domingo, 14 de noviembre de 2010

Verdad, autenticidad y libertad

La verdad racional o razonable se puede entender como evidencia intuitiva (claridad y distinción de una idea o de una relación), como adecuación o correspondencia entre lo que pensamos o decimos y lo que acontece en el mundo (mundo externo o interno, físico o mental), o como coherencia lógica entre los distintos elementos de una estructura o de un sistema.


Pero usamos la palabra “verdad”, o el adjetivo “verdadero” para referirnos a muchas otras cosas. Por ejemplo, cuando exclamamos “¡esto sí que es un verdadero chocolate!”, refiriéndonos a un producto que contiene mucho más cacao de lo que es común; o "Messi es un verdadero crack del fútbol".
Referida a la conducta, la verdad se nos manifiesta como rectitud, autenticidad, sinceridad, fidelidad a uno mismo. Este es el concepto moral o ético de la verdad, que se patentiza por ejemplo en la expresión “el momento de la verdad” o en la declaración “la verdad os hará libres”. Uno puede instalarse en la verdad y confesarse a sí mismo lo que pasa, o instalarse en la mentira, en un mundo de fantasías halagüeñas, interesadas, huyendo de la verdad...

Hemos de distinguir también entre la verdad objetiva y los estados subjetivos de la mente respecto de la verdad: ignorancia, duda, opinión, creencia, convicción, evidencia, certeza...

La verdad se puede experimentar así como vivencia, como momento simbólico en que se nos manifiesta el ser que somos o del que participamos, en una experiencia poética. En el siguiente poema de Luis Cernuda, se asocia la verdad personal al amor verdadero, que involucra una libertad paradójica, asociada a un vínculo de dependencia…


SI EL HOMBRE PUDIERA DECIR

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
Si el hombre pudiera levantar su amor por el cielo
Como una nube en la luz;
Si como muros que se derrumban,
Para saludar la verdad erguida en medio,
Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la verdad de su amor,
La verdad de sí mismo,
Que no se llama gloria, fortuna o ambición,
Sino amor o deseo,
Yo sería aquel que imaginaba;
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada,
La verdad de su amor verdadero.

Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien
Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
Alguien por quien me olvido de esta existencia mezquina,
Por quien el día y la noche son para mí lo que quiera,
Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y espíritu
Como leños perdidos que el mar anega o levanta
Libremente, con la libertad del amor,
La única libertad que me exalta,
La única libertad porque muero.

Tú justificas mi existencia:
Si no te conozco, no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he vivido.

Los placeres prohibidos, 1931

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