jueves, 20 de noviembre de 2008

Entre el dogmatismo y el nihilismo

La tesis fundamental de esta entrada es que la filosofía se construye entre el dogmatismo y el nihilismo.
'Dogma' es palabra de origen griego y significa "parecer", "decisión", "decreto". Los "fieles" no deben poner en duda un "dogma de fe", so pena de apostatar de su religión o credo. Pero, más generalmente, nos referimos al dogmático como a aquella persona que se cree en posesión de la verdad. Si está tan segura de que su parecer es el único parecer correcto, ya no busca, no filosofa, ni siquiera dialoga buscando apropiarse de una perspectiva ajena que enriquezca la propia. Con un dogmático (o con un fanático) es imposible la discusión racional. Así que la actitud dogmática destruye la dialéctica filosófica, puesto que la actitud filosófica es más bien -como la definió Popper- la de una búsqueda interminable, y el dogmático no se molesta en buscar, ni solo ni con los demás, lo que cree haber encontrado ya (la verdad completa, definitiva).
Peor la verdad es -como decía Nietzsche- una "hembra esquiva", y -aunque se deje querer- no se deja dominar ni poseer por nadie. También el auténtico espíritu científico es contrario al dogmatismo. Y la historia confirma que el dogmatismo ha sido enemigo del avance científico. Las ciencias y las artes no evolucionarían ni inventarían si se acomodaran dócilmente a este o aquel dogmatismo (religioso, estético o político).
La actitud del que -al revés que el dogmático- no se cree nada (o dice no creer nada) es la actitud del escéptico. Diversos tipos de escepticismo pueden coexistir con la filosofía, pero si el escepticismo es demasiado radical o exagerado, entonces también asesina o disuelve la filosofía. A esto le llamamos "nihilismo", del latín 'nihil', nada. El nihilista afirma: nada es verdad, bien porque no hay una realidad esencial y permanente que podamos conocer (nihilismo ontológico), bien porque no podríamos conocerla si existiese dicha realidad, bien porque no podríamos comunicarla unívocamente aun existiendo una realidad permanente y siendo su conocimiento posible, si lo fuese. El primero en argumentar a favor de estas posiciones tan destructivas fue Gorgias de Leontini. Y su posición no merece ser despreciada a la ligera sin haberla pensado en profundidad...
Evidentemente, si no hay realidad ni verdad que desvelar, la actividad filosófica -y científica- se vuelven del todo inútiles. Sólo hay que acomodarse a las apariencias, o tener por cierta la forma más agradable o placentera, acomodarse a la opinión pública, a las creencias populares, a los prejuicios de la tribu (sobre todo si uno aspira a convertirse en cacique)...
El escepticismo extremista, el nihilismo, resulta lógicamente insostenible. En efecto, si nada es cierto, tampoco la proposición "nada es cierto" será cierta. O, dicho de otro modo, si todo es mentira, también será mentira la proposición "todo es mentira". Así que el nihilismo resulta autoinvalidante, niega lo que supone, o da por hecho lo que niega. En el fondo, podríamos decir (y con ello cerramos el círculo) que el nihilismo es un tipo de dogmatismo negativo, y que el dogmatismo es un tipo de nihilismo ingenuo. El nihilismo se desautoriza a sí mismo, como esa chapa que llevaba un amigo mío y en la que decía: "prohibido llevar chapas".
¿Todo por descubrir? ¿Nada que descubrir? Ambas posiciones resultan paralizantes. La tecnociencia descubre todos los días realidades nuevas, remedios nuevos, nuevas posibilidades para el desarrollo de las aptitudes humanas, pero a medida que la comprensión y la explicación ganan terreno, la inteligencia humana también descubre lo mucho que nos queda por comprender y saber. La inteligencia, a la vez que amplía sus posibilidades creadoras, descubre sus limitaciones y carencias. Sólo los necios presumen de sabios. Por ejemplo, la inteligencia descubre que somos un misterio para nosotros mismos, que ni siquiera comprendemos el funcionamiento de nuestro cerebro. Por eso, con todo derecho, ante el profundo misterio inicial y final de las cosas, podemos exclamar: Ignoramus et ignorabimus. Pero esa constatación de que siempre habrá realidades inescrutables, inaccesibles para el conocimiento humano, no debe paralizarnos; la ingente tarea de la ciencia no debe desalentarnos pues, en general, el conocimiento nos hace más capaces y mejores.


Algunas cuestiones y actividades complementarias

1. ¿Podemos vivir sin creer en nada?
2. Estudie algunos casos históricos en que el dogmatismo ha frenado u obtaculizado los avances de la ciencia (caso Galileo, caso Lysenko...).
3. ¿Por qué la tesis nihilista resulta lógicamente autoinvalidante?
4. Ya sabrá que el pragmatismo sostiene que una proposición es más verdadera que otra si de ella se siguen consecuencias más útiles. ¿No será el pragmatismo una especie de escepticismo, incluso de nihilismo?
5. Busque información sobre el gran sofista Gorgias de Leontini. ¿Dónde, cómo y por qué expuso él sus argumentos contra el ser, el conocer y el comunicar?
6. ¿Influyen nuestros estados de ánimo en lo que tomamos por probable, dudoso, cierto o verdadero?
7. Anote en su cuaderno el concepto griego de la verdad (aletheia) como descubrimiento (cfr. 3.1, pg. 42 del manual).

Investigación complementaria: Estudie la posición del dramaturgo y pensador Václav Havel sobre el fanatismo y la trascendencia. Escriba una breve semblanza sobre quien llegó a ser presidente de Chequia, refiriéndose a su contexto histórico. ¿Es la postmodernidad una especie de escepticismo?
http://signamemento.blogia.com/2009/022402-trascendencia-antidogmatica.php

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