jueves, 26 de enero de 2023

EL TELAR MÁGICO

 

Robert Fludd. Utriusque cosmi, II. Oppenheim 1619.
Aparecen en esferas el mundo intelectual,
el imaginativo y el sensible


EL TELAR MÁGICO[1]. Cerebros y mentes. Computación y conciencia. Razonamiento e inteligencia

 La computación de cerebros y ordenadores

¿Funciona el cerebro como un ordenador? ¿Es una computadora orgánica? ¿O el ordenador funciona como una memoria electrónico? ¿Piensan las máquinas?

El cerebro piensa, la computadora calcula; ambos usan el razonamiento lógico. Aunque en sus actividades más creativas el cerebro parece procesar a golpe de genio, con destellos de iluminación, una gran parte del pensamiento es computación. Los pasos lógicos que sustentan la actividad computacional son simples. Han sido reducidos por Robert Jastrow a los llamados Y y O

Y: «Si 'a' y 'b' son ciertos, entonces 'c' es cierto»

O: «Si 'a' es cierto o 'b' es cierto, entonces 'c' es cierto»

Estos dos razonamientos pueden ser convertidos en circuitos eléctricos mediante dispositivos llamados "puertas". En un ordenador las puertas están constituidas por componentes electrónicos, sean diodos o transistores. En el cerebro de un animal o un humano, las puertas son neuronas o células nerviosas. Una puerta es un sendero eléctrico accesible cuando se cumplen algunas condiciones. Los dos cables que desembocan en una misma puerta representan las dos ideas 'a' y 'b'. El cable que emerge en el otro lado de la puerta representa la conclusión 'c' basada en esas ideas:



Cuando una puerta ha sido preparada para ser una puerta Y funciona de modo que si las señales eléctricas fluyen a la vez de los cables o circuitos 'a' y 'b' (que pueden ser axones neuronales) entonces saldrá una señal eléctrica por la punta de flecha del cable 'c' (un axón[2] que a su vez podrá disparar su información en un montón de dendritas). Desde un punto de vista eléctrico es lo mismo que decir «si 'a' y 'b' están operativos o activos, entonces 'c' lo está».

Cuando una puerta ha sido preparada para ser una puerta O permite que la electricidad pase a lo largo de la salida de 'c' tanto si le llega una señal por el cable 'a' como por el cable 'b'. Electrónicamente es lo mismo que decir: «si 'a' o 'b' se activan, entonces 'c' se activa».

De este modo puede sumar un ordenador "1 + 1 = 2": una puerta tiene dos cables que representan '1' y '1', y un cable que emerge por el otro lado representando '2'. La puerta ha sido preparada como una puerta Y. Millones de tales puertas, combinadas de forma diferente pueden resolver problemas algebraicos o pagar impuestos. Tales circuitos sirven también para tomar decisiones. 

Supongamos que en el ordenador de una empresa un cable llamado "stocks mínimos" lleva señales a una puerta de tipo Y. Un segundo cable llamado "fuerte volumen de ventas" también se activa. Si los stocks están bajo mínimos y el volumen de ventas es alto, la puerta se abre y a través de ella llega la decisión: "¡Hay que efectuar un fuerte pedido de este artículo al fabricante!". Incluso puede que aparezca en pantalla el nombre del fabricante o que la misma máquina se encargue de emitir automáticamente el pedido.

Las puertas O tienen idéntica importancia. Supongamos que en esa misma compañía tres cables desembocan en una puerta 'd'. Si en un momento determinado la compañía "necesita liquidez" (cable 'a'), o el artículo está siendo "tirado por la competencia" ('b), o hay un exceso del mismo en los almacenes ('c'), entonces la puerta de paso a una decisión, emitiéndose una orden:




Un ordenador sencillo tiene todas las puertas unidas permanentemente entre sí, de modo que resuelve siempre las mismas tareas una y otra vez. Pero los ordenadores más complejos tienen mayor flexibilidad, aunque menos que el cerebro humano. Las conexiones entre las puertas pueden cambiarse, las instrucciones para conectar las puertas de modo que actúen de acuerdo con cada tipo particular de problema quedan almacenadas en los bancos de memoria del ordenador. Esas instrucciones constituyen lo que llamamos el "programa" del ordenador. Un ordenador con una memoria muy amplia puede almacenar un conjunto de instrucciones lo suficientemente largo como para permitirle aprender por experiencia, del mismo modo que un animal inteligente.

Aprendizaje. Plasticidad y conectividad del cerebro humano

Cuando un cerebro, electrónico o animal, aprende por experiencia sigue los siguientes pasos: primero, intenta un enfoque; luego, compara el resultado obtenido con el deseado, es decir, con la meta propuesta; luego, si consigue la meta, envía una instrucción a la memoria para que use el mismo procedimiento la vez siguiente. Como un cerebro modifica sus redes neuronales[3] según su experiencia vital, una máquina inteligente puede modificar su razonamiento, basado en circuitos electrónicos, a medida que experimenta procesos internos.

Las puertas se van conectando gradualmente a medida que el animal aprende mejores estrategias de supervivencia. En el humano, la parte del cerebro ocupada por circuitos vacíos cuando nace es mayor que en cualquier otro animal; eso es lo que se entiende por plasticidad del comportamiento humano. Se puede decir que el cerebro crece hasta los veinticinco años, pero luego sigue aprendiendo y transformándose durante toda la vida[4].

La riqueza del pensamiento humano depende en un grado considerable del enorme número de cables, o fibras nerviosas, que desembocan en cada puerta del cerebro humano. Pero en un ordenador cada puerta tiene dos, tres, o como máximo cuatro cables que entran por un lado, y un cable sale por el otro. En el cerebro de un animal las puertas pueden tener miles de cables entrando por un lado, en vez de dos o tres. En el cerebro humano, una puerta puede tener incluso 100.000 cables entrando en ella. Cada cable procede de otra "puerta" o célula nerviosa. Esto significa que cada puerta del cerebro humano está conectada a otras cien mil de otras partes del cerebro. Durante el proceso de pensar innumerables puertas se abren y cierran a lo largo y ancho del cerebro. La decisión es resultado de una complicada evaluación que implica entradas de datos procedentes de miles de puertas. Esto explica muchas de las diferencias entre el pensamiento humano y el de un ordenador.

Representación de sinapsis neuronales


Las puertas de los cerebros biológicos no funcionan sobre las bases del "todo-o-nada". La mayor parte de las puertas del cerebro funcionan según el principio del CASI, antes que del Y o el O. La puerta CASI hace al pensamiento humano muy impreciso, pero muy poderoso. Supongamos que cincuenta mil cables desembocan en una puerta cerebral. Si fuera la puerta Y de un ordenador, las cincuenta mil premisas tendrían que ser ciertas simultáneamente antes que esa puerta se abriera dejando pasar una señal. Un cerebro así sería muy lento, raramente tomaría una decisión y el poseedor de un cerebro así tendría pocas posibilidades de transmitir sus genes a otra generación. 

Los cerebros auténticos no trabajan como las máquinas. Ajustados a puertas CASI solamente necesitan diez mil o quince mil premisas, por decir algo, para emitir una orden de actuación, o tal vez menos. Como consecuencia de ello son imprecisos y falibles, pero muy rápidos. En la lucha por la supervivencia la velocidad debió valer más que la precisión.

Computador y consciencia

Roger Penrose[5] (catedrático de matemáticas en Oxford) ha probado que nuestros cerebros y nuestras mentes son algo más que una computadora. Comprender no es computar. A causa de la no computabilidad del pensamiento consciente, necesitamos de una nueva física para comprender la mente y la base física de la consciencia, las manifestaciones externas de la comprensión.

La diferencia entre un ordenador y la mente humana no puede explicarse simplemente como una cuestión de complejidad. Si es la extrema complicación de la red neuronal la que se considera como prerrequisito esencial para la consciencia, entonces hay que preguntarse por qué la consciencia parece estar totalmente ausente en las acciones del cerebelo, responsable de la perfección del control motor. Los principales fracasos de la inteligencia artificial (IA) no se han dado en áreas donde el poder de los especialistas humanos resulta sorprendente, sino en las actividades de "sentido común". Éstas pueden ser descritas como ocasiones en que hay que determinar la mejor acción en función de propósitos del propio cerebro, finalidades y objetivos que éste puede modificar en el mismo curso de la acción. En esos casos, cualquiera de nosotros acierta mientras el "cerebro electrónico", aun capaz de calcular más y mejor que el nuestro, falla sin remedio.




Para ilustrar la falta de comprensión real de los ordenadores actuales, el propio Penrose ofrece la posición de ajedrez que puede verse más arriba. Las negras tienen una enorme ventaja material, pero para las blancas es fácil evitar la derrota: les basta con mover su rey por su lado del tablero. ¡El muro de peones resulta infranqueable para las negras! Esto es obvio para cualquier ajedrecista. Sin embargo, en esta posición "Deep Thougt" (Pensamiento Profundo), el ordenador de ajedrez más potente de su época, que ganó a grandes maestros mundiales, cometió inmediatamente el error de comer la torre negra con el peón de la columna b (b4 x T). Abrió así la barrera de peones provocando una posición en que perdería sin remedio. ¿Cómo pudo ser tan estúpido? La respuesta es que Pensamiento Profundo había sido programado para muchas cosas (obtener ventajas posicionales o de material, calcular a gran velocidad distintas variantes y posiciones futuras) pero carecía de la comprensión de lo que podía llegar a significar en esta posición concreta la barrera de peones.

La imaginación finalista parece ganar también en capacidad de computación mediante el descarte 'a priori' de alternativas "absurdas". La propia y especializada comprensión matemática -o lógica- no puede reducirse a computación. La comprensión que subyace en las reglas computacionales es algo que en sí mismo está más allá de la computación.

La mente reactúa sobre el cerebro del que ha emergido. Penrose acepta que la mente tiene una base física, cerebral, pero también afirma la posibilidad de la libertad, es decir la posibilidad de que la mente consciente reaccione sobre las condiciones físicas de acuerdo a principios y proyectos elaborados por ella misma, pudiendo así modificar las condiciones físicas del cerebro. Esto significa admitir la posibilidad de que el mundo ideal pueda obrar sobre el mundo físico a través del mundo mental. Explicar esto significaría ir más allá de las leyes de la física actual. Por eso Penrose piensa que es necesario desarrollar una nueva física-matemática (cuántica) para poder explicar las bases cerebrales de la consciencia humana. De modo análogo a como un fotón puede estar haciendo dos cosas a la vez en dos sitios distintos se daría en el cerebro la coexistencia de alternativas de sensación, asociación y acción, al nivel de pequeñas cargas o actividades oscilatorias en fracciones de milisegundos.

La cognición, tal y como la ve Francisco Mora[6], sería una recogida de periodos o quantums de tiempo. Los circuitos activos del cerebro, como las luces de colores de un árbol de Navidad en el que nunca se mantiene el encendido fijo de un determinado grupo, barren la corteza cerebral cada 12 milésimas de segundo. La sucesión de los barridos proporcionaría la película continua de nuestro ser y estar en el mundo. Según esta hipótesis, nuestro conocimiento y nuestra conciencia estarían hechos de unidades temporales. De quantums, como la energía de la que todo procede.

La indeterminación cuántica (que permite la ocurrencia y no ocurrencia simultáneas) pudiera ser la que proporciona una ocasión para que la mente influya en el cerebro físico, la ocasión natural para el ejercicio de la creación y la libertad.

¿Piensan las máquinas? El test de Turing 

La teoría de la recursión o de la computabilidad parece hoy la rama más exitosa de la lógica matemática. Alan M. Turing (1912-1954) percibió una analogía estructural entre las operaciones de la mente, las series exhaustivas de instrucciones lógicas para resolver problemas, llamadas algoritmos[7], y las máquinas computadoras abstractas.

Una máquina de Turing es un computador que posee una cinta infinita, un mecanismo para examinar la cinta, otro para escribir o borrar la cinta y un conjunto finito de estados de información ("estados lógicos"). Lo esencial de una máquina de Turing son las reglas que gobiernan su comportamiento, por virtud de las cuales puede pasar de una configuración a otra[8]. Dichas reglas pueden representarse en una tabla, y cada una de ellas tiene el carácter de una instrucción. La noción de máquina de Turing es una idealización matemática útil para probar que ciertas tareas no son automatizables o que ciertas funciones no son computables, y se parece a lo que hoy consideramos un programa de "software", mientras que una "máquina universal de Turing" es una máquina capaz de simular a cualquier otra, equiparable por tanto al "hardware" de un computador digital actual.

¿Pueden todos los procesos mentales, incluido el conocimiento humano, reducirse a cálculo? ¿Puede pensar una máquina? En 1950, la revista inglesa Mind publicó una conferencia de Turing: "Máquinas computadoras e inteligencia", en la que sostenía que un computador digital puede hacer todo lo que hace el hombre. Iniciaba así la investigación en inteligencia artificial (IA). Turing propuso que la cuestión de si una máquina puede pensar sólo podría resolverse experimentalmente: podemos decir que una máquina piensa si un humano, comunicándose por escrito con ella y con otros interlocutores humanos, es incapaz de distinguir a la máquina de los interlocutores humanos (test de Turing).

En su obra Los lógicos y hablando de Turing, Jesús Mosterín refiere cómo a finales de 1996, Larry Wos y William McCune lograron por primera vez programar un computador de tal manera que resolviera creativamente un problema abierto. El 10 de octubre de 1996 un computador tuvo éxito donde los mejores matemáticos habían fracasado.

Ciencias cognitivas 

Desde 1977 se ha consolidado un nuevo campo de investigación interdisciplinar denominado ciencias cognitivas. Estas ciencias estudian el fenómeno de la cognición, tanto en seres humanos como en animales y computadores. Se entiende por cognición el uso y manipulación de información. Las ciencias cognitivas básicas son la Psicología Cognitiva y la Inteligencia Artificial, junto a otras auxiliares: la Lógica, la Neurociencia cognitiva, la Lingüística, la Antropología y la Pedagogía cognitivas.

Hilary Putnam (Chicago 1926- 2016) ha prolongado las tesis de Turing con la llamada "teoría funcionalista de la mente". Por funcionalismo podemos entender la doctrina filosófica según la cual los procesos mentales no son conducta externa públicamente observable, sino que son funciones mediadoras entre entradas sensoriales y salidas motoras (por ejemplo, entre un fuerte ruido y el movimiento de mis manos para taparme los oídos), funciones que se producen en el interior del sistema cognitivo y causan la conducta externa. Así como el comportamiento de una máquina de cálculo no podría explicarse por el análisis de sus inputs o estímulos, sino que es preciso conocer sus "estados internos", así también sucede con el organismo humano, cuyo comportamiento (outputs) no puede explicarse sólo por los estímulos procedentes del exterior -como pretendían los conductistas-, pues hace falta conocer sus estados anímicos internos.

En un artículo de 1960, Putnam analiza la noción de "máquina de Turing". Putnam señala que, al igual que habría dos posibles descripciones de una máquina de Turing, la del lógico y la del ingeniero, hay dos posibles descripciones de la psicología humana: la aproximación conductista, que pretende una descripción en términos físicos de la conducta humana, y una aproximación en términos más abstractos o mentales. Así por ejemplo, no podemos identificar sin más "dolores de cabeza" con ciertos "estados cerebrales", aunque supongamos que estos causan aquellos. El dolor no es un estado físico-químico del cerebro, ni un estado del sistema nervioso entero, sino otro tipo de estado. El dolor es un estado funcional de un organismo tomado en su totalidad. Es erróneo pensar que la esencia de nuestras mentes es nuestro hardware (soporte físico). 

Después de 1975, Putnam modificó su funcionalismo para explicar que nuestras creencias y deseos (procesos mentales) no sólo están determinados por propiedades individuales, sino que dependen tanto del entorno físico del hablante como de hechos sociales relativos a la comunidad lingüística a la que pertenece (socio-funcionalismo).

La habitación china y el continuo cerebro-mente


John Searle (nacido en Denver, 1932) defiende la tesis general de que la mente y el cuerpo interactúan aunque no sean dos cosas diferentes. Los procesos mentales no son independientes de los procesos físicos (sobre todo cerebrales), pero los procesos mentales no se reducen a los procesos cerebrales tal como los estudian las neurociencias. Esta tesis general puede denominarse emergentismo: Los procesos mentales aparecen como fenómenos o propiedades que emergen de los procesos cerebrales. Que los procesos mentales sean distintos de los procesos físicos no significa que emerjan de ellos mediante algún proceso no-físico de carácter misterioso. Para Searle existen cuatro propiedades de los fenómenos mentales difíciles de encajar en la concepción del mundo como compuesto de cosas exclusivamente materiales.




1) La más importante de tales propiedades es la consciencia que permite que nos demos cuenta de lo que hacemos. La consciencia es el hecho central de la existencia específicamente humana, aunque no todos los procesos mentales sean conscientes.

2) Intencionalidad. Es la propiedad mediante la cual nuestros estados mentales se dirigen o refieren a objetos o estados de cosas del mundo distintos de los propios estados mentales. Por ejemplo, mi deseo de ver los fiordos de Noruega refiere a esos accidentes geográficos, que no forman parte de mi mente.

3) Subjetividad. Todos los procesos mentales son subjetivos. Cada uno de nosotros puede conocer sus estados mentales internos, mientras que los demás no pueden conocerlos directamente.

4) Causación mental. Nuestros pensamientos y sensaciones tienen algún efecto sobre el mundo físico, causan efectos físicos. Decido dar un paseo por el campo y mi cuerpo baja las escaleras y pisa la hierba del campo alterándola.

La posición de Searle reconstruye un cierto dualismo, si bien no admite que mente y cerebro sean dos cosas distintas, sino que los procesos mentales son aspectos o rasgos diferenciables de los procesos neurofisiológicos aunque no sean independientes de ellos. Para explicar su tesis recurre a la distinción entre micropropiedades y macropropiedades de los sistemas físicos. Los fenómenos mentales son macropropiedades emergentes de procesos que tienen lugar en el cerebro en el micronivel de las neuronas. Como insinúa Roger Penrose, el Yo podría ser resultado de una condensación superconductiva o superfluida, un holograma global cuántico, un estado de coherencia cuántica del cerebro.

En el cerebro existen pues dos niveles de descripción causalmente reales: el macro-nivel de procesos mentales y el micro-nivel de procesos neuronales. La independencia de la psicología respecto de las neurociencias queda así garantizada.

Al contrario que otros autores como Marvin Minsky o Hans Moravec, Searle niega que las máquinas puedan pensar. La única máquina que puede pensar es el cerebro. Para demostrarlo, Searle efectúa el "experimento mental de la habitación china" (v. supra): Supongamos a un hombre encerrado en una habitación que sólo habla español. Se le introducen a través de una rejilla unas preguntas en chino y él es capaz de devolver respuestas en chino a preguntas en chino según un manual de instrucciones que establece las correspondencias correctas entre preguntas y respuestas (inputs y outputs). Los de afuera podrían pensar que sabe chino, pero ¿entiende el chino? 

Los computadores pueden dar la impresión de que piensan cuando hacen corresponder preguntas con respuestas de acuerdo a reglas establecidas en programas informáticos, pero se limitan a combinar símbolos formales que no comprenden. Sus símbolos sólo tienen sintaxis (relaciones de orden entre ellos), pero carecen de semántica, no tienen relaciones con significado alguno ni refieren intencionalmente.

El filósofo español Pascual F. Martínez Freire ha puesto en duda que esta tajante distinción de Searle entre sintaxis y semántica sea aceptable (La nueva filosofía de la mente, 1995), pero tampoco Martínez Freire cree, al menos por el momento, que las máquinas inteligentes tengan mente. La mente o los procesos mentales emergen de los mecanismos computacionales del cerebro, pero una vez producidos no son reductibles a los mecanismos de la maquinaria cerebral.

Para Francisco Mora, catedrático de la Complutense (El reloj de la sabiduría. Tiempos y espacios en el cerebro humano, 2002), "el mundo de la física y la química cerebral se transforma en bioquímica y después en anatomía, fisiología y conducta como un continuum. La dimensión crucial de la mente es el tiempo, porque las funciones cerebrales no residen en la anatomía o el espacio, sino en la actividad del sistema y sus códigos de tiempo. 

"La mente es el tejido neural cosido con hilos de tiempo o, si se quiere, el alma es tiempo codificado en el cerebro". 

La MENTE es la actividad del cerebro, aunque utilicemos diferentes lenguajes para hablar de una y de otro, uno psicológico, el otro fisiológico y bioquímico. La mente humana no es una máquina, aunque sus funciones puedan se replicadas e incluso potenciadas mecánicamente. Resulta por eso dudoso que los términos psicológicos del lenguaje común puedan ser alguna vez reducibles o equiparables o equivalentes a los términos de las neurociencias.

El genial filósofo Godofredo W. Leibniz (1646-1716) no dudaba de que el alma humana fuese algo más que una simple máquina pensante:

"Señor, usted ve que el nervio más pequeño tiene su utilidad en el cuerpo, lo mismo que la menor cuerda en un gran navío; usted sabe que un geómetra hábil no traza ninguna línea que no sirva para la demostración: ¿dudaría usted que el alma del hombre está incluida en el orden, esa alma que es una especie de pequeño Dios que gobierna un mundo aparte y que duplica de algún modo y representa en ella el gran mundo?"
(Diálogo entre un político sagaz y un sacerdote de reconocida piedad,1679. Ed. de Ezequiel Olaso: Escritos Filosóficos de Leibniz, Madrid 2003, pg. 277).



Cuestionario

1. Relea atentamente el artículo y elabore un glosario con los principales términos.

2. ¿Cree usted que el pensamiento humano puede ser reducido a computación?

3. ¿Qué dos modelos o métodos lógicos sustentan todos los procedimientos de cálculo y computación?

4. ¿Qué unidades componen las "puertas" de un cerebro y qué unidades componen las de un ordenador?

5. Describa mediante un algoritmo sencillo un procedimiento de decisión distinto de los ejemplos que se ofrecen en el texto. Esquematícelo.

6. ¿Qué es un programa de computadora?

7. ¿Pueden aprender los ordenadores? ¿Cómo? ¿Cree usted que se puede hablar con propiedad de "inteligencia artificial"?

8. Describa la plasticidad e increíble conectividad del cerebro humano.

9. ¿Qué diferencia más apreciable encuentra entre el funcionamiento de un cerebro y el de un ordenador? Explique el método del CASI.

10. ¿En qué tipo de acciones el cerebro humano es más que una máquina de computación, según Penrose? ¿Qué importancia tiene la "imaginación finalista" para el pensamiento consciente?

11. Explique el concepto de cognición para Fco. Mora.

12. Explique en qué consisten la máquina y el test de Turing. Busque una semblanza sobre importante lógico y matemático británico.

13. ¿Cuáles son las ciencias cognitivas y qué estudian?

14. Describa la concepción funcionalista de los procesos mentales.

15. Sintetice la teoría emergentista sobre la relación cerebro-mente.

16. Cuáles son las propiedades específicas de los fenómenos mentales que no se dan en la inteligencia artificial (IA).

17. ¿Cómo muestra el experimento mental de la habitación china que los ordenadores no piensan?

18. ¿Qué objeción pone Mnez. Freire al experimento de Searle?

19. ¿Cómo piensa Francisco Mora la relación cerebro-mente?

20. ¿Cree que las máquinas inteligentes podrán desarrollar alguna vez conciencia?



NOTAS


[1] Título de la famosa obra de Robert Jastrow sobre el cerebro y la computadora, Salvat 1981.
[2] Un axón no es más que el "cable" o fibra de salida (output) de una puerta neuronal. Las neuronas "disparan" mediante los axones información en red, que transmiten a otras neuronas mediante impulsos bio-eléctricos o mediante neurotransmisores químicos. La insuficiencia de estos transmisores es causa inmediata de trastornos tan graves como el altzeimer.
[3] El punto en el cual una fibra nerviosa de entrada (input) toma contacto con la neurona (representada en nuestros esquemas por un círculo negro) recibe el nombre de sinapsis. Una sinapsis en el cerebro es similar a un diodo o transistor en un circuito electrónico, ya que permite que una corriente eléctrica pase en una sola dirección
[4] Ramón y Cajal creía que las células nerviosas que mueren no podían ser reemplazadas. Hoy sabemos que no es así. Las neuronas pueden rejuvenecer y el cerebro es capaz de generar nuevas neuronas. Experimentalmente se ha comprobado que ratones adultos que viven en condiciones de actividad óptima frente a ratones que viven aislados desarrollan hasta un 60% más de células en el hipocampo (área crucial para los procesamientos de la memoria).
[5] Las sombras de la mente, Drakontos, Crítica, Barcelona, 1996.
[6] El reloj de la sabiduría, Alianza, Madrid, 2002.
[7] Un algoritmo es un método o procedimiento conforme a reglas que permite resolver problemas de manera mecánica en un número finito de pasos.
[8] Por configuración entiende Turing un estado lógico más un símbolo escrutado.


PALABRAS, ACTOS Y VERDADES

Biblia que regala Jean de Vaudetar
al rey Carlos V. París 1372

La tradición semita y la helena, a las que nuestra civilización debe savia y manutención, hizo principio supremo del Verbo, de la Palabra, del Logos, porque la palabra nos permite dar y recibir razones y eso eleva nuestra esencia comunicativa por encima del trino de los pájaros o del gruñido de las bestias, hasta el reino de la gracia, del arte, de la conciencia reflexiva, del espíritu creador. Pero, afortunadamente, toda tradición cuenta con sus heterodoxos, como todo rebaño con su oveja negra, y hasta es conveniente que -como decía Juan Huarte de San Juan- soltemos en el hato algunas cabras para que animen y estimulen al resto de la manada a descubrir nuevos y más altos pastos, porque la cabra tira al monte.

Demócrito dijo que la palabra es la sombra del hecho. Una sombra también es algo y hay estéticas que hacen preferencia de la sombra que, por sí sola, permite saber de dónde viene la luz. Hasta los místicos hablan por los codos o cantan bellamente lo que no puede ser hablado, se expresan sobre lo indecible, refieren a aquello que -según Wittgenstein- vale más callar. Sin duda hay desajuste entre palabra y hechos. Conviene mirar a estos para formarse una idea justa de con quien tratamos. Fíate de quien predica y da ejemplo con sus buenas obras. Demócrito negaba que fuese el Verbo lo que mueve el mundo, también Goethe afirmó que antes que el Verbo es la Acción; muy al contrario, el mito bíblico supone al Verbo creador y el Evangelio de San Juan identifica a Dios con el Logos y a Cristo con el Verbo encarnado.

A Platón, que reconoce la insuficiencia de la escritura como monumento inerte del saber, le cayó antipático el discurso de Demócrito y por eso no le cita jamás en sus diálogos. Aunque el divino ateniense se distanció de los sofistas, sobre todo de los charlatanes de segunda generación, compartía con ellos la confianza pedagógica en el lenguaje como instrumento mejorador de almas. Platón hizo de la dialéctica un método superior de conocimiento. De hecho, admite a regañadientes, al final de su diálogo Gorgias, la posibilidad de una bella retórica al servicio de la verdad y del bien, siempre que reniegue de la búsqueda preferente del placer mediante apariencias y adulación.

Pocos intelectuales mantendrán hoy que las palabras sean suficientes para alcanzar una comprensión rigurosa y exacta de lo que acontece en el mundo. Las ciencias naturales se sirven de caracteres artificiales y de convenciones formales unívocas para sus explicaciones racionales estrictas. La física es física matemática y la biología, bioquímica. Por otra parte, en las relaciones personales, el lenguaje es bálsamo, pero también arma, y el malentendido confunde y ofende con harta frecuencia. Los lacanianos han llegado a insinuar que la verdadera comunicación es un imposible, que el equívoco es constante insuperable de toda interacción verbal .



Julio Caro Baroja, sobrino de don Pío y excelente antropólogo y etnólogo, en un artículo de 1978 ("Palabras, igual sombras", EL PAÍS, 21 de febrero) constataba que "hay muchas gentes vulgares que creen, como creían los viejos caseros vascos, que todo lo que tiene nombre existe: lo mismo un castaño que un duende". Defenderé a los caseros montañeses aquí, porque en cierto sentido también los duendes existen, o por lo menos insisten en leyendas y mitologías, lo que pasa es que "existir" se dice de muchas maneras, o tiene muchas significaciones heterogéneas y algunas heteróclitas. Es evidente que Bart Simpson no existe del mismo modo que existen el tocino, el número pi, el espacio o la velocidad.

Al artista de la palabra o la escritura, sea poeta, relator, publicista, cuentista o filósofo, los tópicos y las palabras gastadas no le sirven del todo, por manidas o porque no lo dicen todo o porque no ve en ellas presencias reales, sino falsas monedas. A veces, cuanto más lejos queda el hecho que originó la palabra más se hincha esta, la "sombra del hecho", como un globo... "Pero puede estallar con un simple pinchazo de alfiler", dice Caro Baroja.

Demócrito de Abdera (c. 460-370 a. C.) no sólo ejerció de físico, sino también de filólogo: escribió sobre ritmos y armonía, sobre poesía, sobre la belleza de las palabras y sobre las letras eufónicas y cacofónicas, sobre Homero y sobre la corrección del lenguaje. Por desgracia, no nos queda mucho de ello, sólo indicios. Así que, como el gran orador y embajador siciliano Gorgias de Leontini, Demócrito no era indiferente al poder de la palabra, al hecho de que con un cuerpo tan liviano los logoi sean capaces de las mayores transformaciones y efectos. Tan ligeras son las palabras que se las lleva el viento, pero con una fuerza ilocutiva y perlocutiva muy especiales, con poderes tanto creativos como destructivos. 

Por Diodoro de Sicilia (I a. C.) sabemos que el filósofo atomista elaboró una teoría convencionalista del origen del lenguaje, que justificaba la diversidad de lenguajes y la confusión babélica. A favor de la convencionalidad del lenguaje -y según Proclo en sus comentarios al Crátilo platónico- Demócrito daba cuatro argumentos: 1. La homonimia y polisemia, es decir que diferentes cosas se designan con un mismo nombre. 2. La polinimia o equivalencia. El intercambio de nombres para una misma cosa no sería posible si los nombres fuesen no-convencionales. 3. La trasposición o metonimia. ¿Cómo podríamos reemplazar Aristocles (su verdadero nombre) por Platón (su mote) o Cervantes por el Manco de Lepanto si fuesen nombres por naturaleza?, y 4. La falta de derivados o anonimia. ¿Por qué de "pensamiento" derivamos "pensar" pero de "justicia" no derivamos un verbo? 

En consecuencia, los nombres deben mucho al azar y al hábito, no son por naturaleza (peri physei), y en el acuerdo mutuo (pros allélous) radica para Demócrito la esencia del lenguaje. Es su uso, dirá el Segundo Wittgenstein, lo que importa.

Así pues, los nombres, incluso los de los dioses, son estampas (ágalma) sonoras. La estampa o representación depende de la subjetividad del creador y del éidolon. Julio Caro Baroja admite que las palabras, aunque sean meras sombras de las cosas, las unifican y tienen fuerza propia; como sombras que son y según venga la luz, hacen que la cosa representada se alargue o estreche, se hinche o achate. Y esto pasa, sobre todo, con el vocabulario político: nación, pueblo, patria, comunismo, fascismo, liberalismo, democracia... Lo peor es que la palabra-sombra tiene además la facultad de disfrazarse de lo que no es. Y entonces tenemos a comunistas que se comportan como fascistas o a carlistas que presumen de liberales. Julio Caro Baroja puso el ejemplo de la palabra-sombra "eurocomunismo", muy popular en el último tercio del siglo pasado, acuñada en Italia, cosa muy natural porque los italianos son maestros del disfraz. Hoy tendríamos que hablar de otras sombras exitosas como "feminismo", "globalización", "sostenibilidad", etc., y de sombras usadas como conjuros.

Reconozcamos con el antropólogo que un mundo sin sombras y sin palabras sería una abominación. "No en balde el pueblo ha inventado expresiones tan estupendas como las de buena y mala sombra para definir lo más íntimo del hombre". Y es que también hay sombras de buena sombra, y buenas sombras (o que parecen buenas) con mala sombra. Hay sombras chinescas y sombras verbales que no sirven para nada o sólo para despotricar del oponente político. Es difícil saber hoy quién es de verdad comunista y quién liberal, a qué se llama socialismo y a qué fascismo. Estas palabras son a veces como esa luz que nos llega de noche de una estrella ya extinta. Y es que hablamos en general con el lenguaje de los muertos de realidades que pasaron y ya no son.

Demócrito ya denunció que muchos son los que actuando de manera despreciable hacen gala de los más bellos discursos. Falsos e hipócritas son quienes todo lo hacen con palabras, pero nada de hecho (Los Filósofos Presocráticos III, Gredos, "Leucipo y Demócrito", 699, 700, 701). En Platón, quienes no tienen acceso a los verdaderas realidades y están sumidos en cavernosas tinieblas compiten entre sí por discernir apariencias y colocan convencionalmente (nomízein) nombres (onomázein) a las sombras (tas skiás), en Politeía 515ab.

Manuscrito con la Ética a Nicómaco de Aristóteles,
anterior a 1500. Sur de Italia. Las alegorías de las aventuras de Ulises
ilustran la capacidad de la razón humana para actuar de forma consecuente.


Desde la fundación de las Escuelas áticas mayores, la Academia de Platón y el Liceo de Aristóteles, se fue estabilizando y matizando la idea de que nuestro discurso hablado y escrito es de naturaleza convencional y adquiere significado sólo a través de su conexión con un discurso mental que es natural porque es el mismo -o al menos parecido o análogo- en todas las criaturas dotadas de razón; ese discurso mental, natural y espontáneo, copia de algún modo la realidad dentro del alma humana. Hoy hablaríamos también de las "neuronas espejo" como base física de esa mímesis que nos permite hablar interiorizando los procesos comunicativos del medio natural y del entorno social.

Characteristica universalis

Leibniz pensó que si el símbolo o carácter de un lenguaje convencional ordinario reproduce al menos una parte de la estructura del pensamiento, un lenguaje científicamente diseñado podría reproducir toda la estructura de un pensamiento claro. Obviamente, para que un lenguaje artificial realice su tarea científica debe hacer posible la reproducción, al menos parcial, de la estructura de los hechos, así pues los elementos de un signo lingüístico completo deben estar relacionados del mismo modo que los elementos de lo significado. Esta concepción de la posibilidad de una Characteristica universalis o générale spécieuse supone y anticipa el concepto de isomorfismo entre lo real y el lenguaje del Tractatus de Wittgenstein. 

William Kneale ha mostrado la singularidad de Leibniz en la historia de la filosofía del lenguaje y ha puesto de relieve la semejanza entre su propuesta y la teoría pictórica del lenguaje desarrollada por el Primer Wittgenstein. Nosotros nos hacemos figuras de los hechos que son modelos de la realidad. Téngase además en cuenta que esas figuras son  también hechos y que hablar es un modo de hacer y actuar. El pensamiento es la figura lógica de los hechos. La forma de figuración, su estructura, es la posibilidad de que las cosas se combinen unas respecto de otras como elementos de esa figura. Lo que la figura debe tener en común con la realidad para poder representarla a su modo y manera -correcta o falsamente- es su forma de figuración.

Leibniz, que también fue inventor de una máquina calculadora, elogió a Ramón Llull (1232-1315) como pionero de una lógica matemática rigurosa. Como Lulio, Leibniz buscaba un alfabeto de los pensamientos humanos para transformarlo en una "característica", es decir una especie de gramática universal o cálculo raciocinador en el que cada término sea representado por un carácter. Por "carácter" entiende Leibniz una pluralidad de representaciones posibles: signos, marcas, dibujos, símbolos, notaciones, números, etc. El "arte característico" es el de ir formando y ordenando los caracteres "de modo que mantengan entre sí la relación que mantienen entre sí los pensamientos" (Leibniz, cit. por E. Olaso, Madrid 2003, pg. 181). 

De este modo contaremos con una escritura ideográfica que represente directamente los pensamientos y la característica (juego de caracteres) será una lengua independiente de todas las habladas, comparable a la china o egipcia, pero universal, porque con sus caracteres representa todas las nociones y no sólo las de los números como el álgebra o la aritmética, que serían muestras de la característica. Ya en 1678 Leibniz quiso ver en la escritura china la mejor representación de la lengua ideal hasta el momento, si bien mejorable (E. J. Aiton. Leibniz, una biografía. Madrid 1992, cit. por Lourdes Rensoli en su introducción al Discurso sobre la teología natural de los chinos de Leibniz, Buenos Aires, 2000). 

Atanasius Kircher había referido al origen icónico de los caracteres chinos. Leibniz discutió largamente sobre la posibilidad del origen onomatopéyico de los términos en lenguas europeas... En la relación directa entre caracteres y conceptos del chino vio la posibilidad de que el chino no fuese una lengua natural y en el Discurso citado, uno de sus últimos escritos, desconoce los sentidos de imagen polivalente o alusiva, lo que hoy llamamos iconicidad, que a menudo dichos ideogramas poseen. Pero seguramente Leibniz pensaba en el I Ching, el libro oracular de las mutaciones tres veces milenario, cuyos hexagramas se construyen binariamente a partir del yin (línea sólida y continua) y del yang (línea interrumpida por espacio central). El parecido con el sistema binario que codifica hoy la información electrónicamente mediante puertas abiertas (1) o cerradas (0) es sorprendente.

Los 64 hexagramas del  I Ching se parecen al código QR

El conocimiento del confucianismo y la teología natural de los chinos sirvió a Leibniz de confirmación en su creencia racionalista: el principio de la unidad de la razón humana. Leibniz, filósofo integrador y conciliador, ensayó mostrar muchas veces la unidad del pensamiento humano y la concordancia entre fe y razón como supuestos básicos de su propia concepción y de la philosophia perennis, deudora de la prisca sapientia. Perseguía también mostrar la armonía entre la teología natural y la revelada. No obstante, como Spinoza, Leibniz está de acuerdo con la separación entre Religión y Estado. Además, el alemán piensa y apunta hacia una Iglesia universal y una Europa unida.

Sin embargo, a diferencia de Descartes o Spinoza, para los que el lenguaje era un velo que obscurecía el pensamiento, Leibniz creía que los pensamientos, incluso los más abstractos, tienen que ir siempre acompañados, si no de palabras, al menos de signos:

"La característica es lo que le da palabras a las lenguas, letras a las palabras, cifras a la aritmética, notas a la música. Es la que nos enseña el secreto de fijar el razonamiento y de obligarlo a dejar algo así como huellas visibles en el papel, para examinarlas a voluntad: es la que nos enseña a razonar con poco esfuerzo, colocando los caracteres en lugar de las cosas para aliviar la imaginación" (L. Couturat, Opuscules et fragments inédits de Leibniz, 99. Paris 1961).

Las sombras se muestran atadas a aquello de lo que son sombras. Pero las palabras vuelan, atraviesan tiempos y espacios, permanecen guardadas en libros, se conservan en piedra, en papel o en la luz, en archivos informáticos..., con relativa independencia de aquel que las creó y de aquello que las motivó. Mejor que sombras, las palabras son, como explica Leibnicio, huellas visibles.

Con su Characteristica universalis, Leibniz aspira a crear una gramática racional o una lógica general de nociones claras y distintas (evidentes) gracias a la cual nuestros razonamientos tendrán la infalibilidad del cálculo numérico. Tal sistema permitiría someter las disciplinas más abstractas como la metafísica y la moral a los signos (caracteres) que operarán como marcas sensibles o "criterios palpables de la verdad para que no subsistan más dudas que en el cálculo numérico". 

De este modo se podrán dirimir por fin controversias que han durado siglos: bastará con tomar la pluma y el papel y repasar la discusión animados por un nuevo imperativo: calculemus (G. W. Leibniz, Die philosophischen Schriften, Hildesheim 1960-1961). Esta nueva técnica o arte no sólo permitirá razonar correctamente (ars iudicandi), sino que también permitirá descubrir verdades nuevas (ars inveniendi), es decir, que funcionaría a la vez como método de síntesis y de análisis, de composición y de descomposición lógica de lo complejo en lo simple. Leibniz usa la metáfora del "hilo de Ariadna", "hilo palpable para dirigir la investigación" será la escritura misma de la característica universal, clave de todos los conocimientos, enciclopedia que ofrecerá extraordinarias ventajas para la comunicación humana.

Ezequiel Olaso se pregunta por qué fracasó el proyecto de Leibniz de una Characteristica universalis. Responde que tal idea se apoya en dos postulados: 1) todas nuestras ideas están compuestas de un número muy pequeño de ideas simples; y 2) las ideas compuestas proceden de las simples por una combinación uniforme y simétrica, análoga a la multiplicación matemática. Pero resulta que a) el número de ideas simples es muy superior al supuesto por Leibniz, de modo que su alfabeto lógico tendría que constar de miles de caracteres; y b) es falso que los conceptos complejos sea meros productos de los simples, también se conforman por adición, por negación... Además, Leibniz privilegiaba la proposición de la forma sujeto-predicado y, según la crítica de Russell, quedaron por eso sin explicación posible las proposiciones que emplean ideas matemáticas como "hay tres libros" o las proposiciones relacionales como "Brasil es más extenso que Venezuela".

En su "Diálogo sobre la conexión entre las cosas y las palabras" (1677), Leibniz comienza afirmando que la verdad y la falsedad se da en las cosas, no en los pensamientos. Pone el ejemplo de la verdad de que el círculo es la figura cuyo ámbito o superficie tiene mayor capacidad. Esto es verdadero antes de que los geómetras lo piensen o demuestren. Se trata de una posición que podríamos llamar realista. Sin embargo, enseguida añade que no hay cosas falsas, mientras que una proposición y el pensamiento que expresa pueden ser falsos, por lo tanto "si la falsedad está en los pensamientos, también la verdad estará en ellos y no en las cosas". 

¿Cómo salir de esta aporía? Como siempre, Leibniz busca una conciliación. La verdad pertenece a las proposiciones y a los pensamientos posibles, pues no todas las proposiciones pueden ser pensadas. La causa de que un pensamiento futuro sea verdadero o falso hay que buscarla en la naturaleza de las cosas, pero también en la naturaleza del que piensa, en lo a posteriori, pero también en lo a priori

"Algunos hombres versados" piensan que la verdad puede surgir del arbitrio humano y de los nombres (nominalistas, vitalistas, pragmatistas) y que la verdad depende exclusivamente de definiciones que tomamos por axiomas. Y en efecto, los caracteres o signos son necesarios para el razonamiento, pero eso no significa -como pensaba Hobbes- que la verdad dependa sólo del arbitrio humano, que sea arbitraria. 

"Nunca podré conocer, descubrir, probar sin servirme de palabras o sin que otros signos estén presentes en mi espíritu". Sin caracteres, "nunca pensaríamos con distinción en algo ni seríamos capaces de razonamiento". Sin embargo, aunque el cero que escribimos (0) no tenga nada que ver con la nada o con el conjunto vacío que representa, aunque sea una convención arbitraria, como el triángulo imperfecto que dibujo en la pizarra, tiene que haber en los caracteres y figuras que empleamos, tales como el círculo o la elipse, un orden que convenga con las cosas y una correspondencia que valga en todas las lenguas. 

Por tanto "aunque los caracteres sean arbitrarios, su empleo y conexión tiene, sin embargo, algo que no es arbitrario, a saber, cierta proporción entre los caracteres que expresan las mismas cosas. Y esta proporción o relación es el fundamento de la verdad". De ahí que podamos cambiar el sistema de signos sin que por esto cambie la verdad ni dependa de  nuestro arbitrio. En efecto, cualesquiera sean los caracteres elegidos, ha de haber un orden en esos caracteres, y sólo uno, que sea verdadero, es decir que corresponda al orden real  de las cosas. Hay pues, analogía, no sólo entre los caracteres y los objetos, sino entre los diversos sistemas de caracteres en cuanto expresan la misma realidad.


martes, 10 de enero de 2023

IDEALISMO versus CINISMO

 




Este artículo se publicó por primera vez en la revista cultural IBIUT, dirigida por Ramón Molina Navarrete. AÑO XI, nº 59, pg. 24s, Abril 1992. Aquí es copia fotográfica de aquel.


viernes, 6 de enero de 2023

CULTURA ANTIGUA Y CRISTIANISMO PRIMITIVO

 

Reproducción en blanco y negro de una acuarela de J. Biedma L.
Perspectiva de la Iglesia de los Carmelitas de Úbeda (1989).
Contraportada del número 48 de la revista IBIUT 





NOTAS Y COMENTARIOS

Este artículo se publicó por primera vez, tal cual, en la revista IBIUT, dirigida por Ramón Molina Navarrete, Año IX, nº 48, pgs. 10-11 (Junio 1990). Me ha alegrado ver que a principios del 2023 no siento la necesidad de corregir nada.

Los materiales de la revista IBIUT han sido generosamente expuestos al público, en formato digital, por la Asociación Cultural Ubetense Alfredo Cazabán: https://www.vbeda.com/Ibiut/





La fuente principal de nuestro artículo es el libro de Olof Gigon La cultura antigua y el cristianismo primitivo (Gredos, Madrid 1970), en versión española de Manuel Carrión Gútiez de Die Antike Kultur und das Christentum, 1966. La obra de Gigon enfrenta dos problemas históricos: 1) La situación decadente con la que se encontró el cristianismo al irrumpir en el mundo grecorromano y 2) el puesto que ocupó en la cultura antigua durante el desmoronamiento del Imperio romano y la descomposición de las antiguas creencias filosófico-religiosas. Analiza las polémicas más decisivas contra los cristianos, de Celso, Porfirio y Juliano, así como la réplica cristiana de la patrística (Justino, Clemente, Agustín...) que supieron aceptar lo que estimaron valioso de la cultura antigua sin abdicar de sus creencias.

"Sobresale a ojos vistas de la ética antigua sólo ese complejo de ideas situadas en torno a la doctrina central cristiana del amor al prójimo. Teóricamente anda cerca de la antigua φιλανθρωπíα y de la humanitas, pero en la práctica quiere decir mucho más. Pide incansable actividad asistencial para pobres y enfermos, viudas, huérfanos y prisioneros..."

Nuestro concepto de la solidaridad, asumido por el humanismo y por el socialismo democrático contemporáneo debe muchísimo a la charitas cristiana y al comunitarismo jesuítico y no es explicable sin ellos. No puede extrañarnos que la "teología de la liberación" haya hecho posible en hispanoamérica una lectura de los Evangelios volcada sobre los intereses del pobre y el cuidado del menesteroso. 

El izquierdismo socialista o comunista, por su parte, tiene mucho de secularización política del cristianismo, en el que el más allá celestial pasa a ser un más allá histórico o un fin de la historia. Nietzsche comprendió muy bien -para mal, esto es, para su censura- la herencia cristiana inserta en el socialismo (esa vulgarización atea de los sentimientos cristianos). También la moral ácrata enlazó fácilmente con el fondo cristiano de la cultura europea. El auge del anarquismo entre los misérrimos campesinos andaluces o los payeses catalanes se explica porque algunos de sus valores conmutaban fácilmente con los del credo popular cristiano, valores que las clases dominantes habían olvidado o malinterpretaban. 

Durante su primitivo desarrollo el cristianismo se alejó del estoicismo ante todo -según Gigon- por la importancia concedida a la virtud de la misericordia (ἔλεος). Los estoicos despreciaban las pasiones, y la misericordia, como la esperanza o la compasión, pueden ser consideradas tales pasiones. El mismo ejemplo del sacrificio mortal de Cristo en la Cruz se nombra como Pasión y su muerte como redención de culpa esperanza en su promesa de resurrección. El cristianismo se aprovechó de la consideración positiva de las pasiones por parte del peripatetismo (aunque su emoción no siempre estuvo limpia de sentimentalismo) y la fe cristiana, más la confianza del cristiano de estar en posesión de la Verdad causaron una fuerte impresión, sobre todo en los ánimos sencillos propensos al timor Dei y a la devoción, pero también el el escepticismo estéril o el fatalismo de los filósofos. 

Por otra parte, la moral cristiana se oponía al culto absurdo al emperador, que bien podía ser un orate, y a la crueldad romana y ejercerá una influencia educadora importantísima, a partir del siglo V d. C., sobre los bárbaros del Norte. 

Aunque no pudo admitir formas ateas, materialistas o agnósticas de pensamiento como el epicureísmo de un Lucrecio, otra cosa sucedió con la filosofía templada y realista del estoicismo tardío, de Séneca, Musonio o Epícteto. Podia ser aceptada por el cristianismo casi sin modificaciones. Ambas éticas, la cristiana y la estoica eran cosmopolitas, ecuménicas, universalistas, opuestas teóricamente a la esclavitud. El cristianismo no hacía distinción de razas ni de naciones, su propaganda y apostolado iban dirigidos a cualquier "hombre de buena voluntad" y en esto se alejaban los cristianos, como los gnósticos, del Dios étnico del Antiguo Testamento, dios de un "pueblo escogido". El Dios del Nuevo Testamento es único en su omnipotencia creadora y dominadora igualmente de todos los pueblos, único en un sentido que está más cerca del Uno de Plotino que de las expresiones coléricas del Antiguo Testamento.

Si bien cuando se hizo con el control del Estado, a partir del constantinismo (313 d. C.) muchos, por motivos de carrera, se hicieron tibios cristianos y escondieron por interés y a regañadientes las figuras de los viejos dioses, so pena de ser acusados de idólatras, y si bien la Iglesia promovió la destrucción de los libros que se dirigían expresamente contra el cristianismo, no se embarcó, sin embargo, en una destrucción sistemática de los demás. Ejemplo lo tenemos en Porfirio, sus otros libros no anticristianos siguieron siendo copiados y leídos. Incluso se han salvado en la Biblioteca vaticana venerables manuscritos de Epicuro, cuya moral atea casaba muy mal con el deísmo de tradición semita propio del cristianismo. Para Gigon es un error pensar que la decadencia de la cultura antigua a partir del siglo III d. C. tuvo por causa el cristianismo. 

Grabado representando a Isidoro de Sevilla (560?-636?),
obispo, teólogo, filósofo y santo.


La obra de Casiodoro bajo el ostrogodo Teodorico, o de San Isidoro en Sevilla, bajo el visigodo Sisebuto (s VII), son una prueba de hasta qué punto seguía ocupando un lugar importante la antigua tradición cultural en un mundo destruido política y militarmente, pero convertido al cristianismo y dirigido por reyes germánicos bien dispuestos. Gracias a las enciclopedias isidorianas conservamos citas raras de Catón el Viejo, Ennio, Lucilio o Varrón, que sin ellas se hubieran perdido...

"La obra creadora personal de San Isidoro no es muy grande, pero es un ejemplo, de especial claridad y belleza, de la decisión y la liberalidad con que el cristianismo se ha ofrecido a tomar bajo su protección la supervivencia de la antigua cultura precristiana y a mantenerla sana y salva, a través de tiempos difíciles."

Véase a este respecto, J. Fontaine: Isidore de Séville et la culture classique dan l'Espagne wisigothique, 1959.