¿Cuál es la primera pregunta que trata de contestar la Filosofía? Según hemos introducido parece ser que es la cuestión del origen y del sentido del Cosmos la que da inicio al pensar racional o Logos. Frente al mundo azaroso de los Mitos, el ser humano necesitaba (y sigue necesitando) aportar seguridad a su mundo, encontrar una explicación permanente de los cambios que observaba. Pero de nada nos serviría fijar ese origen del Cosmos si primero no nos situamos a nosotros mismos dentro del engranaje que vamos a desentrañar. Hemos de comenzar, pues, la tarea filosófica por situar nuestro origen.
La especial constitución del ser humano, según recogían ya los Mitos (recordemos el Protágoras platónico), revela que no somos en nada parecidos al resto de seres vivos. Nuestro componente biológico-natural está reducido a la mínima expresión, por ello algunos autores han negado tal presencia en el caso humano: “el hombre no tiene naturaleza, sino sólo historia” (diría nuestro compatriota Ortega y Gasset).
¿Es eso así? ¿En qué consiste la NATURALEZA HUMANA?
Lo Natural suele presentarse como lo espontáneo, lo instintivo, lo que no es fruto de deliberación ni de artificio. Pero si pensamos qué podríamos hacer los seres humanos con semejante dotación, le tendríamos que dar la razón a Prometeo y tendríamos que jugarnos la vida para conseguir suplir nuestras carencias dentro del mundo animal. Todo lo que nos hace sobrevivir y además con un rotundo éxito frente al resto de habilidades animales o vegetales, es la creación y el desarrollo de la cultura.
Deberíamos admitir, y así lo hace la Antropología, que somos un animal cultural.
Sin embargo, no siempre se ha considerado esta caracterización como aceptable. Las razones han sido muchas, pero citemos algunas de ellas:
1. el ejercicio de la voluntad exige la necesidad de encontrar sentido a las acciones que vamos a desarrollar y la búsqueda de sentido no puede caer del lado de lo natural, que ya hemos dicho que es arbitrario y que impediría el acuerdo para encontrar Reglas y Valores que dirijan el obrar humano. La naturaleza se opone a la cultura.
2. si nos pretendemos libres, también hemos de vencer el lado natural, instintivo e irreflexivo, que nos haría dependientes de las Leyes de la naturaleza y que impediría la novedad en las respuestas que ofreciésemos a los cambios del medio. La naturaleza se opone a la cultura.
El desarrollo de la Antropología, hace un par de siglos, permitió enlazar estos dos opuestos aparentes y definirnos como animal cultural y todo gracias al estudio de la Evolución del ser humano.
Los seres humanos somos miembros de una especie biológica cuya constitución culmina en la aparición de la Cultura. La evolución del ser humano se hace en un doble sentido: de una parte, hay un proceso evolutivo que conduce hasta la especie biológica humana; de otra, hay un proceso de desarrollo cultural, que es el que nos permite regular de un modo más satisfactorio que el resto de animales nuestras relaciones con el medio físico.
Pues bien, llamaremos * Proceso de Hominización* al conjunto de transformaciones de carácter anatómico y fisiológico que se han ido incorporando al patrimonio genético de la especie humana y que va desde el primer antropoide hasta la parición del Homo Sapiens Sapiens.
Llamaremos * Proceso de Humanización* al conjunto de transformaciones que afectan a nuestra capacidad de relacionarnos con el medio (mediante la invención-fabricación de útiles), con otros humanos (nos desarrollamos socialmente) y que tiene en la capacidad de comunicarnos su principal elemento.
Lo llamativo de estos dos procesos es que se dan de forma paralela y su influencia es recíproca: no hay un avance anatómico o fisiológico que no tenga repercusiones comportamentales y, por lo tanto de desarrollo cultural, y no hay avance cultural que no signifique una adaptación anatómica o fisiológica en la cadena evolutiva de los homínidos (una cerebración mayor hace posible la fabricación de útiles mejores, y ésta, a su vez, actúa sobre la evolución favoreciendo la selección natural de los individuos más cerebrados).
Mis agradecimientos en la confección de este pequeño artículo al blog del compañero Francisco Tejero.
Algunos enlaces que os pueden resultar de utilidad son:
http://profeblog.es/paco/
http://profeblog.es/blog/flu/
http://www.portalplanetasedna.com.ar
Lecciones de Filosofía. José Biedma López de Úbeda, Doctor en Filosofía y ciencias de la educación (Universidad de Granada, España)
martes, 20 de octubre de 2009
jueves, 1 de octubre de 2009
Ardi
En una edición especial de la prestigiosa revista Science, un equipo internacional de científicos ha descrito minuciosamente a Ardipithecus ramidus, una especie homínida que vivió hace 4.4 millones de años en el territorio que ocupa la Etiopía actual.
Los restos paleontológicos son de una hembra de 1,20 y 50 kilos de peso, que trepaba con facilidad a los árboles y andaba de forma bípeda en los claros de bosque, sin apoyar los nudillos de las manos, como hacen los chimpancés.
Los científicos creen que el último antepasado común de los monos antropoides (chimpancé, gorila, orangután...) y de los homínidos, vivió en África hace más de seis millones de años, desde entonces, homínidos y chimpancés hemos evolucionado independientemente.
Los restos de Lucy, la Australopiteca africana que pasaba por ser la madre más antigua de la humanidad actual, son un millón de años más jóvenes que los de Ardi. ¿Es Ardi la abuela de la humanidad actual?
Texto para comentar
"En contra de la creencia popular, el bipedismo no evolucionó para que las manos quedasen libres para la fabricación y uso de herramientas (un ejemplo del antiguo pensamiento teleológico no aceptado por los científicos). De hecho, la postura erguida precedió a la fabricación de útiles en al menos dos millones de años. Es más, Ardi, el celebrado y bien conservado especímen de Ardipithecus ramidus, parece que caminaba erguido hace ya 4,4 millones de años y quizá podría decirse lo mismo de Sahelanthropus tchadensis, mucho más antiguo. La bipedación, un comportamiento social cada vez más complejo, la fabricación de herramientas, el incremento gradual del tamaño corporal y los cambios dietéticos formaron un complejo adaptativo que potenció la supervivencia y la reproducción en el medio cambiante africano. El uso controlado del fuego tuvo un gran impacto en la dieta de nuestros antepasados y ayudó a que nuestra especie colonizara los continentes principales...".
Olli Arjamaa y Timo Vuorisalo. "Genes, cultura y dieta". Investigación y Ciencia, junio 2010, pg. 71.