Esferas celestes. Wikipedia |
La forma abovedada del cielo en una noche clara, el movimiento aparentemente circular de las estrellas, la forma circular del Sol y de la Luna. Jenófanes de Colofón (560-478) propuso un solo Dios con forma de esfera. Desde entonces la esfera es figura primordial en las cosmologías y guiará el pensar científico, filosófico y religioso a lo largo de siglos.
Pitágoras (c. 570- c. 490) introdujo armonía en las revoluciones de los orbes celestiales. El Ser de Parménides (n. c. 530-515-?) es semejante a una esfera bien redondeada, igual en todas direcciones a partir del centro, sin huecos. Los discípulos de Pitágoras sostuvieron la esfericidad de la Tierra y la circularidad de nueve tipos de movimientos astrales, a los que añadieron por la perfección y prodigio de la Década el de una anti-Tierra protectora. Ya Filolao (480-400) destrona a la Tierra del trono central del universo para otorgársela al Fuego.
Platón recoge la idea de la esfera como la más perfecta de las figuras, la más conveniente y apropiada a la naturaleza. El Demiurgo redondeó el mundo hasta hacer de él una esfera, la más semejante a sí misma de las figuras y por tanto lo más bello. El dios de Platón se mueve y mueve el mundo haciéndolo girar sobre sí mismo alrededor del mismo punto en un movimiento uniforme y circular.
Esta primacía de la esfera, asumida también por los peripatéticos, obligará a la astronomía antigua a complicar el movimiento de los planetas con epiciclos para "salvar las apariencias o fenómenos". El Almagesto del matemático, geógrafo, químico y astrónomo alejandrino Claudio Ptolomeo (fallecido a finales del siglo II) ofrecerá durante siglos la mejor y más completa imagen de lo que pasa en los cielos (Hè Megalè Syntaxis). Su modelo geométrico era capaz de predecir las posiciones futuras de los planetas y trazó órbitas excéntricas en contraposición a las circulares y perfectas de Platón y Aristóteles.
Agallas esféricas en una encina, foto JBL |
A pesar de que el geocentrismo del modelo ptolemaico casaba bien con las leyendas del Génesis bíblico, entre los cristianos hubo disidentes del Almagesto como el monje Cosmas Indicopleustes (s. VI), quien en su Topographica christiana propuso la idea de un mundo plano y de los cielos como un tabernáculo, una caja con tapa curva. Comas estigmatiza la esfericidad celestial y terrenal como un cuento pagano (no obstante, las referencias geográficas e históricas de Cosmas fueron consideradas confiables por Edward Gibbon). Veda el Venerable mantendrá la esfericidad de la Tierra.
Los astrónomos árabes recogieron la cosmología de Tolomeo (a ellos se debe el título y conservación del Almagesto). Así, Al Battani, Al Farabi, Ibn al-Haytam (apodado Tolomeo II) y Avicena (980-1032) se figuran el universo como diez esferas con sus diez almas motoras y sus diez inteligencias. Averroes (1126-1198), el Comentador de Aristóteles, atribuye a las esferas celestes, incorruptibles y eternas, el movimiento perpetuo circular y perfecto.
La Escolástica, en su plenitud durante el siglo XIII, conservó la consideración metafísica de la esfera y el movimiento circular como prototipo físico de perfección. Tomás de Aquino le atribuye el movimiento circular al mismísimo Cristo, porque tal movimiento es el que produce un mínimo de alteraciones. En la Divina Comedia (1304-1321) "el gran plan del Universo" está diseñado como una esfera. Más allá de las esferas cristalinas, los católicos colocan el Empíreo, sede de la Divinidad en reposo perfecto, más allá del "primun mobile" (9ª esfera).
San Buenaventura de Bagnoregio (1221-1274), un místico que no renunciaba a la razón, se adelanta a la teoría del ser de Cartesio y Malebranche combinando intuición y raciocinio. Pascal lo repetirá al deducir la idea de Dios de la del Ser... El franciscano Doctor Seráfico escribe:
"Como el ser purísimo y absoluto es eterno y presente, abraza y penetra toda duración, siendo a la vez centro y circunferencia. Como es simple y grande, está todo entero en todo y fuera de todo, de suerte que es esfera inteligible, cuyo centro se halla en todas partes y la circunferencia en ninguna".
Gotas, foto JBL |
Peter Sloterdijk cita en el Prólogo de sus Esferas III. Espumas. Esferología plural (2004) a Nicolás de Cusa (1401-1464) para el cual Dios sería el ser implícito máximo como centro atómico, esencia de la esfera universal concentrada; y como ser explícito máximo desplegado en la esfera-todo, Dios está presente en cada uno de sus puntos, equidistantes de Sí mismo.
Copérnico (1473-1543) recibe en su lecho de muerte un ejemplar de su obra: De revolutionibus orbium coelestium. Aunque se tenga por cesura de la historia de la ciencia y de la filosofía su planteamiento heliocéntrico, en el libro I de De revolutionibus afirma tanto la esfericidad de la Tierra como la del mundo, que la Tierra con el agua forman un globo, que el movimiento de los astros es en general circular, regular y perpetuo. En Tycho Brahe (1546-1601) prevalecen igualmente las órbitas circulares.
Los óvalos de Kepler (1571-1631) distorsionarán el sueño de la eterna armonía de las esferas, el mismo Kepler al afirmar que los datos le imponen la forma oval de las órbitas planetarias añade que solamente ha encontrado "una carreta llena de estiércol: el óvalo". Al final describirá las órbitas planetarias como trayectorias ovales perfectamente elípticas. Puede que con Kepler las esferas y el círculo pierdan privilegios cosmológicos y epistémicos; no obstante Galileo (1564-1642) ignoró las tres leyes de Kepler y defendió hasta su muerte la circularidad de los movimientos celestiales, lo que no le impidió describir el movimiento de los proyectiles como semiparabólicos.
Francis Bacon (1561-1621) ya se burla de aquellos que piensan que todos los movimientos celestes se llevan a cabo mediante círculos perfectos inventando ad hoc excéntricas, epiciclos y demás extravagancias. Bacon apuesta por un movimiento regular multiforme.
Puede -como afirma A. Koestler- que con las leyes de Kepler se pusiera fin a la obsesión por las esferas que giran sobre esferas, pero ello no impedirá que el idealismo alemán culmine en el círculo de sentido hegeliano, un panlogismo que tiene por principio y fin la idea que se aliena en la naturaleza y regresa circularmente a sí, a través de la creación libre: religión, arte y filosofía.
También la hermenéutica hizo del círculo un recurso explicativo, descriptivo o dialógico, que hace posible la intelección, si bien este puede tomar una forma abierta y espiraloide. F. Schleiermacher (1768-1834) hablaba de una esfera o círculo para designar la reciprocidad entre el todo y lo singular, entre lo general y lo especial en que se mueve la comprensión. La precomprensión del todo contiene la precomprensión de lo singular. A efectos prácticos texto y contexto forman una unidad, lo mismo que el viviente y su entorno.
Esquema hermenéutico espiraloide |
En 1921, Moritz Schlick no tuvo reparo alguno en llamar a su grupo de científicos y filósofos Wiener Kreis, el Círculo de Viena, que se disolvió en 1936. Concebía la filosofía como la disciplina encargada de distinguir lo que es ciencia de lo que no, como una epistemología crítica y como elaboradora de una lógica común a todas las ciencias (empirismio lógico o neopositivismo).
Introducción a las espumosas esferas de Sloterdijk
Las esferas de Sloterdijk distan de ser figuras geométricas, primero y fundamentalmente porque no son sólidas, y segundo porque no cabe suponer que su simetría sea perfecta. Su reflexión es bio-sófica, y la vida se desarrolla multifocal, multiperspectivista y heterárquicamente. Concebidas como espacios humanos (parejas, grupos, comunidades, vecindades, sociedades, pueblos, naciones...) ofrecen sistemas de inmunidad o "invernaderos" protectores, tanto reales como imaginarios y surreales, en un mundo concebido como contexto (entorno) de posibilidades de acceso.
Sloterkijk asume "la muerte de Dios" predicada por Nietzsche y con ella la implosión del monocentrismo metafísico por causas endógenas; "la imposible metafísica del Uno envolvente". Por eso, aspira a recuperar el pluralismo prematafísico de las ficciones del mundo (mitología) más allá del pathos nihilista (pospesimismo). Si la esfera Uno ha estallado, ¡las burbujas, globos y espumas viven! No renuncia a concebir nuevos ideales de vuelos más discretos con "atenuado optimismo cognitivo".
Lo compacto de las esferas de Sloterdijk es invadido por lo hueco, por eso son precarias, ligeras, poco fiables y cambiantes, como frutos bastardos de la materia. Sueños son también espumas, castillos en el aire, como las sutiles y gentiles pompas de jabón machadianas. Pero no son meras efervescencias almibaradas de la subjetividad romántica que revientan en nada. Por el contrario, la "afrosferología" de Sloterdijk las supone tan fértiles como el esperma de Urano que calló en el mar griego y de cuya espuma nació Afrodita.
La interpretación de la espuma aspira a ser una ontología política de los espacios interiores animados, de las unidades civilizatorias, situando lo más frágil como corazón de la realidad. La misma vida tomó su más ancestral forma en una escultura tensionada de tegumento pelicular, en geometrías trágicas que se diversificaban y ganaban una posición en oposición al exterior. La vida nació de la espuma del agua turbia del océano primitivo, cada bacteria, cada célula, con un interior propio conformado bajo leyes esféricas. Así lo orgánico es condensación y encapsulamiento esférico, membranas con formas de globo. Cada mónada nacida de la espuma es una forma más un contenido energético. Por eso el misterio de la vida no puede separarse del misterio de la forma.
La sociedad es también como el organismo un agregado de microesferas de diferente formato que limitan unas con otras sin ser ni totalmente accesibles ni totalmente separables, medio transparentes y medio opacas, multiplicidad ilimitada de modos de existencia sensible en entornos estructurados con sentido...
Nota bene
Para esta síntesis divulgativa me ha sido de gran utilidad el artículo de José L. Álvarez García y Rosalía Diadura Sanz "La esfera y el círculo en la historia" (UNAM). El texto de San Buenaventura es citado por Emilia Pardo Bazán en su muy erudita y bien escrita monografía sobre San Francisco de Asís y la cultura de su siglo.