lunes, 21 de junio de 2021

CONTRA NEÓFILOS Y NEÓFOBOS

PREGUNTA: ¿Por qué el mundo busca la novedad? ¿Por qué preferimos casi siempre lo nuevo?


Hoja espectral, caida, vieja


RESPUESTA: Porque nos cansamos de todo, incluso "de estar a gusto" (como decía mi abuela Juana), requerimos novedades. La novedad estimula los sentidos, los apetitos y despierta o excita emociones como la sorpresa o la curiosidad. Pero evidentemente, ni todo lo nuevo es bueno por ser nuevo, ni todo lo viejo es venerable por ser antiguo. 


Neófilos y neófobos se equivocan por igual, como los vetustófilos y los vetustófobos. Hace falta criterio y reflexión para saber si una costumbre merece ser cambiada o mejorada. Si lo nuevo contribuye a mejorar la salud, la alegría y la dignidad de las personas, ¡bienvenido sea la novedad o el invento!


La publicidad, la internacional publicitaria, que paga los medios masivos de comunicación y encarece los productos, y en la que gastamos trillones, estimula el afán de novedades, porque de ese modo también se incrementa el consumo y entonces uno prescinde de la corbata "anticuada" para comprarse la de "moda", que quedará obsoleta en poco tiempo. El despilfarro está así asegurado.

Unamuno decía que la moda es la "máscara de la muerte" porque su ser consiste en pasar. Lo curioso es que las corbatas finas y el abrigo largo que heredé de mi abuelo, vuelven a estar de moda. Antes los abrigos se fabricaban para que duraran, no con "obsolescencia programada", de modo que siempre que lo visto parece nuevo. Antes se conformaba la gente con una sola camisa para los domingos, así que debía de ser buena, ahora tenemos el armario lleno de ropa de plástico.

Brotes de olmo


El sabio Cohelet del Antiguo Testamento bíblico sentenció: "no hay nada nuevo bajo el sol". Algo de razón llevaba, porque algunos usos, métodos, virtudes o vicios, que se venden como novedades, en realidad son más viejos que Matusalén, nihil novum sub solem! Y muchas de los enseres y las prácticas que se producen y mercadean como novedades son en realidad los mismos perros con distintos collares o los mismos productos con distintos embalajes.

Sin embargo, es cierto que la evolución natural es dinámica, presenta incesantes novedades; y la historia humana, aún más. Así que tampoco tiene mucho sentido volverse ciego ante lo nuevo o negarse a conocerlo y no aprender a usarlo. A ser posible, debemos emplearlo o implementar lo nuevo -como se dice ahora- para bien. 

La revolución tecnológica y la telemática han puesto a nuestra disposición novedades increíbles, posibilidades inéditas, tanto de desarrollo personal como de alienación, pero es posible que este ritmo de innovación se ralentice. Es lo que sostiene Jesús Zamora en su último libro Contra apocalípticos. Por otra parte, la innovación no garantiza progreso con respecto a lo que de verdad nos conviene: salud, alegría, bienestar, dignidad, libertad…, y el regreso a la antigua barbarie siempre es posible. Antes de romper lo conseguido, aunque nos parezca antiguo y caduco, hay que pensárselo dos veces, y hasta tres. Pues las cosas son mejorables, pero también empeorables. 

Brotes de olmo. Foto del autor

De hecho, los frigoríficos se fabricaban para que duraran en los tiempos de mi abuela, como los trajes, y ahora hay que tirarlos a la basura cada tres años. Hay también costumbres y bienes antiguos que interesa rehabilitar y presentar como novedades, por ejemplo, según Hannah Arendt, la tradición y la autoridad en el ámbito de la educación. Los tiempos de Renacimiento son también tiempos de renovación en que se recuperan y reinterpretan valores clásicos.

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