toda ley lógica es una tautología y cualquier fórmula proposicional A implica una tautología (T):
A => T.
Sin embargo, también de una falsedad absoluta (Contradicción, C) se sigue cualquier fórmula:
C => A,
según la ley lógica Ex falso sequitur quodlibet ("De lo falso se sigue cualquier cosa"). Esta ley explica por qué un razonamiento con premisas inconsistentes (que contienen contradicción) es sin embargo válido. En efecto, entiendo por C una fórmula, la que sea, en cuya tabla de verdad sólo caen ceros (falsedades), y, por definición, un enunciado condicional con antecedente falso (contrafáctico) es formalmente válido, aunque pueda ser semánticamente absurdo.
Por consiguiente, un razonamiento con premisas cuya conjunción es necesariamente falsa es necesariamente válido. Dicho de otro modo, de una contradicción C se sigue cualquier fórmula A, pero también su contraria o contradictoria ¬A:
C => A & ¬A
Lo peor de introducir falsedades en nuestros razonamientos está precisamente en que un razonamiento con premisas contradictorias nos puede llevar a cualquier parte, incluso a una tautología: C => T.

Más "exclusiva" es la tautología. Ya hemos explicado que entendemos por T cualquier fórmula cuya tabla de verdad sólo admite unos, o sea verdade lógicas. Si repasa usted la tabla de verdad del condicional, comprenderá fácilmente la siguiente ley de leyes:
A => T
o sea, cualquier fórmula (I o C) implica una tautología, porque un condicional con consecuente (apódosis) necesariamente verdadero es un condicional tautológico. Ahora bien, una tautología sólo implica tautologías:

T => T
He ahí la razón profunda que justifica que de nuestros principios lógicos (identidad, no contradicción y tercio excluso) puedan deducirse todas las leyes lógicas imaginables... que son infinitas, pues cualquier tautología es una ley lógica y puede usarse como regla deductiva.
A continuación sólo me referiré a algunas de las más útiles y famosas... Recuerdo que si una fórmula equivale a otra también la implica, ¡pero no viceversa!
Ley de la doble negación, DN:
¬¬A <=> A
Leyes de simplificación o eliminación de la conjunción, E&:
A & B => A
A & B => B

Ley aditiva o de introducción de la disyunción, Iv:
A => A v B
Inferencia de la alternativa o ley de eliminación de la disyunción, IA:
(A v B) & ¬ A => B
(A v B) & ¬ B => A
Como he explicado en clase, esta es la ley que, según los estoicos, aplican como regla deductiva incluso los perros.

Leyes conmutativas de la conjunción, disyunción y bicondicional, Conm.:
A & B <=> B & A
A v B <=> B v A
A <-> B <=> B <-> A
Leyes asociativas de la conjunción, disyunción y bicondicional, Asoc.:
A & (B & C) <=> (A & B) & C
A v (B v C) <=> (A v B) v C
A <-> (B <-> C) <=> (A <-> B) <-> C
Ley transitiva del condicional:
(A -> B) & (B -> C) => A -> C
Ley de Clavius:
(¬p -> p) -> p
Leyes de Morgan:
¬ (A & B) <=> ¬ A v ¬ B
¬ (A v B) <=> ¬ A & ¬ B
Leyes y falacias del condicional
Modus ponendo ponens MPP:
((A -> B) & A) => B
Modus tollendo tollens MTT:
((A -> B) & ¬ B => ¬ A
¡Ojo! las siguientes tesis son proposiciones consistentes, pero ¡no son implicaciones formales!:
1) ((A -> B) & B) -> A
2) ((A -> B) & ¬ A) -> ¬B
Por consiguiente es falaz concluir de las premisas P1: A -> B, y P2: B, la conclusión, Q: A, puesto que hay al menos un caso u ocurrencia en que P1 & P2 sería verdadera y Q (o sea B) sería falsa, lo que quiere decir que el condicional que une las premisas con la conclusión no es tautológico.
Y lo mismo sucede respecto del enunciado 2).
Cuando se emplean como pseudorreglas las llamamos falacias del condicional.

Interdefiniciones de las conectivas

A & B <=> ¬ (¬A v ¬B)
A & B <=> ¬ (A -> ¬B)
A v B <=> ¬ (¬A & ¬B)
A v B <=> ¬A -> B
A -> B <=> ¬ A v B
A -> B <=> ¬ (A & ¬B)
A <-> B <=> (A -> B) & (B -> A)
A <-> B <=> ¬ (A & ¬B) & ¬ (B & ¬ A)




Ejercicios
1. Escriba todas y cada una de las leyes anteriores como reglas deductivas
2. Comente el siguiente texto:
"4.461...La tautología no tiene condiciones de verdad, pues es incondicionalmente verdadera; la contradicción, bajo ninguna condición es verdadera. La tautología y la contradicción carecen de sentido. (Como el punto del cual parten dos flechas en direcciones opuestas) (Yo no sé, por ejemplo, nada sobre el tiempo, cuando sé que llueve o no llueve).
4.4611 Tautología y contradicción no son, sin embargo, sinsentidos; pertenecen al simbolismo, del mismo modo que cero es parte del simbolismo de la aritmética.
4.462 Tautología y contradicción no son figuras de la realidad. No representan ningún posible estado de cosas. En efecto, una permite todos los posibles estados de cosas; la otra, ninguno...
4.463 La tautología deja a la realidad todo el espacio lógico infinito; la contradicción llena todo el espacio lógico y no deja a la realidad ni un punto. Ninguna de las dos pueden, pues, determinar de ningún modo a la realidad.
4.464 La verdad de la tautología es cierta; la de las proposiciones, posible; la de las contradicciones, imposible.
(...)
5.143... La contradicción es el límite externo de las proposiciones. La tautología su centro insustancial."
Ludwig Wittgenstein. Tractatus logico-Philosophicus, trad. E. Tierno Galván, Londres 1922.

martes, 12 de mayo de 2009

Justicia



Todo el mundo parece tener un instinto para la justicia. "¡No hay derecho!", "¡eso no es justo!", exclama la hermana celosa de la hermana o el alumno frustrado porque la nota de su examen no es la que se esperaba...


Pero... ¿qué es la justicia? Los romanos inventaron el derecho para resolver los problemas y conflictos entre intereses y particulares, de acuerdo a normas justas. Es difícil que el derecho -y el sentido del deber- sirvan para algo si no están inspirados en una cierta idea o ideal de lo justo, de lo que es bueno para todos.


Y aquí nos encontramos con el problema de la idealidad metafísica de la justicia. Justicia es uno de esos conceptos proversivos, como amor o prudencia, que no refieren a cosas que se den de hecho, sino a valores ideales, a cosas y relaciones que están por hacer y por llegar, que hemos de inventar y realizar. Lo cierto es que "no hay derecho", o sea, que la vida en general y la vida humana en particular no es perfectamente justa en ninguna parte. Lo trágico es que la virtud o excelencia no siempre es compensada con la salud, la dignidad y la felicidad; y que el vicio y la maldad no siempre tienen por efecto la autodestrucción o la desgracia...


La idea de Justicia es un concepto proversivo, válido no porque refiera a algo que se da de hecho, sino a algo que debería de darse. Tiene por tanto un potencial generador, movilizador, tal vez revolucionario.


Platón buscó durante toda su vida, de político en la sombra y de educador en la Academia, una sociedad que fuera de verdad justa, convencido de que sólo en ella sería posible que los seres humanos vivieran felices y en paz. Para él, la virtud de la justicia puede interpretarse como una excelencia individual, pero también como una excelencia política.


Justa es el alma armónica, en la cual los apetitos y deseos, así como las emociones y sentimientos se dejan ordenar por la razón, piloto del alma. Justa es el alma templada o sensata, valiente o fuerte, y prudente o sabia. Cuando deseamos y amamos lo que la razón entiende que conviene en general, nuestro comportamiento es equilibrado, o sea, justo. Platón -como su maestro Sócrates- era un optimista. Pensaba que nadie en su sano juicio haría el mal a sabiendas. Sólo los locos obran injustamente, porque la injusticia es la desarmonía del alma o mente (psique) y, por tanto, la injusticia destruye al injusto. Platón tenía razón, siquiera parcialmente. Si bien es muy difícil que cualquiera sea feliz si es un cabarde o se deja arrastrar por deseos y pasiones desordenadas y maniáticas; no siempre sucede que las personas justas encuentren la felicidad que merecen... O dicho en plata: cuando la sociedad es injusta, el comportamiento injusto puede resultar interesante o "rentable", al menos a corto plazo. A veces, no puedo sino hacer daño a otros para que otros no me lo hagan a mí.


El cristianismo introdujo un concepto más dramático de libertad. "Veo el bien, sé como hacerlo, hago el mal" -decía más o menos Pablo de Tarso.


Esto quiere decir que tenemos capacidad para instalarnos voluntariamente en la mentira y para obrar mal, incluso a sabiendas de que lo que hacemos es perjudicial para otros o para nosotros mismos (piénsese si no en las drogodependencias, tan extendidas en nuestro mundo "opulento"). Sabemos cómo alimentarnos bien, pero comemos y bebemos lo que no debemos, porque no siempre hallamos en razones y convicciones fuerza de voluntad suficiente para con-movernos, y porque la sofística publicitaria nos ha convertido en débiles morales y ávidos consumidores. Nuestros sentimientos no siempre se orientan hacia lo bueno y lo justo. Evitamos infringir las leyes más por el miedo a la sanción que por el reconocimiento de su validez universal.


Aristóteles decía que si todos estuviéramos unidos por lazos de amistad no serían necesarias las leyes. Pero desdichadamente, el odio también nos une a veces, y hasta puede que más fácilmente que el amor...


Por eso el emblema de la justicia lleva en una mano la balanza que pesa los vicios y las virtudes, las malas y buenas costumbres, lo que hacemos bien y lo que hacemos mal, pero en la otra lleva una espada. Es difícil imponer la justicia sin fuerza, fuerza que puede ser bien legítima, como la que ejercen los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.


Ulpiano, un gran jurisconsulto romano, definió la justicia así:


alterum non laedere, suiquique tribuere et honeste vivere. O sea, dar a cada uno lo suyo, no hacer daño a nadie y vivir honestamente. ¡Ahí es nada!


La justicia tiene un fuerte componente de igualdad solidaria. Nadie debe ser más que nadie ante la ley (justicia conmutativa), pero también un componente de equidad discriminativa (distributiva): así, un profesor no sería justo si diese a todos sus alumnos la misma nota, debe reconocer el esfuerzo y el talento, y discriminar la pereza y la torpeza.


J. Rawls en su monumental Teoría de la justicia la define mediante una analogía: "La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento".


Paul Ricoeur ha explicado que la caridad, como el amor verdadero, pueden estar más allá de la justicia. A su entender, la justicia comprende dos aspectos: el de lo bueno, que señala la extensión de las relaciones interpersonales; y el de lo legal, el sistema judicial que confiere a la ley coherencia y derecho de restricción.
Comente la siguiente frase: "Los buenos terminan felices; los malos, desgraciados; eso es la ficción". Oscar Wilde

Sistema axiomático formal

EL LENGUAJE FORMAL DE LA LÓGICA

A. ¿Qué es un Sistema Axiomático Formal?

La lógica se organiza, o puede ordenarse, como un sistema axiomático formal (SAF). Un SAF tiene la siguiente estructura:

1. Parte morfológica de un SAF:

1.1 Componentes primitivos, e. d., signos que carecen de todo contenido material, de todo significado semántico. Los signos del SAF no son “semantemas”. Son los “átomos” del lenguaje formal. Ejemplo: p, q, r, s, etc. Estos componentes son las variables de nuestro lenguaje lógico. Sea p cualquier proposición, puede valer en una lógica bivalente 1 (verdad) ó 0 (falsedad).

1.2 Operadores. Un montón de signos aislados no constituyen un lenguaje lógicamente articulado. Tienen que poder enlazarse, relacionarse, componerse entre sí, mediante operaciones, que conectan (conectores o conectivas) unos signos con otros. Su número puede ser variable. En nuestra lógica bivalente, podríamos jugar con 16 conectores distintos, aunque suelen usarse menos.

lunes, 20 de abril de 2009

Viaje a Itálica


Quienes viajaron a Santiponce para disfrutar del teatro clásico (15 de abril), y para pasear por las ruinas de Itálica, seguramente encontrarán interés en la siguiente página que he creado como recordatorio del evento...

Ya sabréis que la lechuza -o el búho- son animales totémicos del filósofo. Representan la conciencia vigilante, funcionaria generosa de la humana dignidad. He aquí un buen ejemplo romano, en mosaico de Itálica, de la "Casa de los Pájaros", respetado por dos mil años de guerras y expolios, gracias a la tierra fértil del Betis, que lo cubrió y protegió como una buena madre...




Tres grandes aportes debemos a los griegos de la época clásica (VI-IV a. C.), como invenciones prodigiosas que distinguen la verdadera civilización de la mera cultura: la ciencia, la democracia, ¡y el teatro!



Conforta ver que la gente joven sigue con atención este espejo crítico de la vida propiamente humana: dramática existencia representada, comedia o tragedia; risa o llanto, gustos y disgustos, gustos que exigen duros esfuerzos, o que provocan graves dolores; penas que merecen glorias...

Y el teatro es también verbo bien trabado que humaniza, esa cadena simbólica, ese rosario etéreo del lenguaje. Voz en el tiempo, con significado y, a veces, con más sentido incluso que la vida real. Desde el teatro relativizamos lo que nos pasa, nos distanciamos de la vida cotidiana, vemos entonces con claridad nuestros errores y posibilidades... Los riesgos del vivir.

Los romanos tomaron los géneros teatrales de los griegos, yendo a la Escuela de Grecia, que militarmente conquistaron, pero por la que fueron seducidos sin remedio, pero también -guerreros y hombres de acción- disfrutaban con crueles espectáculos de fuerza bruta, habilidad dramática y práctica, violenta tragedia y muerte gratuita...


Cuando pasé por ese foso de arriba, cubierto de madera entonces, cuando el anfiteatro de Itálica (uno de los mayores del imperio) estuvo activo, aún me estremeció el eco del miedo, del terror que sin duda sintieron fieras y gladiadores, cuando eran forzados a saltar por las trampillas hacia la arena, mientras 25000 personas gritaban alrededor, locas por proporcionarse la oscura y primitiva emoción que ofrece el riesgo, el reto a muerte, el sacrificio por los dioses, y la sangre viva...

domingo, 19 de abril de 2009

Mente consciente

EL CONTENIDO DE LA MENTE CONSCIENTE

Nuestro cerebro es el centro de control de todas las actividades físicas, pero, además, es la base física de nuestra vida sensible, afectiva, representativa, moral e intelectual. ¿Cómo conoce la mente? ¿Qué sucede, qué podemos hacer y cuáles son los elementos fundamentales de nuestras actividades psíquicas conscientes? La siguiente tabla ofrece un análisis que responde a estas cuestiones:



Sensibilidad, Afectividad y Apercepción son facultades sensibles, mediante las cuales conocemos la presencia, aquí y ahora, en el espacio y el tiempo, de aquello que se muestra a la experiencia: el fenómeno, lo que aparece, integrado en unidad formal consciente.
Memoria e Imaginación constituyen la facultad representativa que nos permite conservar y combinar las percepciones (sus huellas), actualizándolas a voluntad. Estas capacidades de la mente sirven de puente entre el conocimiento sensible y el inteligente o abstracto. El Entendimiento depende de la imagen no sólo para la formación de ideas, sino aun para su empleo; en el sentido de que no hay pensamiento sin el uso de imágenes o símbolos.
Las Facultades intelectuales nos permiten reconocer lo que hay de común en las cosas, asociándolo a un nombre, relacionar unas nociones con otras y, por último, concluir consecuencias, a partir de verdades supuestas o conocidas (razonamiento). El razonamiento es, sin duda, la actividad cognitiva más poderosa de la mente humana.

Comente los siguientes textos de Tomás de Aquino:

A. “Las imágenes acompañan necesariamente nuestro conocimiento en esta vida, por espiritual que pueda ser este conocimiento; pues aun Dios nos es conocido por medio de las imágenes de sus efectos” (De malo, 16, 8 ad 3.)

B. “La imagen es un principio de nuestro conocimiento. Es aquello por lo que empieza nuestra actividad intelectual y no simplemente como un estímulo transitorio, sino como fundamento permanente de la actividad intelectual”. (In librum Boethii De trinitate, 6, 2 ad 5).

lunes, 13 de abril de 2009

Principios y propiedades de la Lógica



Esquemas lógicos y principios lógicos

Ante todo es necesario distinguir entre esquemas lógicos y principios lógicos.
“(p & q) -> r”, por ejemplo, es un esquema lógico correcto, aplicable a cualquier trío de enunciados: “si me caso y tengo hijos, entonces tendré que trabajar duramente para mantenerlos”

Principios lógicos son los siguientes:

X <=> X , principio de identidad
“Sólo si X, entonces X, es verdadera siempre”

¬ (Y & ¬ Y), principio de no contradicción
“No puede ser que las tesis Y y no-Y sean verdaderas al mismo tiempo”

(Z v ¬ Z), principio de tercio excluso 
Supuesto que Z sólo tenga dos posibles valores de verdad, Z es necesariamente verdadera o falsa.

Dos rasgos llaman la atención en estos enunciados:

1º Son evidentemente verdaderos.

2º Son universales, son formas que pueden albergar cualquier materia o que pueden ser interpretadas de infinitas maneras.

domingo, 12 de abril de 2009

Recapitulación teórica sobre el problema Mente-Cuerpo

El mundo luminoso del Mito, como ya dijera Conford, constituye el primer intento narrado por parte de los seres humanos de encontrar respuesta al problema de la identidad. El bello mito de Prometeo, tal y como nos ha sido legado en el Protágoras platónico, es un caso ejemplar de lo que hemos dicho. En el mismo, se nos narra la aventura de un semidios, Prometeo que, apiadado de unos hombres desfavorecidos en el reparto de dones naturales (capacidades naturales, instintos) que había hecho su hermano Epimeteo, decide robarle el fuego a los Dioses para dárselo a los hombres. Con el fuego reciben, los frágiles humanos, la habilidad técnica, la facultad de fabricar y a partir de aquí la técnica se convierte en el potencial humanizador de esta especie elegida. Si seguimos las enseñanzas míticas, se impone la idea de que una inquietante dualidad preside la definición de “ser humano”: somos seres infradotados naturalmente, pero armados de habilidades desconocidas en otros seres vivos, como es la inteligencia, con las que despegamos hacia una nueva dimensión: la Cultura. El potencial humanizador que tiene el fuego como símbolo de la habilidad técnica, desarrolla poco a poco otras “capacidades” como son : 1. la capacidad asociativa. 2. la capacidad lingüística 3. la capacidad política. 4. la capacidad ética. 5. la capacidad artística-filosófica. La secuencia podría ser la siguiente: el trabajo que desarrolla el ser humano para evitar ser depredado y subsistir se realiza mucho mejor en grupo → surgen las asociaciones de trabajadores → empieza a producirse una diferenciación de tareas para buscar la efectividad → es necesaria la planificación. Esto último implica la necesidad de haber desarrollado un lenguaje complejo para llegar a acuerdos, pero también la aparición de líderes que asuman tareas de dirección, gestión, amparo o consuelo del resto de los miembros de la asociación. Los asentamientos se van haciendo cada vez más estables, porque el control y la dirección así lo exigen. Las primeras tribus tienen una organización política. Sin embargo, este poder está en entredicho si no está justificado de una manera menos perentoria, es decir, si no recurre o gana el ámbito de la legitimidad. La dimensión moral del hombre se va haciendo, por lo tanto, cada vez más importante y la formación de la conciencia necesita el reconocimiento de pequeños ámbitos de libertad, de creación y de reflexión (una manera más de justificar la necesidad de hacer filosofía). La pregunta que nos asalta cuando estudiamos esta composición dual que tan buenos resultado deja en el curso de la evolución humana, es: ¿cómo de lo meramente natural puede evolucionar algo que no es material, como es la inteligencia, la moral... la cultura?, ¿cómo relacionar nuestra vertiente natural-corporal con nuestra tendencia cultural-mental? En la medida en que la filosofía trata este tema, y no puede hacerse sólo y exclusivamente desde un estudio científico, estamos haciendo "Metafísica" (nos proponemos estudiar una relación que va más allá de lo físico, o por lo menos no sabemos si es sólo física). Desde la antigüedad clásica asistimos al intento de definición de un ser humano que se elevaba por encima del resto de especies conocidas. Algunos, los menos, encontraron similitudes entre este ser humano y algún ser vivo animal (Anaximandro afirmó que el hombre procedía del pez), sin embargo la tendencia fue justificar la especial constitución del ser humano según un componente espiritual que le acercaba a los Dioses: psyche, psique o Alma, cuya capacidad propia era el Conocimiento .
El dualismo griego materia-espíritu es la intuición natural de los primeros hombres respecto a su propia caracterización. Platón mantenía una antropología dualista, el ser humano (el "bípedo implume") era una unión accidental de cuerpo y alma (el alma, de naturaleza inmaterial, era eterna y había vivido en el mundo de lo verdaderamente real, pero había caído en el cuerpo material, que se convertía en su cárcel). Esta unión expresa lo antinatural que era para el alma (lo inmaterial, lo racional) el formar pareja con un cuerpo corrupto (toda la dogmática cristiana se apoya en esta concepción de Platón para elaborar su visión del ser humano, como pecador que vive en un "valle de lágrimas"). Sin embargo, Descartes supone un cambio de perspectiva radical. El dualismo que mantiene considera el Espíritu, el Alma, el Yo, como una Sustancia y por tanto, siguiendo la definición aristotélica, como algo material. Los problemas que para la filosofía va a tener este matiz son innumerables: 1. ¿Cuál es la naturaleza de lo mental? 2. ¿Cómo se relaciona con la sustancia corporal? 3. ¿Cómo comunicar estados mentales personales si se caracterizan por la intimidad y la inmediatez? 4. ¿Cómo hablar o conocer los estados mentales de otros individuos, si solo puedo conocer con seguridad mis propios estados mentales? Todas estas preguntas han dado lugar al PROBLEMA MENTE – CUERPO, y las tentativas de solución han dado lugar a una increíble red de teorías cuyas afirmaciones, a menudo, son difíciles de entender o, por lo menos, tan oscuras como el propio problema.
El Solipsismo de lo mental
El Conductismo Lógico o Filosófico se presenta como una alternativa global a la concepción cartesiana de la mente. A partir del argumento de la introspección, la sustancia pensante (cógito) se caracteriza por la inmediatez e infalibilidad con que es conocida por el sujeto, pero siempre dentro de la privacidad del sujeto. Consecuentemente, los contenidos de la conciencia son PRIVADOS y, a parte de los problemas que encontraríamos para poder comunicarlos (recordemos el argumento de Wittgenstein y los escarabajos para criticar la concepción de los lenguajes privados), no podríamos atribuir pensamientos a otros individuos distintos de nosotros mismos, es decir, caeríamos en un solipsismo epistemológico. Pues bien, el Conductismo Lógico señala este problema y lo aplica a lo mental (solipsismo de lo mental), destacando que las proposiciones sobre estados mentales son inverificables. Ryle en su libro Dilemas trata de deshacer estos aparentes conflictos aclarando la confusión conceptual que se produce acerca de la mente (como buen positivista). La mente y las actividades mentales no serían una entidad y unas actividades añadidas al cuerpo, es decir, no se podrían situar al mismo nivel ontológico que el cuerpo, sino que son el resultado del conjunto y organización de las actividades físicas desarrolladas por el cuerpo. Desaparecería así el encanto que nos había acompañado como especie desde los albores de la reflexión sobre el propio ser humano, al ser ahora definidos de forma exclusivamente física. ¿Debemos conformarnos? Nuestra inteligencia, nuestra capacidad de simbolización, ¿se reduce a una actividad física? La palabra clave es “reduce”. Las llamadas Teorías de la Identidad pecan de reduccionistas.
El Funcionalismo
Para esta corriente las propiedades mentales son propiedades funcionales del cerebro, esto es, cumplen un papel causal en la determinación de la conducta, según los contextos. La mente desempeña un papel causal que no es reductible a términos físicos, aunque sí dependiente de los mismos. Podríamos decir que el cerebro es la base material que permite una red de conexiones neuronales, cuyo funcionamiento como conjunto daría lugar a la mente. Imaginemos la portada de la Feria de San Miguel en el recinto ferial, si nos detenemos en describir su constitución es bien simple: un soporte de madera repleto de bombillas de colores. Sin embargo, desde la ciudad de Úbeda, aparece iluminada como algo más, quizá como la puerta de entrada a la Mezquita de Córdoba, quizá como la entrada a la catedral de Jaén, en definitiva perdemos la vista material que la compone, el conjunto de bombillas, y le damos una entidad propia, distinta, alejada de su posibilidad material. A esto es a lo que se refiere el funcionalismo, grosso modo, cuando habla de "propiedades funcionales". Una de las consecuencias del funcionalismo es que cualquier sistema que presente la organización funcional pertinente tendría estados mentales, sea cual fuere su constitución interna. Así, supuesto un robot guiado computacionalmente, si presentase una organización funcional suficientemente cercana a la de un ser humano, tendría estados mentales. La Ciencia Cognitiva encuentra en esta argumentación su base filosófica para hablar de Inteligencia Artificial. Fue Hilary Putnam quien formuló por primera vez las hipótesis básicas del Funcionalismo Computacional o Funcionalismo de Máquina. Si os dáis cuenta el discurso sobre la relación Mente-Cuerpo va evolucionando hacia un materialismo o hacía un Monismo Materialista. El problema que nos plantea el funcionalismo aparece cuando nos detenemos a estudiar aspectos esenciales de la mente, de los estados mentales fenomenológicos, tales como el dolor, el sabor o la experiencia visual de color. ¿Sería posible contradecir al funcionalismo y encontrar dos sistemas mentalmente diferentes a pesar de ser funcionalmente idénticos? Pensemos en dos hombres maduros que acuden al dentista con dolor de muelas. Los dos tienen afectado el nervio de la misma forma, y de la misma muela. Sin embargo uno chilla, y el otro gime. ¿Qué ocurre aquí? Las experiencias se manifiestan y se experimientan de forma distinta por los dos sujetos, las propiedades cualitativas de los estados mentales fenomenológicos (los llamados qualia), pueden diferir. Por lo tanto, las experiencias conscientes no son funcionales.
El Emergentismo
El punto de vista humanista estimula otras formas de pensar la relación en busca de una identidad más creíble para nosotros mismos. No se puede reducir la mente al ámbito de la racionalidad pura, y hemos de admitir la importancia de lo emocional sobre la racionalidad. La vida humana empieza a vislumbrarse como un sistema diverso, con restos de su pasado animal y con un complemento racional que se superpone o se eleva constituyendo el verdadero proceso de la hominización. Los emergentistas, Mario Bunge es uno de ellos, reconocen el salto cualitativo que se produce entre lo específicamente humano y lo animal. Pero para los emergentistas el psiquismo se concibe como un psiquismo animal más evolucionado y complejo (no en vano esta postura parte del evolucionismo). Los estados mentales humanos no son idénticos a estados físicos del cerebro ni pueden reducirse a ellos (contra la teoría de la Identidad) pero no son tampoco independientes de los mismos pues "emergen" de ellos, surgen de lo físico pero como lo cualitativamente "otro" (pensemos como nosotros surgimos de nuestros padres, pero somos "otros" seres humanos independientes). Entre nuestros filósofos más cercanos, X. Zubiri (1898-1983) defiende un tipo especial de Emergentismo: la hominización consistiría en la actualización de las potencialidades de la materia en un nivel estructural inédito y, por “elevación”, en el sentido de “brotar-desde”. La mutación que es el genoma humano consiste en “hacer desde sí mismo” el psiquismo, pero no por sí mismo, sino por acción del dinamismo universal y sustantivo del cosmos, «concebido como una especie de melodía dinámica que se va haciendo en sus notas». Una concepción de este tipo evita dualismos y monismos y, sin embargo, no es un reduccionismo en el problema de la relación mente-cuerpo. Nos transmite una idea de ser humano como el lugar donde lo material es más que material, donde la materia da de sí una estricta posibilidad: la inteligencia. El psiquismo humano no es un elemento material pero tampoco es una cualidad extrínseca a la materia, podríamos decir que es el lugar donde la materia es y no es materia. Según Laín Entralgo (1908-2001),la inteligencia humana no emerge del cerebro de un australopiteco mutante, sino que todo lo que había de ser la especie homo sapiens (el genoma específico del ser humano) se constituyó de manera novedosa, como estructuras cualitativamente nuevas, a partir de otras en las que en modo alguno estaban incluidas como existentes, pero sí como meras posibilidades. Como ya dijéramos, la evolución del cosmos incluye el azar pero con un sentido a posteriori, la constitución de sucesivos niveles estructurales de realidad van apareciendo por azar, pero nunca de la nada, de tal manera que el cuerpo poseedor de un cerebro humanamente inteligente se constituyó a partir de una anterior ordenación de la materia. En definitiva, en la materia está recogida como germen la posibilidad de lo inmaterial, como una construcción o estructuración novedosa de la misma. Por ello a este tipo de emergentismo se le denomina Estructurismo, y no es ateo porque presupone la intervención divina en la cualificación de la materia originaria (la evolución tiene un sentido, no se realiza al azar, contradiciendo las propias tesis evolucionistas).

martes, 24 de marzo de 2009

Diálogo intercultural


Los investigadores del Proyecto Genoma Humano han descubierto que los seres humanos son muy semejantes entre sí y tienen extraordinarios paralelismos con el resto de los organismos vivos. La palabra “genoma” es una contracción de “gen” y “cromosoma”. Designa el conjunto de los cromosomas contenidos en el núcleo de una célula. El genoma dirige el desarrollo natural de las especies vivas, desde el huevo hasta la muerte. El cuerpo humano tiene aproximadamente 100 billones de células, cada una contiene dos series completas del genoma, con sus 23 pares de cromosomas (excepto los óvulos y los espermatozoides que tienen una copia de cada uno, y los hematíes, que no tienen ninguna). Cada cromosoma está constituido por un par de larguísimas moléculas de ADN (ácido desoxirribonucleico), una doble hélice con los genes. Una serie procede del padre y otra de la madre.
Nuestros rasgos morfológicos y nuestras disposiciones y aptitudes innatas dependen de esa combinación. Cada serie comprende entre 80.000 y 100.000 genes. La cadena de ADN es análoga a una larguísima cadena de letras dispuestas en un orden preciso, una memoria heredada como un programa de desarrollo, funcionamiento y extinción. Los investigadores calculan que contiene ni más ni menos que siete mil millones de letras que surgen de la combinación de tan solo cuatro: G, C, T y A, iniciales de las moléculas Guanina, Citosina, Timina y Adenosina. Estas letras se reúnen por pares definiendo un nucleótido –compuesto de una base nitrogenada, un azúcar y ácido fosfórico-. La suma de varios de ellos conforma un gen. Cada tres pares definen uno de los 20 aminoácidos existentes. Una combinación variable de aminoácidos da lugar a una proteína, expresión de un gen...
Pues bien, de los 3.120 millones de datos que componen el “libro de la vida”, los científicos han encontrado que el 99,8 % son idénticos para todos los seres humanos. El famoso investigador Craig Venter –genio de la compañía Celera Genomics- utilizó este dato para denunciar la estupidez de los intentos de discriminar a las personas por su “raza”, su etnia o su sexo: “El criterio de raza no tiene bases científicas. En los cinco genomas que hemos descifrado no hay modo de diferenciar una etnia de otra”
No es pues la naturaleza, sino los prejuicios, las costumbres, la lengua, la cultura, el miedo o el odio, lo que nos separa a los seres humanos. “No hay nada natural en las naciones y las diferencias a las que apelan los nacionalistas sólo aparecen como significativas en determinados contextos sociales, cuando no son deliberadamente manipuladas o inventadas” (Manuel Toscano). “El nacionalismo halaga nuestros instintos tribales, nuestras pasiones y prejuicios, y nuestro nostálgico deseo de vernos liberados de la tensión de la responsabilidad individual que procura reemplazar por la responsabilidad colectiva o de grupo” (Popper).

Los conflictos etnoculturales son la principal causa de desestabilización y violencia política en el mundo. ¿Cómo conciliar la diversidad de culturas y la unidad del hombre? ¿Cómo es posible una sociedad justa y libre bajo las condiciones de un profundo e irresoluble conflicto cultural?
Las dos respuestas extremas que la filosofía, la antropología o la sociología han dado a esta pregunta resultan insatisfactorias.

1. De un lado, está el relativismo. Para el relativismo, cada cultura inventa o descubre sus propios criterios de lo que, para ella, es verdadero, bello, justo o bueno. Cada cultura tiene su propia alma (Spengler), y no hay manera de valorar o juzgar a partir de una única referencia, ni debemos “clasificar” las culturas como mejores o peores, más avanzadas o menos, más civilizadas o más salvajes y primitivas. Para un relativista consecuente, lo mismo valdría el humanismo cristiano, un soneto de Shakespeare, una sinfonía de Mozart, una sesión de budú, una danza guerrera o la ablación ritual del clítoris de las jovencitas; cuando juzgamos una costumbre o una creación cultural como mejor que otra, caemos irremediablemente en el etnocentrismo.
Del relativismo suelen derivarse consecuencias éticas importantes, como la obligación de respetar la diferencia, incluso si ésta nos resulta exótica, extravagante o moralmente repulsiva, pero también un pluralismo cultural que nos condena al malentendido y la incomunicación con los otros.

2. Por su parte, el universalismo pretende aplicar los mismos principios de conocimiento y de valoración a todas las culturas, identificando sus similitudes más que sus diferencias, con el riesgo de juzgar otras culturas desde el metro o prisma de los propios valores, que suelen ser el discutible disfraz (ideológico) de indiscutibles intereses.

Otra fórmula más refinada de universalismo aspira a objetivizar la descripción del otro, desde la postulación cientifista de un saber –la ciencia etnológica o cualquier otra- que estaría más allá del bien y del mal, y más allá de la propia cultura de la que, sin duda, también depende.

En nuestra época se crean grandes espacios económicos, se dibujan grandes conjuntos políticos. Vivimos en una época en que las multinacionales y el capital –y sus crisis- traspasan las fronteras y en la que, al mismo tiempo, se multiplican los museos lugareños, los eslóganes de paraísos provincianos. Prolifera el nacionalismo, así como las referencias nostálgicas a las más minúsculas identidades locales, mientras que, paradójicamente, las sociedades reales aparecen cada vez más homogéneas y sumisas a los efectos mediáticos. En todo el mundo se baila al son de la "Macarena", con pantalones vaqueros mientras se bebe cocacola...

La misma diferencia es objeto de compra y venta. Se simula y reinventa como una mercancía de consumo o un souvenir. Como el mundo es aproximadamente un globo y las comunicaciones pueden ser prácticamente instantáneas, el resultado inevitable será la globalización, con fenómenos como la deslocalización de industrias que buscan mano de obra barata, o el de la creciente inmigración (o emigración), favorecida por el desarrollo de los sistemas de transporte o por las extremas desigualdades, el espejo televisivo de la opulencia de los unos y la desesperación y la miseria de los otros.

A una época en que todavía existían el “bárbaro” y el “salvaje” ha sucedido otra en que, habiéndose convertido la Tierra en lo que siempre ha sido, pero considerablemente encogida, el viaje exploratorio se acaba y empieza el turismo. Lo único que se puede hacer es dar una vuelta a un terreno virtualmente conocido, previa y espectacularmente mostrado.
El problema del conocimiento del Otro se manifiesta como el problema de la comunicación entre diferentes culturas. Entre el mestizaje del mundo y la individualización de las conciencias, la cuestión es la de la comunicación intercultural. ¿Es la comunicación entre culturas posible, en razón de una unidad de la especie humana que permitiría la existencia de esquemas universales, necesidades comunes, valores transculturales? ¿O es imposible que las culturas se entiendan, en razón de una casi incomunicabilidad de las culturas? ¿Es inevitable el "choque de civilizaciones"? “El universalismo opta por la primera solución, el relativismo absoluto opta por la segunda, pero tiene pocos defensores” (Georges Balandier).
Europa descubrió la otredad en 1492, cuando Cristóbal Colón llegó a América. En una época en que el cristianismo constituía la ideología totalitaria de Occidente, los indios americanos no eran cristianos y ni siquiera podrían haberlo sido sin haber conocido a Jesús y los Evangelios. Las sociedades occidentales “resolvieron” históricamente el problema del Otro mediante su exterminio, y/o mediante su colonización: su conversión y su asimilación culturales. Mucho más tarde, el relativismo hizo bien en denunciar el universalismo ideológico que se esgrimió históricamente para justificar la depredación y la explotación. Pero la solución universalista tal vez no sea del todo descabellada si, en vez de partir de la unidad como un hecho, se consideran las diferencias, no como factores de separación, sino como manifestaciones múltiples de una unidad del hombre, no dogmáticamente postulada, sino progresivamente descubierta y hasta inventada o consensuada. A fin de cuentas, aunque desde el punto de vista de sus actitudes la unidad cultural del hombre sea una falsedad, igualmente evidente parece su fundamental unidad natural, aptitudinal.
El diálogo intercultural, presidido por una voluntad ética y política de integración, es preferible al concepto de sociedad pluricultural o multicultural, que puede servir de coartada para una ideología del ghetto y de la exclusión. Así, ciertos ideólogos ultraderechistas o xenófobos pueden reconocer que respetan las otras culturas, siempre y cuando los otros se queden en su contexto, en su nicho cultural, en sus miserables y empobrecidos países de África o Asia. Como ha escrito José Rubio Carracedo: “El multiculturalismo es un triunfo de la tolerancia, pero un fracaso de la convivencia sociocultural. El multiculturalismo propicia que las diferentes nacionalidades o grupos étnicos se agrupen formando núcleos homogéneos, al modo de un mosaico multicolor, en el que falta verdadera comunicación e interacción entre los diferentes grupos humanos. El respeto y el reconocimiento mutuo es sólo un primer paso para la fase de intercambio e intercomunicación, que conduce directamente a la auténtica meta del pluralismo sociocultural. La solución no es el mosaico plurinacional, sino el pluralismo sociocultural”.
A este respecto, el modelo étnico de nacionalidad –lo estamos viendo todos los días- socava el universalismo propio de la ciudadanía democrática, que desde el siglo XVIII es asumido por el constitucionalismo liberal. Dudamos que los derechos humanos puedan considerarse, tal y como ha hecho cierto relativismo extremoso, como un valor occidental, etnocéntrico, inexportable a otras culturas. Por el contrario, el respeto a los derechos humanos constituye la garantía de la autonomía individual sin la cual no es posible ningún proceso de diálogo entre culturas. No se olvide que son en todo caso los recreadores individuales y concretos de una cultura los que pueden dialogar; los emisores y receptores son en todo caso personas de carne y hueso, no entidades abstractas.
El culturalismo, el énfasis exagerado en las señas de identidad diferenciadas, suele fijar y sustancializar indebidamente peculiaridades dinámicas, desvía la atención de los aspectos problemáticos, inestables o dialécticos de la cultura, de las diferencias y tensiones internas de lo social (opresores y oprimidos dentro de una misma cultura). El culturalismo oculta el carácter inestable, relacional y dinámico de la personalidad individual y de su forma peculiar de apropiarse la cultura. El respeto a las diferencias puede así acabar degenerando en el segregacionismo y el aislamiento de aquellos a quienes se etiqueta por su lengua, su color de piel o sus costumbres.
Aunque probablemente el primer universalismo fuese budista, la idea de humanitas (humanidad en general) se consolidó en la cultura grecorromana y cristiana, con las “humanidades”; retórica, gramática, dialéctica, literatura, moral, etc. Continuando esa misma tradición, el “derecho internacional” (una creación hispánica) y los derechos humanos consolidados por la revolución francesa, son el gran legado moderno de Occidente a la humanidad, no como hechos consagrados, desde luego, sino como metas reguladoras en la práctica, como ideales del diálogo constructivo y como canon para la resolución del conflicto intercultural. En los derechos humanos se resumió y trascendió el cosmopolitismo grecorromano (de raíz socrática y estoica) y el sentido cristiano de la dignidad personal. Ellos mismos no constituyen más que un punto de partida que debe ser a la vez realizado, promocionado y ampliado desde perspectivas ecuménicas y seculares.
Sin el reconocimiento, por todos los interlocutores, de universales culturales, éticos a la vez que políticos, tales como los derechos humanos –y las obligaciones que de ellos se derivan-, en tanto que utopía irrenunciable, el diálogo intercultural carece de posibilidades y de sentido, pues no se verá libre de coacción un diálogo que no se practique en virtud del respeto a la dignidad del prójimo (próximo).


Bibliografía consultada
-Fernando Ayuso. “El libro de la vida”, Muface, nº 180, 2000.
-K. Popper. La sociedad abierta y sus enemigos, Paidós, Barcelona, 1982.
-Revista de Occidente. El otro, el extranjero, el extraño, Enero 1993, nº 140.
-José Rubio Carracedo y otrs. Ciudadanía, nacionalismo y derechos humanos, Madrid, 2000.

Texto para comentar:
LA ÉTICA COMO CREACIÓN TRANSCULTURAL, UNIVERSAL Y TRASCENDENTAL

«La ética es inmoral. Para explicarlo tengo que comenzar con una advertencia terminológica. Entiendo por "moral" el sistema normativo de una sociedad. Es una creación cultural, y hay tantas morales como culturas. Hay morales cristianas, budistas, musulmanas, confucianas, taoístas, marxistas, neoliberales, nazis. Las morales se mantuvieron estables mientras las sociedades se mantuvieron estables. Pero el contacto con otras culturas, la aparición de nuevos problemas, el surgimiento de una inteligencia cada vez más crítica, la influencia de grandes maestros espirituales, que fueron todos ellos renovadores de una tradición dada, mostraron su fragilidad. La tradición no basta para fundar un sistema normativo, en un mundo cambiante. El préstamo de dinero con interés, que estuvo moralmente prohibido en la Edad Media porque se consideraba usura, fue aceptado por el cristianismo cuando cambiaron las estructuras económicas, y en la actualidad hasta el Vaticano tiene un Banco. La menstruación se consideró durante siglos una impureza, hasta el punto de que una mujer durante ese período no podía tocar los ornamentos eclesiásticos. Cuando se conocieron sus mecanismos fisiológicos, cambió la evaluación. Durante siglos se prohibió que los hijos naturales pudieran acceder al sacerdocio, hasta que se comprendió la injusticia de tal disposición.
La sensatez fue imponiéndose muy poco a poco. De la misma manera que en campo jurídico hubo que inventar unas normas más allá del Derecho de cada nación para poder comerciar entre naciones, y así apareció un derecho de gentes, también se fueron seleccionando algunas de las normas de comportamiento que resultaban válidas en todas las culturas. Fue fácil encontrar reglas comunes: matar, robar y mentir son acciones consideradas generalmente malas en todas las sociedades. Pues bien, llamo ética a esa moral transcultural, universal.
La ética fue consolidándose, y se hizo con frecuencia inmoral, es decir, tuvo que negar la validez de algunos principios morales. La lucha contra la discriminación, contra la tiranía, contra la esclavitud, contra el carácter sagrado de los reyes, tuvo siempre que enfrentarse a mitos de legitimación implantados en la moral de una sociedad. La ética –resultado de esa tarea renovadora- constituye un gran progreso del existir humano... Un modelo ético de inteligencia aprovecha, purifica, sitúa en su propio lugar, tanto la lógica profana como la lógica sagrada, tanto la ciencia como la religión, tanto las verdades privadas como las verdades intersubjetivas. La ética es la encargada de redactar las constituciones que legitiman ambas ciudadelas. Está por ello más allá de lo profano y lo sagrado»

José Antonio Marina. Dictamen sobre Dios, Anagrama, Barcelona, 2001, pag. 184-5

1. Explique por qué distingue Marina lo moral de lo ético.
2. ¿Por qué la ética tiene una condición trascendental?
3. ¿En qué sentido es correcto hablar de la universalidad de la ética?
Cuestiones
1. ¿A qué retos se enfrenta hoy la filosofía política? (cfr. Manual 3.4.2, pg. 71) ¿Tiene uno de ellos que ver con el pluralismo cultural? ¿Por qué?
2. ¿Por qué el racismo o la xenofobia carecen hoy de fundamento científico?
3. ¿Cuáles son los peligros del relativismo cultural? Cfr. Manual 6.5. (pg. 129).
4. ¿Qué objetivos se propone el interculturalismo? Distíngalo del multiculturalismo.
5. ¿Es mala la globalización? Ventajas e inconvenientes.
6. ¿Por qué, según Adela Cortina, el problema no es tanto la xenofobia sino la "aporofobia"? (Cfr. tx. pg. 130).
7. ¿Es el nacionalismo incompatible con el cosmopolitismo? ¿En qué sentido?