Beleño silvestre en la acera de una ciudad andaluza |
Mientras en la mayor parte de Europa decaían las artes y las ciencias, los musulmanes andalusíes fueron buenos en astronomía, en geografía, en medicina, en música, en poesía y en agricultura. No sólo fueron excelentes conocedores de las plantas cultivadas, sino también de las silvestres; no sólo estuvieron interesados en proveer la despensa, sino que también buscaron el gusto y el placer en la pura contemplación de las formas y en la satisfacción de la curiosidad por las propiedades de los distintos vegetales montaraces.
Abdelramán
III (912-961) hizo traducir del caldeo la Agricultura
Nabatea para regalarla a los agricultores. Éstos no sólo supieron de las
prácticas de los expertos orientales, sino que las perfeccionaron, ampliaron y
adaptaron a las características de su región privilegiada por la luz, el clima y el río
Betis, que ellos llamaron grande: Guadalquivir. Abdelramán III, autoproclamado
califa y jefe de los creyentes en 929 reunificó al-Andalus y frenó la
expansión asturleonesa. Numerosos reinos cristianos de la península le
rindieron vasallaje (León, Navarra, Castilla, Barcelona). Si no puedes con tu
enemigo, únete a él. Sin duda contribuyó a que durante su gobierno al-Andalus
llegara al cénit político, económico y cultural, la introducción de nuevas técnicas de regadío
y de múltiples especies frutales y vegetales (agrios, arroz, caña de azúcar,
algodón). Data de entonces el cultivo intensivo del olivo y la exportación de
aceite.
Mapa político de la península en la época del Califato de Córdoba |
Dicen de Abdelramán III que era cortés, benévolo, generoso y perspicaz, pero también que podía ser feroz y sanguinario más allá de todo límite. ¡Todo un carácter! Gran mecenas: fundó en Córdoba la primera escuela médica de Europa y convirtió su mezquita en la primera obra maestra de la arquitectura árabe. El califa recibió del emperador de Constantinopla, Constantino VII Porfirogeneta, un códice de la obra médica de Dioscórides, cuya traducción encomendó a un musulmán y un monje cristiano, dando lugar a varios estudios farmacológicos.
Durante
el siglo X destacó en la botánica Arib ben Said, obispo de Iliberis, que
escribió un Calendario Cordobés en que se especificaban las faenas de cada
estación y mes del año, indicando el momento de florecimiento y fructificación
de cada especie... Pero el agrónomo andalusí más importante fue el sevillano
Abn Zacaria Yahia ben Mohamed Ben Ahmed Ibn al-Awwan al-Isbili, que vivió entre
finales del s. XI y principios del siglo XII. Escribió un libro de agricultura
en que recogió ciento venticuatro fuentes clásicas, la Agricultura de Columela, a quien se refiere con el nombre de Junio,
y la de su antecesor Ibn Hayyay (s. XI).
El
judío cordobés Maimónides (1135- El Cairo, 1204) estudió las intoxicaciones de
plantas como la adormidera (la amapola del opio que se cría espontáneamente en
los entrepanes andaluces y que he visto crecer en un cementerio), el beleño y
la belladona, así como sus remedios. De plantas trata su libro: Explicación de los Nombres de las Drogas.
También Averroes (1126-1248) escribió una enciclopedia médica en que dedicó una
parte importante de su contenido al estudio de las plantas medicinales.
Anchusa azurea (Boraginácea), libada por una abeja carpintera |
Los textos del malagueño Ibn al-Baytar (1197-1248), que se formó en Sevilla con Al-Nabati ("El Botánico") se utilizaron durante siglos en las escuelas europeas. El más completo tratado de agricultura andalusí fue escrito por el almeriense Ibn Muyun (1349), basándose en autores anteriores.
Iberis pectinata |
Cerca de Úbeda, viniendo por la carretera de El Mármol, cerca de la estación de energía eléctrica, en el interior de su cerca, unas lenguas de buey medraban feraces y exhibían aquí y allá, diseminadas, toda la belleza del intensísimo azul cerúleo de sus flores. Ya de regreso me duché y busqué en la biblioteca de mi atalaya el poema de Goethe sobre "la metamorfosis de las plantas". Subrayé emocionado estos párrafos:
y
ninguna a la otra iguala;
y
de este modo el coro indica
una
ley secreta, un sagrado enigma.
.....................................................
Sencillamente
dormía en la simiente
la
fuerza; un arquetipo incipiente
allí
yacía, en sí encerrado,
doblado
debajo de su envoltura
Hoja,
raíz y germen, sólo
a
medias formada y sin color;
seco
se conserva de este modo
el
núcleo y preserva tranquila
vida.
Brota esforzándose hacia arriba,
a
la suave humedad confiándose.
Y
elévase en seguida
en
la noche circundante.
Mas
simple permanece la forma (Gestalt),
de
la primera manifestación,
y
así se concibe también entre las plantas,
el
hijo. Inmediatamente un consecuente
impulso
agrupa, elevándose,
nódulo
con nódulo y renueva,
siempre
la primera formación.
A
la verdad no es siempre lo mismo;
pues,
variadamente se produce,
configurada,
ves siempre,
la
siguiente hoja,
extendida,
entallada, partida
en
puntas y partes, que adheridas
anteriormente
descansaban
en
el interior del órgano. Y así
alcanza
ante todo su supremo
y
concreto perfeccionamiento,
que
en algunas especies se mueve
de
asombrosa forma. Muy veteada,
dentada,
rebosante en ubérrimas
superficies,
indica que la plenitud
del
impulso es libre e infinita.
......... ..............................
Dirige
ahora,
¡oh
querida!, la mirada hacia
el
hervidero abigarrado
que
enmarañado, nunca jamás
se
mueve delante del espíritu.
Cada
planta te anuncia ahora
las
eternas leyes. Cada flor
te
habla alto, cada vez más alto.
Pero
si tú descifras aquí,
las
sagradas letras de la diosa,
entonces
las verás por doquier,
incluso
en su variable proceder.
................................................
¡Piensa
qué variedad, ora de estas
ora
de aquellas formas, que se despliegan
en
silencio, otorgó la naturaleza
a
nuestro sentimiento!
¡Alégrate
también hoy en día!
El
santo amor se afana,
con
igual convicción, por el
fruto
supremo, con igual
apreciación
de las cosas, con el fin de
que,
en armónica intuición
uniéndose
lo par,
se
descubra el mundo superior.»
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