miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sublimación

Lo sublime como categoría estética y literaria


Aunque su autoría resulte discutible, se suele atribuir a Casio Longino (muerto en 273 d. C), maestro de retórica en Palmira y ministro de la emperatriz Zenobia, el tratado De lo sublime. Lo sublime está en la desmesura mesurada, comedida. La fuerza de la pasión, la vehemencia de las emociones, lo grandioso de la tragedia humana y del poder divino, lo que sobrecoge y pasma, eso es la fuente natural de lo sublime. Lo sublime no se coloca al lado de lo bello y útil, sino al lado de la gran literatura y la naturaleza extraordinaria, como el rayo, al lado de lo superabundante, de la exuberancia de la fuerza casi inútil o más que útil. La creación de lo sublime eleva al hombre al nivel de los dioses.

Lo sublime y el bello sexo

“La noche es sublime, el día es bello. En la calma de la noche estival, cuando la luz temblorosa de las estrellas atraviesa las sombras pardas y la luna solitaria se halla en el horizonte, las naturalezas que posean un sentimiento de lo sublime serán poco a poco arrastradas a sensaciones de amistad, de desprecio del mundo y de eternidad. El brillante día infunde una activa diligencia y un sentimiento de alegría. Lo sublime conmueve, lo bello encanta”… “Lo sublime ha de ser siempre grande; lo bello puede ser también pequeño. Lo sublime ha de ser sencillo; lo bello puede estar engalanado”… “La inteligencia es sublime; el ingenio, bello; la audacia es grande y sublime; la astucia es pequeña, pero bella”

Con estas y otras contraposiciones, distingue Kant el sentimiento de lo sublime del sentimiento de lo bello en un encantador tratadito publicado en Königsberg, en 1764.

Más que estética, en esta obra se tratan cuestiones psicológicas y morales con la agudeza y profundidad de un grandísimo filósofo. “La amabilidad –escribe Kant- es la belleza de la virtud. La solicitud desinteresada es noble. La cortesía y la finura son bellas. Las cualidades sublimes infunden respeto; las bellas, amor”.

En el capítulo III trata sobre la diferencia entre lo sublime y lo bello en la relación recíproca de ambos sexos. Afirma entonces que "la mujer tiene un sentimiento innato para todo lo bello, bonito y adornado. Ya en la infancia se complacen en componerse, y los adornos las hacen más agradables. Son limpias y muy delicadas para lo repugnante. Gustan de bromas, y les distrae una conversación ligera, con tal de que sea alegre y risueña. Tienen muy pronto un carácter juicioso, saben adoptar aire fino y son dueñas de sí mismas, y eso a una edad en que nuestra juventud masculina bien educada es todavía indómita, basta y torpe. Muestran un interés muy afectuoso, bondad natural y compasión; prefieren lo bello a lo útil, y gustan de ahorrar de superfluidades en el sustento para sostener el gasto de los vistoso y de las galas. Son muy sensibles a la menor ofensa y sumamente finas para advertir la más ligera falta de atención y respeto hacia ellas. En una palabra, representan dentro de la naturaleza humana el fundamento del contraste entre las cualidades bellas y las nobles, y el sexo masculino se afina con su trato. (…) El bello sexo tiene tanta inteligencia como el masculino, pero es una inteligencia bella; la nuestra [la masculina] ha de ser una inteligencia profunda, expresión de significado equivalente a lo sublime.”

Lo contrario de lo bello es lo repugnante; y lo contrario de lo sublime, lo ridículo. El español tiende a caer desde lo sublime a lo ridículo, como el Quijote de Cervantes.

Sublimación

En psicoanálisis, se entiende por sublimación un proceso según el cual la energía sexual (libido) no satisfecha se canaliza en forma de actividad constructiva y creadora, desplazando el objeto del deseo y sustituyéndolo por un comportamiento de otra naturaleza.

El término es aplicado por Freud a un grupo de procesos inconscientes que tienen en común que “como resultado de la privación interior o exterior, la aspiración de objeto de la libido pasa por un rodeo más o menos completo, una modificación o inhibición. En la gran mayoría de casos, la nueva aspiración es distinta o alejada de la satisfacción sexual; por ejemplo, es una aspiración asexual o no sexual” (E. Glover, cit. por Marcuse en Eros y civilización, cap. 10, n. 11).

El siguiente epigrama de Ernesto Cardenal expresa bien un proceso semejante:

Me contaron que estabas enamorada de otro
y entonces me fui de mi cuarto
y escribí ese artículo contra el Gobierno
por el que estoy preso.

La desviación de la libido hacia actividades culturales útiles tiene lugar después del periodo de la primera infancia, no tiene por qué tener una fuente represiva e implica la erotización del organismo entero.

“La sublimación no es siempre la negación de un deseo; no siempre toma la forma de sublimación contra los instintos. Puede ser sublimación por un ideal. Así, Narciso ya no dice: ‘Me amo tal como soy.’ Dice ‘Soy de tal manera que me amo’” (Gaston Bachelard. L’Eau et les Rêves).

Pero como un fenómeno individual aislado, la libido narcisista es neurótica. Una neurosis aísla; una sublimación, une. En una sublimación algo nuevo es creado –una casa, una comunidad, un poema, una herramienta- en un grupo y para el uso de un grupo. La libido puede tomar el camino de la autosublimación sólo como un fenómeno social.

Para Marcuse, el poder constructor de cultura de Eros es la sublimación no represiva. Gracias a ella, la sexualidad no es ni desviada ni apartada de su objetivo, trasciende hasta otros, buscando una gratificación más completa.

La desublimación represiva

En su crítica de la sociedad de consumo de masas (El hombre unidimensional, 1954), Herbert Marcuse expone que lo que está sucediendo no es la sustitución de la alta cultura por la cultura de masas, sino la refutación de aquella por la realidad. Lo que cuenta no es el valor de verdad, sino el valor de cambio, o sea, la mercancía. Así, el sublimado campo del alma o del espíritu del hombre interior se deshace en problemas mecánicos mejor o peor resueltos mediante operaciones y actos de consumo. Hombres y naturaleza ya no son fines encantados o encantadores, sino instrumentos y ámbitos de dominio y explotación. Citando a Roland Barthes, Marcuse afirma que ya no hay un humanismo poético. El discurso es un discurso lleno de terror.

La descripción de Marcuse es estremecedora:

“La realidad tecnológica limita el campo de la sublimación. También reduce la necesidad de sublimación”.
“La liquidación de la alta cultura es un subproducto de la conquista de la naturaleza y de la progresiva conquista de la necesidad.
"Invalidando las loadas imágenes de la trascendencia, incorporándolas a su omnipresente realidad diaria, esta sociedad demuestra hasta qué punto los conflictos insolubles se están haciendo manejables: la tragedia y el romance, los sueños arquetípicos y las ansiedades se están haciendo susceptibles de soluciones y disoluciones técnicas. El psiquiatra se ocupa de los donjuanes, Romeos, Hamlets, Faustos, conforme se ocupa de los Edipos: los cura. Los dirigentes del mundo están perdiendo sus características metafísicas. Su aparición en la televisión, en conferencias de prensa, en el parlamento y en discusiones públicas difícilmente se adapta al drama más allá de los límites de la publicidad (todavía existe el legendario héroe revolucionario que puede derrotar incluso a la televisión y a la prensa: su mundo es el de los países ‘subdesarrollados’), y en cambio las consecuencias de sus acciones sobrepasan la dimensión del drama.
"Las prescripciones para la inhumanidad y la injusticia están siendo administradas por una burocracia racionalmente organizada, que es, sin embargo, invisible en su centro vital. El alma contiene pocos secretos y aspiraciones que no puedan ser discutidos, analizados y encuestados. La soledad, que es la condición esencial que sostenía al individuo contra y más allá de la sociedad, se ha hecho técnicamente imposible. El análisis lógico y lingüístico demuestra que los antiguos problemas metafísicos son problemas ilusorios; la búsqueda del ‘sentido’ de las cosas puede ser reformulada como la búsqueda del sentido de las palabras, y el universo establecido del discurso y la conducta puede proporcionar criterios perfectamente adecuados de respuesta.
"En un universo racional que, por el mero peso y las capacidades de su aparato, cierra todo escape. En su relación con la realidad de la vida cotidiana, la alta cultura del pasado era muchas cosas: oposición y adorno, protesta y resignación. Pero era también la aparición del reino de la libertad: la negativa a participar. Tal negativa no puede impedirse sin una compensación que parece más satisfactoria que la negativa. La conquista y unificación de los opuestos, que encuentra su gloria ideológica en la transformación de la alta cultura en popular, tiene lugar sobre una base material de satisfacción creciente. Ésta es también la base que permite una total desublimación. “

El refinamiento cultural de la sexualidad, implicaba su vinculación con el afecto, su sublimación en el amor (cfr. cap X de Eros y civilización). Su desublimación trae consigo la desvinculación de la sexualidad respecto del afecto y la ternura: el sexo frío, el sexo de consumo, el sexo mercancía. Tal desublimación implica modos represivos, el resultado es por ejemplo una “localización y contracción de la libido, la reducción de lo erótico a la experiencia y la satisfacción sexual”…

Actividades y cuestiones


  1. ¿Cuáles son sus estilos estéticos favoritos?
  2. Describa el hipster como tendencia estética actual... ¿Conoce otras?
  3. Comente la siguiente sentencia: “Sobre gustos no hay nada escrito”. ¿Está de acuerdo con ella?
  4. ¿Puede ser fea una obra de arte?
  5. Distinga entre arte, artesanía y diseño industrial.
  6. ¿Qué podemos entender por bello?
  7. ¿Para qué sirve el arte?
  8. Elabore un cuadro distinguiendo lo bello de lo sublime.
  9. Ponga ejemplos de obras de arte siniestras o grotescas. Busque en Internet imágenes que sirvan para ilustrar estas categorías estéticas.
  10. ¿Cuál debe ser la función social del arte?
  11. El artista…, ¿nace o se hace?
  12. ¿Por qué se llama al cine “séptimo arte”?, ¿cuáles son los otro seis?
  13. ¿Nos proporciona el arte una “catarsis”? ¿Por qué disfrutamos viendo series y películas en la tele y en el cine? ¿Qué necesidades psicológicas satisfacemos?
  14. ¿Cuáles son los grandes géneros literarios? Distinga entre comedia, drama y tragedia.
  15. ¿Qué es la música? ¿Por qué nos gusta la música? 
  16. Comente las consideraciones de Kant sobre la sensibilidad estética de ambos sexos. ¿Le parecen sexistas? Sí, no, por qué.
  17. Explique el concepto marcusiano de desublimación represiva.
  18. ¿Qué dice Marcuse sobre la alta cultura y la cultura popular en la sociedad de consumo de masas?
¿Qué es la estética? ¿Qué, el esteticismo? ¿Es bueno el esteticismo? El arte, como representación simbólica de la realidad, ¿exige formación para ser entendido y disfrutado? Estas cuestiones se abordan en este programa de televisión de la 2... 

lunes, 15 de noviembre de 2010

PREDICABLES ESENCIALES según Pedro Simón Abril


En el Libro segundo de la Filosofía Racional (Alcalá de Henares, 1587), el humanista Pedro Simón Abril, nacido en Alcaraz, se ocupa del Género, Especie y Diferencia específica (también llamada hoy especificidad).

Por género entiende una comunidad de cosas, que son de naturaleza diferente, como el ser animal es una naturaleza genérica, que comprende debajo de su consideración muchas cosas, que son de naturalezas diferentes, como hombres, leones, caballos, bueyes, aves, pescados…



domingo, 14 de noviembre de 2010

Verdad, autenticidad y libertad

La verdad racional o razonable se puede entender como evidencia intuitiva (claridad y distinción de una idea o de una relación), como adecuación o correspondencia entre lo que pensamos o decimos y lo que acontece en el mundo (mundo externo o interno, físico o mental), o como coherencia lógica entre los distintos elementos de una estructura o de un sistema.


Pero usamos la palabra “verdad”, o el adjetivo “verdadero” para referirnos a muchas otras cosas. Por ejemplo, cuando exclamamos “¡esto sí que es un verdadero chocolate!”, refiriéndonos a un producto que contiene mucho más cacao de lo que es común; o "Messi es un verdadero crack del fútbol".
Referida a la conducta, la verdad se nos manifiesta como rectitud, autenticidad, sinceridad, fidelidad a uno mismo. Este es el concepto moral o ético de la verdad, que se patentiza por ejemplo en la expresión “el momento de la verdad” o en la declaración “la verdad os hará libres”. Uno puede instalarse en la verdad y confesarse a sí mismo lo que pasa, o instalarse en la mentira, en un mundo de fantasías halagüeñas, interesadas, huyendo de la verdad...

Hemos de distinguir también entre la verdad objetiva y los estados subjetivos de la mente respecto de la verdad: ignorancia, duda, opinión, creencia, convicción, evidencia, certeza...

La verdad se puede experimentar así como vivencia, como momento simbólico en que se nos manifiesta el ser que somos o del que participamos, en una experiencia poética. En el siguiente poema de Luis Cernuda, se asocia la verdad personal al amor verdadero, que involucra una libertad paradójica, asociada a un vínculo de dependencia…


SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
Como una nube en la luz;
Si como muros que se derrumban,
Para saludar la verdad erguida en medio,
Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,
La verdad de sí mismo,
Que no se llama gloria, fortuna o ambición,
Sino amor o deseo,
Yo sería aquel que imaginaba;
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada,
La verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdidos que el mar anega o levanta
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,
La única libertad porque muero.

Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

Los placeres prohibidos, 1931

viernes, 12 de noviembre de 2010

Imágenes y saber narrativo

Por muy elevados que no resulten los ideales y por muy intelectuales que puedan resultarnos las ideas, hay que saber y aceptar que no se puede pensar sin imágenes.
Pero ya hemos explicado que la palabra "imagen" es ambigua. Significa al menos tres cosas:

1) Percepto, impresión sensible, en la que se estructuran y amalgaman sensaciones diversas de lo presente (cualquier fenómeno).
2) Recuerdo, imagen representada o representación de lo ausente, más débil y pobre en detalles que el percepto, que puede ser tan creativa que se convierta en una perfecta fantasía.
3) Icono: imagen objetiva, estática, como un cuadro de Tiziano, un cartel publicitario o un poster de Madonna. Si el icono es venerado como algo sagrado (la imagen o la camiseta de Ronaldo, el look de Lady Gaga, por ej.), o se le atribuyen propiedades mágicas, entonces hablamos de un ídolo o de un fetiche. Y pueden congregar en torno suyo a grandes multitudes, como pasa en Lourdes o Fátima. En movimiento, las imágenes conforman el transcurrir del cine, las series de televisión, el videoclip, los anuncios publicitarios, los documentarles, etc.

La educación más elemental depende de imágenes, más que de palabras, de ejemplos vivos, más que de lecciones magistrales. Personalmente, como identidades personales, nos contituimos  más fundamentalmente en el saber narrativo que en el saber científico. Las leyendas, mitos, cuentos, relatos imaginativos, parábolas y chistes, pelis y espectáculos, conforman nuestro inconsciente y predisponen nuestra conciencia, nuestra forma de valorar, de temer y de esperar, nuestros sueños y expectativas.

Somos un animal simbólico e icónico, más genuinamente que un animal lógico. Nuestra personalidad moral, tanto consciente como inconsciente, depende de imágenes más que de razones, pues las imágenes tienen la capacidad de concretar y particularizar los valores abstractos y genéricos y, sin embargo, son polisémicas, siempre pueden significar otra cosa de lo que representan, tienen un valor simbólico: expresan y sugestionan. Las imágenes provocan vivos efectos de identificación y proyección, penetran en los fondos afectivos que activan y motivan la conducta. Las mismas palabras están cargadas de connotaciones imaginativas y a menudo depende de la escena o imagen asociada a tal o cual nombre el que lo veamos como algo positivo o negativo, "bueno" o "malo".

Sobre este importante asunto propongo tres enlaces al lector atento:
  •  una entrada del curso 2008 sobre La Sabiduría (e insidia) de los cuentos.
  • una presentación tipo power point que resume lo principal.
  • el texto de una conferencia pronunciada en Jaén y publicada en El Toro de Caña 10, una revista etnográfica, en 2003. Y que encontrarás en un site feminista: Todas.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿Sómos animales racionales?

“Hubo un tiempo en que no pensabas
y, si pensabas, era para reír con los amigos"
I. Gómez de Liaño. Carro de noche, 2010

Que somos animales, parece estar fuera de duda. Nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. El hambre y el deseo sexual son para nosotros apetitos tan poderosos como los que mueven al resto de nuestros congéneres animados. Pero es evidente que “no sólo de pan vive el hombre”. De la satisfacción de nuestras necesidades fisiológicas (respirar, comer, beber), nacen otras nuevas: seguridad, comodidad, afecto, popularidad, inclusión, comunicación, logro, poder, autorrealización…

Si atendemos sobre todo a por qué hacemos lo que hacemos, o sea, al fenómeno de la motivación humana, debemos aceptar que nuestra conducta está sobre todo ligada a las necesidades de nuestro organismo, a los deseos y a la afectividad: emociones, sentimientos, pasiones, gustos, caprichos, manías...

Sin embargo, al menos en España, pocos cazadores cazan para devorar a sus presas. El psicólogo Allport se percató de que las necesidades secundarias de los humanos no tienen por qué fundarse necesariamente en las necesidades primarias. Llamó a esto el principio de autonomía funcional de la motivación: ciertas actividades acaban desvinculándose de sus motivaciones originarias y autosustentándose, convirtiéndose en fin en sí mismas. Se puede beber por el placer de hacerlo, aunque no tengamos sed, y se puede estudiar por simple deleite intelectual, sin fines utilitarios. Igual, se puede “hablar por hablar”, sin que en realidad tengamos nada preciso o precioso que contarnos. Cazar, estudiar o conversar, se convierten así en actividades funcionalmente autónomas, en actos voluntarios. Para Allport, la autonomía funcional de los motivos superiores es señal de madurez del individuo adulto, que ha sabido crear su propia individualidad y puede tomar decisiones que se sustentan en sí mismas, es decir, libres.

Los niños, como los animales, tienden a hacer lo que les da la gana. El comportamiento por las ganas o desganas, el gusto o el disgusto, o sea, el comportamiento instintivo, es más primitivo que el comportamiento racional, incluso puede que los instintos conserven todavía vigor cuando la racionalidad (de una persona o de una cultura) decae. Cuando adquirimos el uso de razón, organizamos nuestra conducta de acuerdo a fines que la sociedad o nosotros mismos estimamos convenientes: de acuerdo a fines valiosos. Esto exige un cálculo racional. Aprendemos así a hacer lo que no nos da la gana: por ejemplo, nos conformamos comiendo una fruta, en lugar de atiborrarnos con un gran trozo de tarta, en razón de que sabemos que la primera es mejor para la salud y engorda menos… Tal vez por eso, Unamuno llamó a la voluntad "noluntad": capacidad de decir(se) no. El conocimiento es también –para los humanos- un elemento motivador. Tolman ya señaló en 1937 que lo que motiva nuestra conducta son, al menos en parte, nuestras expectativas, nuestros sueños e ilusiones racionales. El ser humano no se comporta sólo por lo que es naturalmente, un animal con instintos y emociones, sino que aprende a regular sus apetitos y afecciones anímicas en función de lo que aspira social y culturalmente a ser: un animal racional o, por lo menos, razonable.

En este sentido, es legítimo definir al ser humano como un animal racional. Se trata de una definición proversiva, de un ideal de conducta universalizable.

Ha habido filósofos (tal que David Hume) que han negado el papel activo de la razón y del conocimiento. Para Hume, la razón puede distinguir entre lo verdadero y lo falso, pero no entre lo bueno y lo malo. Así, el conocimiento de lo nocivo que resulta el tabaco no me impedirá seguir fumando, hasta que no encuentre un motivo o emoción que me fuerce a hacerlo, por ejemplo, el miedo a la bronquitis crónica o al cáncer. Como dijo el príncipe Hamlet, el famoso personaje de una tragedia de Shakespeare: es el miedo lo que nos hace a todos prudentes, no la razón. Por eso concluia Hume que “la razón es y debe ser esclava de las pasiones”.

Sin embargo, en nuestros días, el filósofo norteamericano John Searle (Razones para actuar, 2000) ha sostenido con poderosos argumentos el papel activo de la razón en nuestra toma de decisiones, defendiendo asimismo que la racionalidad, como fenómeno biológico y, por ello, universal, no está necesariamente ligada a una cultura o visión particular del mundo. Al contrario que los simios (nuestros parientes cercanos), nosotros podemos considerar razones y tomar decisiones con independencia de nuestros deseos. Incluso es posible que esas razones sirvan de base para los deseos y motiven sentimientos… V. gr., si creo que alguien vale por lo que hace, es fácil que acabe tomándole afecto o admiración. Nuestras creencias -sobre todo si son coherentes y adecuadas- son poderosos estímulos e incentivos para actuar. La razón no es un simple instrumento de cálculo, sino que también propone y elige fines, escoge a sabiendas entre conductas alternativas, juzga, descubre razones para la acción, independientes del deseo, y hasta crea motivos utópicos, incluso quiméricos.

La racionalidad puede entenderse así como una opción de la voluntad, como una elección del espíritu. Los apetitos y necesidades actúan consciente o inconscientemente. La razón exige conciencia. En realidad, es el yo el que actúa consciente, racionalmente. Por eso los motivos del yo difícilmente pueden ser, al menos conscientemente -sin autoengaño- irracionales.

Claro que tamibén existe la debilidad de la voluntad, el momento en que dejamos de comportarnos como animales racionales, para volver a hacer el bestia o darle gusto al cuerpo…

Comente:


1) “Le coeur a ses raisons que la raison ne connait pas”
                                        Blaise Pascal

2) "Los hombres atienden a su sentimiento y a su interés pero les gusta imaginarse que siguen a su razón; por ello buscan, y encuentran siempre, una teóría que, a posteriori, proporciona un cierto barniz lógico a sus acciones. Si se pudiera reducir científicamente a la nada esta teoría, se llegaría simplemente a que otra teoría sustituiría a la primera, para alcanzar el mismo fin; se servirían de una forma nueva, pero las acciones seguirían siendo las mismas. Por ello, hay que dirigirse necesariamente al sentimiento y al interés para hacer actuar a los hombres y para hacerlos seguir el camino que se desea."
Vilfredo Pareto. Manual de economía política, II, epígrafe 108.

sábado, 6 de noviembre de 2010

La concepción semántica de la Verdad

Los pensadores idealistas -como Hegel- tienen a pensar la verdad como coherencia o consistencia de un sistema de conocimientos o de cálculo, mientras que los filósofos realistas –como Aristóteles o el último Russell- prefieren definir la verdad como correspondencia del pensar o del decir con los hechos.

Nosotros podemos concluir que tanto la coherencia de nuestras convicciones como la adecuación del entendimiento con la realidad son dos propiedades esenciales –e ideales- de la Verdad.

Una teoría recursiva de la verdad

En 1931, Alfred Tarski, un lógico polaco, presentó a la Sociedad Científica de Varsovia un artículo que se hará famoso: “El concepto de verdad en los lenguajes formalizados”. Tarski se planteaba el viejo problema filosófico de la verdad en términos de rigor matemático, obteniendo como resultado una teoría extensional de la verdad que ha dado lugar al desarrollo de la moderna semántica lógica, y que parece restaurar la venerable doctrina aristotélica de la verdad como correspondencia (adaequatio rei et intellectus).

Lo que sostiene Tarski es lo siguiente:

1) La noción de “verdad de un enunciado” no es absoluta, sino relativa a un lenguaje L, en cuyo marco se mueve el enunciado.

2) El predicado “verdadero”, como cualquier otra categoría de la semántica lógica, no pertenece al lenguaje objeto (el que usamos para referir al mundo), sino al metalenguaje o lenguaje en el cual se habla de otro lenguaje, como cuando digo: “el enunciado ‘el gato es un felino doméstico’ es verdadero”.

3) Como el lenguaje ordinario no puede distinguir entre lenguaje y metalenguaje produce contradicciones, tales como la paradoja del mentiroso: si un mentiroso dice que miente, ¿miente? (si miente dice la verdad; y si dice la verdad, miente, por tanto dice la verdad, etc.), por lo que la construcción de una definición rigurosa del concepto de “enunciado verdadero” resulta posible tan sólo en los lenguajes formalizados, o sea en lenguajes “artificiales” en los que el sentido de toda expresión está inequívocamente determinado por su forma.

Tarski afronta tal definición rigurosa de “verdad de un enunciado” con la ayuda del concepto semántico auxiliar de satisfacción, que construye previamente mediante técnicas recursivas y que tiene un origen matemático. Así, en la ecuación “x + 1 = 4” se asigna a la variable x el valor 3, y se dice que esta asignación de valor a x satisface esa ecuación.

Lo interesante aquí es que podemos extender este uso a la lógica y a la teoría del lenguaje en general. Supóngase la función enunciativa “x es una hortaliza”. Si se asigna en dicha función a x el valor “zanahoria”, resultará la expresión “La zanahoria es una hortaliza”, que satisface la función, que así se torna en un enunciado verdadero.

Satisfacción y verdad lógica

Dada una fórmula A y un universo U, se dice que una interpretación I satisface a esa fórmula si como resultado de la interpretación dicha fórmula se convierte o puede convertirse en un enunciado verdadero.

La relación de satisfacción es una relación semántica que abreviamos: I Sat A, y leemos: "La interpretacón I satisface a la fórmula A".

Si A es una fórmula atómica (simple), la definición recursiva de satisfacción es la siguiente:

Si A es una predicación, es decir, A = Ra1, a2 …, an (n ≥1), entonces I Sat Ra1, a2 …, an si y sólo si la relación objetiva n-ádica R* conviene a la secuencia objetiva [a*1, a2 …, a*n]. Los símbolos individuales a1, a2an son constantes. Entendidos como parámetros, habrá que especificar que la secuencia objetiva correspondiente puede ser cualquiera.

Hoy en día, la noción semántica de verdad es tratada también en conexión a la noción de modelo.

Verdad y modelo

Cuando una interpretación I satisface una fórmula A para toda secuencia objetiva, suele decirse que esa interpretación es un modelo M de A. Ello se puede indicar escribiendo I Mod A, lo que se lee: "I es modelo de A".

Ahora se puede definir la noción de verdad o validez relativamente a una interpretación y un universo. Una fórmula A es verdadera o válida bajo una interpretación I y para un universo U, si y sólo si esa interpretación lo satisface para toda secuencia objetiva, es decir si esa interpretación es modelo suyo: A ε V si y sólo si I Mod A.

El hecho de que una interpretación satisfaga una fórmula o un conjunto de fórmulas no es razón suficiente para que se diga que es modelo de ella. Para que una interpretación sea modelo de una fórmula o de un enunciado, es preciso que la satisfaga para toda secuencia objetiva, es decir: que no admita un solo ejemplo en contra.

Satisfacibilidad y verdad lógica

Un enunciado o una fórmula A es llamada satisfacible si hay al menos en algún universo una interpretación que la satisfaga. Un proposición o una fórmula A es insatisfacible si bajo ninguna interpretación en ningún universo es satisfacible.

Por ejemplo, la fórmula ^x (Px -> Qx) (Para todo x, si P se dice de x, entonces Q se dice de x) es satisfacible. Basta imaginar que P denote el conjunto de los gatos y Q el conjunto de los felinos. En cambio la fórmula: Px & ¬Px (P se dice de x y al mismo tiempo no-P también se dice de x), es insatisfacible, por contradictoria, es decir, se trata de un enunciado que no puede ser verdadero en ningún mundo posible.

La satisfacibilidad llevada a su extremo es la validez necesaria o verdad lógica. Se dice que una fórmula o un enunciado son lógicamente verdaderos o universalmente válidos si esas fórmulas son verdaderas bajo toda interpretación y en cualquier universo no vacío. Este es el caso de enunciado analítico o lógicamente necesario, tal como A -> A, pues resulta verdadero no sólo en este mundo, sino en todos los mundos posibles. Es lo que Leibniz llamó verdades de razón, como contrapuestas a las verdades de hecho, pues las primeras no pueden ser no-verdaderas, mientras que las verdades de hecho sólo pueden ser verdaderas contingentemente, esto es, por circunstancias accidentales de este mundo, como las verdades expresadas por los enunciados históricos, tales como “César cruzó el Rubicón” o "Carlos I de España fue también emperador de Alemania".

Bibliografía
Manuel Garrido. Lógica simbólica, Tecnos, 4ª ed. 2001.

La naturaleza de la evidencia

Texto para comentar
Douglas R. Hofstadter. Gödel, Escher, Bach. Un Eterno y Grácil Bucle. Tusquets, 7ª ed. 2001, pg. 774.

¿Es posible definir qué es la evidencia? ¿Es posible formular leyes que indiquen cómo asignar un sentido a las situaciones? Es probable que no, pues toda regulación rígida tendría, indudablemente, excepciones, y no reglas. Contar con un programa IA inteligente tampoco resolvería el problema pues, en tanto que procesador de evidencia, no sería en absoluto menos falible que los seres humanos. Entonces, si después de todo la evidencia es algo tan intangible, ¿por qué estoy tan prevenido contra formas nuevas de interpretación de la misma? ¿Es que soy incoherente? No creo esto. Lo que pienso es que se pueden establecer pautas orientadoras, y luego elaborar síntesis orgánicas a partir de ellas (...), hay complicados criterios para decidir si un método de evaluación de evidencia es eficaz. Uno de ellos se refiere a la "utilidad" de las ideas que llevaron al tipo de razonamiento en cuestión: las modalidades de pensamiento que, en la vida, han conducido a la obtención de cosas útiles son consideradas, en algún sentido, "válidas". Con todo, este concepto de "útil" es sumamente subjetivo.
Creo que el proceso por el cual decidimos qué es válido o qué es verdadero constituye un arte, y que descansa a tal profundidad en un sentido de la belleza y de simplicidad que su asiento son los principios fundamentales básicos de la lógica, o del razonamiento o de cualquier otra cosa que pueda ser objetivamente formalizada. No estoy diciendo que (1) la verdad es una quimera, ni que (2) la inteligencia humana es, en principio, no programable. estoy diciendo que (1) la verdad es demasiado elusiva como para que un ser humano o cualquier grupo de seres humanos la abarque nunca en su plenitud; y (2) la Inteligencia Artificial, cuando alcance el nivel de la inteligencia humana -y también si lo sobrepasa- se verá saturada de problemas relativos al arte, la belleza y la simplicidad, y se estrellará constantemente contra estas cosas mientras ejercita su propia búsqueda de conocimiento y comprensión.