miércoles, 17 de noviembre de 2010

Sublimación

Lo sublime como categoría estética y literaria


Aunque su autoría resulte discutible, se suele atribuir a Casio Longino (muerto en 273 d. C), maestro de retórica en Palmira y ministro de la emperatriz Zenobia, el tratado De lo sublime. Lo sublime está en la desmesura mesurada, comedida. La fuerza de la pasión, la vehemencia de las emociones, lo grandioso de la tragedia humana y del poder divino, lo que sobrecoge y pasma, eso es la fuente natural de lo sublime. Lo sublime no se coloca al lado de lo bello y útil, sino al lado de la gran literatura y la naturaleza extraordinaria, como el rayo, al lado de lo superabundante, de la exuberancia de la fuerza casi inútil o más que útil. La creación de lo sublime eleva al hombre al nivel de los dioses.

Lo sublime y el bello sexo

“La noche es sublime, el día es bello. En la calma de la noche estival, cuando la luz temblorosa de las estrellas atraviesa las sombras pardas y la luna solitaria se halla en el horizonte, las naturalezas que posean un sentimiento de lo sublime serán poco a poco arrastradas a sensaciones de amistad, de desprecio del mundo y de eternidad. El brillante día infunde una activa diligencia y un sentimiento de alegría. Lo sublime conmueve, lo bello encanta”… “Lo sublime ha de ser siempre grande; lo bello puede ser también pequeño. Lo sublime ha de ser sencillo; lo bello puede estar engalanado”… “La inteligencia es sublime; el ingenio, bello; la audacia es grande y sublime; la astucia es pequeña, pero bella”

Con estas y otras contraposiciones, distingue Kant el sentimiento de lo sublime del sentimiento de lo bello en un encantador tratadito publicado en Königsberg, en 1764.

Más que estética, en esta obra se tratan cuestiones psicológicas y morales con la agudeza y profundidad de un grandísimo filósofo. “La amabilidad –escribe Kant- es la belleza de la virtud. La solicitud desinteresada es noble. La cortesía y la finura son bellas. Las cualidades sublimes infunden respeto; las bellas, amor”.

En el capítulo III trata sobre la diferencia entre lo sublime y lo bello en la relación recíproca de ambos sexos. Afirma entonces que "la mujer tiene un sentimiento innato para todo lo bello, bonito y adornado. Ya en la infancia se complacen en componerse, y los adornos las hacen más agradables. Son limpias y muy delicadas para lo repugnante. Gustan de bromas, y les distrae una conversación ligera, con tal de que sea alegre y risueña. Tienen muy pronto un carácter juicioso, saben adoptar aire fino y son dueñas de sí mismas, y eso a una edad en que nuestra juventud masculina bien educada es todavía indómita, basta y torpe. Muestran un interés muy afectuoso, bondad natural y compasión; prefieren lo bello a lo útil, y gustan de ahorrar de superfluidades en el sustento para sostener el gasto de los vistoso y de las galas. Son muy sensibles a la menor ofensa y sumamente finas para advertir la más ligera falta de atención y respeto hacia ellas. En una palabra, representan dentro de la naturaleza humana el fundamento del contraste entre las cualidades bellas y las nobles, y el sexo masculino se afina con su trato. (…) El bello sexo tiene tanta inteligencia como el masculino, pero es una inteligencia bella; la nuestra [la masculina] ha de ser una inteligencia profunda, expresión de significado equivalente a lo sublime.”

Lo contrario de lo bello es lo repugnante; y lo contrario de lo sublime, lo ridículo. El español tiende a caer desde lo sublime a lo ridículo, como el Quijote de Cervantes.

Sublimación

En psicoanálisis, se entiende por sublimación un proceso según el cual la energía sexual (libido) no satisfecha se canaliza en forma de actividad constructiva y creadora, desplazando el objeto del deseo y sustituyéndolo por un comportamiento de otra naturaleza.

El término es aplicado por Freud a un grupo de procesos inconscientes que tienen en común que “como resultado de la privación interior o exterior, la aspiración de objeto de la libido pasa por un rodeo más o menos completo, una modificación o inhibición. En la gran mayoría de casos, la nueva aspiración es distinta o alejada de la satisfacción sexual; por ejemplo, es una aspiración asexual o no sexual” (E. Glover, cit. por Marcuse en Eros y civilización, cap. 10, n. 11).

El siguiente epigrama de Ernesto Cardenal expresa bien un proceso semejante:

Me contaron que estabas enamorada de otro
y entonces me fui de mi cuarto
y escribí ese artículo contra el Gobierno
por el que estoy preso.

La desviación de la libido hacia actividades culturales útiles tiene lugar después del periodo de la primera infancia, no tiene por qué tener una fuente represiva e implica la erotización del organismo entero.

“La sublimación no es siempre la negación de un deseo; no siempre toma la forma de sublimación contra los instintos. Puede ser sublimación por un ideal. Así, Narciso ya no dice: ‘Me amo tal como soy.’ Dice ‘Soy de tal manera que me amo’” (Gaston Bachelard. L’Eau et les Rêves).

Pero como un fenómeno individual aislado, la libido narcisista es neurótica. Una neurosis aísla; una sublimación, une. En una sublimación algo nuevo es creado –una casa, una comunidad, un poema, una herramienta- en un grupo y para el uso de un grupo. La libido puede tomar el camino de la autosublimación sólo como un fenómeno social.

Para Marcuse, el poder constructor de cultura de Eros es la sublimación no represiva. Gracias a ella, la sexualidad no es ni desviada ni apartada de su objetivo, trasciende hasta otros, buscando una gratificación más completa.

La desublimación represiva

En su crítica de la sociedad de consumo de masas (El hombre unidimensional, 1954), Herbert Marcuse expone que lo que está sucediendo no es la sustitución de la alta cultura por la cultura de masas, sino la refutación de aquella por la realidad. Lo que cuenta no es el valor de verdad, sino el valor de cambio, o sea, la mercancía. Así, el sublimado campo del alma o del espíritu del hombre interior se deshace en problemas mecánicos mejor o peor resueltos mediante operaciones y actos de consumo. Hombres y naturaleza ya no son fines encantados o encantadores, sino instrumentos y ámbitos de dominio y explotación. Citando a Roland Barthes, Marcuse afirma que ya no hay un humanismo poético. El discurso es un discurso lleno de terror.

La descripción de Marcuse es estremecedora:

“La realidad tecnológica limita el campo de la sublimación. También reduce la necesidad de sublimación”.
“La liquidación de la alta cultura es un subproducto de la conquista de la naturaleza y de la progresiva conquista de la necesidad.
"Invalidando las loadas imágenes de la trascendencia, incorporándolas a su omnipresente realidad diaria, esta sociedad demuestra hasta qué punto los conflictos insolubles se están haciendo manejables: la tragedia y el romance, los sueños arquetípicos y las ansiedades se están haciendo susceptibles de soluciones y disoluciones técnicas. El psiquiatra se ocupa de los donjuanes, Romeos, Hamlets, Faustos, conforme se ocupa de los Edipos: los cura. Los dirigentes del mundo están perdiendo sus características metafísicas. Su aparición en la televisión, en conferencias de prensa, en el parlamento y en discusiones públicas difícilmente se adapta al drama más allá de los límites de la publicidad (todavía existe el legendario héroe revolucionario que puede derrotar incluso a la televisión y a la prensa: su mundo es el de los países ‘subdesarrollados’), y en cambio las consecuencias de sus acciones sobrepasan la dimensión del drama.
"Las prescripciones para la inhumanidad y la injusticia están siendo administradas por una burocracia racionalmente organizada, que es, sin embargo, invisible en su centro vital. El alma contiene pocos secretos y aspiraciones que no puedan ser discutidos, analizados y encuestados. La soledad, que es la condición esencial que sostenía al individuo contra y más allá de la sociedad, se ha hecho técnicamente imposible. El análisis lógico y lingüístico demuestra que los antiguos problemas metafísicos son problemas ilusorios; la búsqueda del ‘sentido’ de las cosas puede ser reformulada como la búsqueda del sentido de las palabras, y el universo establecido del discurso y la conducta puede proporcionar criterios perfectamente adecuados de respuesta.
"En un universo racional que, por el mero peso y las capacidades de su aparato, cierra todo escape. En su relación con la realidad de la vida cotidiana, la alta cultura del pasado era muchas cosas: oposición y adorno, protesta y resignación. Pero era también la aparición del reino de la libertad: la negativa a participar. Tal negativa no puede impedirse sin una compensación que parece más satisfactoria que la negativa. La conquista y unificación de los opuestos, que encuentra su gloria ideológica en la transformación de la alta cultura en popular, tiene lugar sobre una base material de satisfacción creciente. Ésta es también la base que permite una total desublimación. “

El refinamiento cultural de la sexualidad, implicaba su vinculación con el afecto, su sublimación en el amor (cfr. cap X de Eros y civilización). Su desublimación trae consigo la desvinculación de la sexualidad respecto del afecto y la ternura: el sexo frío, el sexo de consumo, el sexo mercancía. Tal desublimación implica modos represivos, el resultado es por ejemplo una “localización y contracción de la libido, la reducción de lo erótico a la experiencia y la satisfacción sexual”…

Actividades y cuestiones


  1. ¿Cuáles son sus estilos estéticos favoritos?
  2. Describa el hipster como tendencia estética actual... ¿Conoce otras?
  3. Comente la siguiente sentencia: “Sobre gustos no hay nada escrito”. ¿Está de acuerdo con ella?
  4. ¿Puede ser fea una obra de arte?
  5. Distinga entre arte, artesanía y diseño industrial.
  6. ¿Qué podemos entender por bello?
  7. ¿Para qué sirve el arte?
  8. Elabore un cuadro distinguiendo lo bello de lo sublime.
  9. Ponga ejemplos de obras de arte siniestras o grotescas. Busque en Internet imágenes que sirvan para ilustrar estas categorías estéticas.
  10. ¿Cuál debe ser la función social del arte?
  11. El artista…, ¿nace o se hace?
  12. ¿Por qué se llama al cine “séptimo arte”?, ¿cuáles son los otro seis?
  13. ¿Nos proporciona el arte una “catarsis”? ¿Por qué disfrutamos viendo series y películas en la tele y en el cine? ¿Qué necesidades psicológicas satisfacemos?
  14. ¿Cuáles son los grandes géneros literarios? Distinga entre comedia, drama y tragedia.
  15. ¿Qué es la música? ¿Por qué nos gusta la música? 
  16. Comente las consideraciones de Kant sobre la sensibilidad estética de ambos sexos. ¿Le parecen sexistas? Sí, no, por qué.
  17. Explique el concepto marcusiano de desublimación represiva.
  18. ¿Qué dice Marcuse sobre la alta cultura y la cultura popular en la sociedad de consumo de masas?
¿Qué es la estética? ¿Qué, el esteticismo? ¿Es bueno el esteticismo? El arte, como representación simbólica de la realidad, ¿exige formación para ser entendido y disfrutado? Estas cuestiones se abordan en este programa de televisión de la 2... 

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