lunes, 2 de abril de 2012

El contractualismo de Locke


Este Leviatán no es el monstruo del caos de la mitología fenicia,
sino el  gigante político de Hobbes que impone orden


 Derecho a rebelarse

A los elementos que empleaba Hobbes para su modelo de Estado, Locke añade el problema adicional y fundamental de la revolución; o sea, la posibilidad de que el pueblo pueda resistirse legítimamente contra los detentadores del poder político. La reeleboración lockiana del concepto de contrato liquida históricamente el viejo sistema de dominio, introduciendo criterios de legitimidad para tal liquidación.
El referente polémico directo de los Tratados sobre el Gobierno es la doctrina patriarcal de Robert Filmer, más que el Leviatán de Hobbes. Antes bien, el pensamiento Lockiano parte del mecanismo fundamental de la lógica política de Hobbes:
“En rigor, nada puede hacer de un hombre un súbdito, excepto una positiva declaración, y una promesa y acuerdo expresos”.
Antes de esta declaración no existe ningún poder político, sino individuos en el estado de naturaleza.  Sin embargo, el concepto hobessiano de “guerra de todos contra todos” está ausente en Locke. El “estado de guerra” lockiano es una perturbación del estado natural regulado por leyes y motiva el tránsito a un orden más seguro, el del Estado, desde aquel abismo de muerte y desorden.
Pero para Locke resulta esencial que el poder político no resulte irresistible. Si los poderes públicos no cumplen con el contenido de las leyes naturales, el pueblo está legitimado para resistir o rebelarse. La guerra o el desorden derivados de esta resistencia no constituyen el peor de los males, por cuanto ni la paz y el orden son el mayor de los bienes. Una paz contraria a la ley natural “consistiría en la violencia y la rapiña”, mantenida para uso exclusivo de ladrones y opresores. La cueva de Polifemo en la que Ulises y los suyos no tenían cosa que hacer, sino esperar para ser devorados por el gigante, ofrece una buena metáfora de un gobierno de este tipo. Quien gobierna como un tirano según su voluntad particular, y no según la ley, no sólo pone en peligro los valores de paz y orden, sino que está violando el contenido normativo del pacto. Por tanto, en tal caso, son los gobernantes los que se manifiestan como rebeldes (re-bellare), al sustituir la ley por la fuerza instauran un estado de guerra. Locke instrumentaliza el binomio guerra-paz (inseguridad-seguridad : muerte- vida), sustituyéndolo por transgresión-norma.