miércoles, 27 de marzo de 2013

¿Mente global? La virtualidad y sus riesgos.


 ¿Una mente no biológica?


Algunos han visto en la Internet una estructura análoga a la del sistema nervioso. En cierta medida, la Red parece funcionar resolviendo el problema de unificación de la sociedad humana, propiciando la realización del sueño liberal de una verdadera comunidad cosmopolita. Si la geometría funcional de las neuronas engendra la mente, ¿podrían en el futuro las mentes de las personas, como puntos nodales de la Red, generar o convertirse en una mente colectiva?

Sin duda, la Red y el cerebro humano son cosas muy diferentes. El cerebro es algo viviente y la Red no lo es, aunque hable decenas de idiomas.

¿Puede algo no biológico tener mente? No es impensable. Durante mucho tiempo se pensó que sólo las aves –o en todo caso los murciélagos y los insectos- podrían volar? Se creía que volar era una propiedad biológica. Pero hoy sabemos que el vuelo no es una propiedad exclusiva de ciertos seres vivos. Ahí están las alas delta, las naves espaciales y los drones para demostrarlo. Tampoco la comunicación es una propiedad exclusiva de los vivientes. Como se sabe desde los estudios del zoólogo Karl R. von Frisch, las abejas se informan unas a otras de la cantidad y localización del alimento mediante una danza que efectúan en la puerta de la colmena. Pues bien, recientemente, hemos creado con un microchip una abeja artificial que efectúa la danza, se comunica con otras abejas “biológicas” y vuela con ellas en busca de comida.


Hoy por hoy parece evidente que nuestros ordenadores carecen de mente, aunque sean formidables memorias y poderosas máquinas de computación, y por más que ciertos programas puedan aprender de sus propios errores, pero ello puede deberse a limitaciones de diseño más que a limitaciones teóricas o técnicas para crear mentes artificiales. En el caso del vuelo, las plumas y las alas han demostrado su valor, pero también el plástico, la madera seca y diversos metales. No son los materiales, sino el diseño funcional, el patrón geométrico, los que definen su viabilidad para el vuelo o para la comunicación.

Puede que la mente o incluso la conciencia no sean una propiedad exclusivamente biológica, sino una propiedad física que podría ser soportada por otras arquitecturas no celulares, como los circuitos de robots, androides que pudieran “darse cuenta de las cosas”. ¿Podrán los computadores llegar a pensar algún día? Cada vez más expertos creen que sí. 

¿O hay algo espectral e indefinible en el cerebro, una chispa divina, un “fantasma en la máquina” gobernada por los genes? Hay quien piensa que el problema es más de grados de libertad físicos de la arquitectura funcional que de la esencia vital que caracteriza el comportamiento de los animales en contra de la inercia de la materia inerte. Con un sistema nervioso muy distinto del nuestro, los pulpos son capaces de hazañas que demuestran su indudable inteligencia. Por ejemplo, son capaces de aprender por imitación o de abrir un frasco para extraer alimento de su interior. Evidentemente, la inteligencia humana es mucho más que la capacidad para resolver problemas.

El universo virtual. Evolución o desastre

Volviendo a la posibilidad de que la Red funcione como un cerebro. El funcionamiento de la Internet parece tener características comunes con el cerebro, pero la analogía –según Rodolfo R. Llinás[1]- se derrumba si observamos las cosas de cerca… Al contrario que el cerebro humano, la Red es un sistema muy ruidoso, integra mal sus contenidos y no modulariza sus funciones. Más que a un cerebro, según este autor, la Red se parece a un celentéreo, hidra o medusa. 

El conocimiento colectivo y la mente colectiva son dos cosas diferentes. La Red comunica, ciertamente, pero no piensa, aunque esboce ya un proceso global de toma de decisiones.
Rodolfo R. Llinás recela de este proceso global de unificación que puede derivar en una nueva forma de tiranía de las mayorías, que además puede estar sesgada por maquinaciones dentro de la Red. Puede que la opinión pública conformada en la Red no resulte menos manipulada y manipulable que la que se formó gracias a la prensa, la radio o la televisión.

Las generalizaciones basadas en la opinión popular no son fiables, pero además la presión de la opinión pública global puede ser en la Red tan formidable que acabe provocando un pensamiento homogéneo. La cultura mundial de la igualdad, tanto en cuanto a su parafernalia externa –productos de consumo- como en cuanto a su carácter y valores, dirigida en la sombra por la “Internacional Publicitaria” puede acelerar un proceso que ya comenzó con la televisión, un proceso que nos lleva al pensamiento único y disminuye la variación que es clave de la supervivencia.

Así pues, una nefasta consecuencia de un uso masivo de la Red puede que sea una uniformización y homogeneización peligrosa del pensamiento.

Otro peligro que corremos con la extensión y ampliación de la comunicación virtual es la acentuación del fenómeno del narcisismo hedonista. Los niños de mi generación, incluso cuando llovía o hacía frío, pasábamos mucho tiempo al aire libre, en comunicación con la naturaleza y las personas de carne y hueso. En la actualidad, la mayoría de los niños juegan en casa. Cuando las formas de entretenimiento, comunicación y juego que nos proporciona un televisor, un ordenador, una tableta o un teléfono de última generación, nos resultan tan formidables, puede que la realidad deje de parecernos atractiva.

Puede que en un futuro próximo, la telemática amplíe el rango y variedad de los sistemas sensoriales de comunicación. Podríamos no sólo vernos y oírnos, sino tal vez incluso procurarnos sensaciones cinestésicas, táctiles y olfativas, a través de Internet. Imagine que nuestros sueños se hacen realidad. Al contrario que la televisión, ya no se trata sólo de mirar, sino que estos nuevos juegos te permiten interactuar. Podrá usted tocar la música que escuche, pilotar un caza, enfrentarse con armas insólitas a alienígenas definidos con arte, experimentar contactos sexuales íntimos… Todo virtualmente, claro, pero muy pronto en tres dimensiones y con todo lujo de detalles sensoriales. Un paraíso de gozosa sensualidad virtual, abierto las veinticuatro horas del día. Puede que la dependencia de las drogas duras sea un “juego de niños” en comparación con las dependencias que pueden crear estos entretenimientos que procuren placer sin interrupción.

Surge la posibilidad –explica Llinás- de crear un mundo y un estado completamente hedonista, una sociedad sibarita y decadente, que se precipitaría hacia la destrucción y el olvido.


En efecto, el placer no puede ser un fin en sí mismo, sino el medio para un fin. Facilita ciertas conductas vitales como alimentarse, reproducirse, aprender, pensar… Si lo convertimos en la meta principal, el organismo muere. Esto lo saben los etólogos y neurólogos desde hace mucho. Si se le coloca a una rata un electrodo de estimulación en el centro cerebral del placer y se le permite que golpee una palanca que activa dicho electrodo, propocionándose así placer directa y discrecionalmente, la rata dejará de comer, de dormir y de beber, para mantenerse en un estado de perfecta y embobada felicidad…, no hará sino darle a la palanca hasta la muerte. Al respecto –nos previene Llinás-, la realidad virtual podría convertirse en esa palanca, la más adictiva de cuanto la humanidad haya podido inventar,  un verdadero "botón del placer". Podríamos convertir la vida en un sueño, olvidándonos de la supervivencia física y su continuidad. 

Pero la realidad virtual no satisface nuestros fines naturales, así como el “comer virtualmente” no sostiene el cuerpo.



[1] El cerebro y el mito del yo, Barcelona 2002. Cap.: 12. “¿La mente colectiva?”

1 comentario:

Anónimo dijo...

. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
EN LA CONDUCCION DIARIA

Cada señalización luminosa es un acto de conciencia

Ejemplo:

Ceder el paso a un peatón.

Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.

Poner un intermitente

Cada vez que cedes el paso a un peatón

o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.


Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.


Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.


Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años