Antes de ser filósofo o científico, el hombre fue un animal técnico. La acción fue antes que la teoría, el acto fue anterior a su reflexión. La técnica fue la primavera en el gran reloj mundial del desarrollo humano. Las primeras técnicas de fabricación de instrumentos, de uso de enseres, de estrategias de caza o pesca, recolección o cultivo, domesticación, ganadería, construcción de habitáculos, estuvieron seguramente asociadas a concepciones mágicas. Los utensilios se han conservado mejor que las concepciones y creencias que les estaban asociados. Y tendemos a pensar -puede que ilegítimamente- que fueron más decisivos que éstas.
La magia, con respecto a la técnica, representa el análogo de la mitología, respecto de la ciencia. La magia ofrece la expresión imaginativa, y la técnica, la expresión racional del pensamiento en el hacer... saber hacer, un saber hacer que es también un saber producir y formar cosas y provocar efectos naturales: una actividad "poyética". Hoy la técnica se ha reflexionado y organizado sistemáticamente, llamamos a ello tecnología.
Es verdad que hay que completar el mito prometeico de los seres humanos como animales que usan instrumentos y trabajan, con el de Orfeo, el mito antropomórfico de la complacencia en el jugar y amar lo hermoso (homo eroticus, homo ludens). El animal se hizo humano no sólo porque hiciera del fuego su sirviente hace medio millón de años (homo faber), sino también porque hizo posible más tarde, por medio de símbolos, la expresión de nobles ambiciones: fraternidad, amor, libertad, justicia, belleza, y porque enriqueció su vida presente con recuerdos vívidos del pasado e impulsos formativos hacia el futuro, ampliando e intensificando aquellos momentos de la vida que tienen valor y significación para él (homo sapiens).
Marcuse denunció al "hombre unidimensional", producido por una perspectiva racional que santifica el dominio técnico como única posible relación con la naturaleza, proponiendo "el lugar de la realización del hombre en relación con la naturaleza, considerada como compañera de juego y no como objeto de explotación". Pero sin la técnica, sin el artificio (aún el artificio social del lenguaje), sin el artefacto, el hombre no existiría ni habría existido jamás. Como la pescadilla que se muerde la cola, el humano mismo es, al menos en gran parte, un producto técnico de la historia, de sus tradiciones técnicas y culturales, de una memoria social sobrepuesta a la genética. Un primate en cuya evolución, al menos desde hace unos cien mil años, cada vez pesa más lo que aprende a hacer, y menos lo que es por naturaleza.
El filósofo alemán Ernst Kapp (1808-1896), creador del término "filosofía de la tecnología", comprendió la historia humana desde esta perspectiva. La historia es el registro de los esfuerzos humanos por enfrentar los desafíos de diferentes ambientes, por superar la dependencia de la naturaleza, lo cual requiere el cultivo del espacio (agricultura, minería, ingeniería...) y del tiempo (sistemas de comunicación). Ernst Kapp ya previó en el siglo pasado la posibilidad de una "telegrafía universal" (en trance de completarse hoy en la malla máxima mundial: WWW, la red de redes de comunicación), una retícula que enlazase las lenguas mundiales, la semiótica y las invenciones, en una transfiguración global de la tierra y del verdadero hábitat humano, pero esto sólo sería posible cuando la colonización externa del ambiente natural fuera armonizada con una colonización interna del medio humano.
Con la tecnología, el hombre gana libertad material. Que la meta de la tecnología es la libertad humana, lograda y entendida en términos de dominio material y superación de las limitaciones de la naturaleza, ha sido un tema recurrente de la filosofía de la tecnología, desde las interpretaciones del ingeniero químico alemán Eberhard Zschimmer (1873-1940) hasta la exploración espacial:
«En 1957, un objeto nacido en la tierra, fabricado por el hombre, fue lanzado al universo, donde durante algunas semanas giró en torno a la tierra siguiendo las leyes de la gravedad que mantienen en movimiento a los cuerpos celestes... La reacción inmediata, expresada por la excitación del momento, fue de alivio por el primer "paso del hombre para escapar de la prisión de la tierra". Y esta extraña afirmación, lejos de ser un desliz de algún periodista, tuvo un profundo eco y fue un tópico durante algún tiempo... La banalidad de la afirmación no debe hacernos olvidar lo extraordinario que realmente fue; porque aunque los cristianos han dicho que la tierra es un valle de lágrimas y los filósofos han visto su cuerpo como una prisión de la mente o el alma, nadie en la historia de la humanidad había concebido a la tierra como una prisión para el cuerpo del hombre o había demostrado tal ilusión por ir literalmente de aquí a la luna... Es el mismo deseo por escapar de la prisión de la tierra que se manifiesta en el intento de crear vida en una probeta, en el deseo de mezclar "líquido seminal congelado de personas superinteligentes para producir seres superiores y alterar su tamaño, forma y función"; y el deseo por escapar de la condición humana, sospecho, también es la razón fundamental del deseo de extender la duración de la vida del hombre más allá del límite de cien años». (Hannah Arendt, The Human Condition, 1958).
Las implicaciones metafísicas del desarrollo contemporáneo de la técnica fueron percibidas agudamente por la máxima figura de las discusiones filosóficas ingenieriles antes y después de la Segunda Guerra, por Friedrich Dessauer (1881-1963). Este alemán primero triunfó en los negocios produciendo máquinas de rayos X y luego se graduó en la universidad. Fue hasta el final de su vida un católico devoto y un interesante teólogo. En 1933, debido a su oposición a Hitler, fue arrestado y obligado a abandonar el país. En 1953 volvió a Alemania como director del Instituto Max Planck de Biofísica. En su obra puso de manifiesto que el poder del conocimiento científico-técnico es un nuevo modo de existir en el mundo, propio de los seres humanos.
Friedrich Dessauer |
Desgraciadamente para Dessauer, Kant no reconoció como digna de seria consideración la tecnología moderna, se limitó a destacar frente a lo dado-natural, el deber moral y la creación artística. Kant trazó la cartografía del uso prágmático de la razón (búsqueda de la felicidad) y del uso práctico-ético (dignidad, perfección moral), pero no criticó el uso práctico-técnico de la razón, orientado hacia el dominio de la naturaleza y la ampliación proyectiva de las capacidades humanas. A sus tres críticas (de la razón científica, de la razón ética y del juicio estético), Kant había olvidado añadir una cuarta: de la razón técnica, de la actividad tecnológica.
En efecto, el ser no es simplemente lo dado, lo debido o lo representado, sino también lo puesto en su ser por nosotros, algo de suyo arte-facto.
Kant creía que mientras la ciencia se limita a ordenar el mundo de las apariencias, la razón en su uso práctico (meramente moral) se fundamenta en el mundo trascendente de lo puramente inteligible (el sentido del deber, los ideales de la razón pura, la idea del Soberano Bien...). Sin embargo, Dessauer argumenta que el hacer, particularmente en la forma de invención, también establece un contacto preciso con las cosas-en-sí, con los inteligibles. Un análisis del acto de la creación técnica revela que ésta tiene lugar en armonía con las leyes de la naturaleza a instancias de los propósitos humanos. Pero las intenciones, con ser condición necesaria, no explican suficientemente la existencia de la técnica. A ellas se añade lo que Dessauer llama "elaboración" (inner Bearbeitung), que une la mente del inventor con un "cuarto reino" de las soluciones preestablecidas para resolver problemas técnicos.
La elaboración nos vincula con las cosas transcendentes, pues el artefacto inventado no es algo previamente dado en el mundo de la apariencia y, no obstante, cuando hace su aparición fenoménica, funciona. La invención tecnológica comprende la "existencia real originada en ideas", esto es, el engendro de una existencia fuera de la esencia, el material imbuido de una realidad trascendente: la intención hecha materia.
La moderna tecnología no debe ser concebida simplemente como "el alivio de la condición humana" (Bacon), además ella es una "participación en la creación... la mayor experiencia terrenal de los mortales". Para Dessauer, la tecnología se convierte en una experiencia religiosa, y la experiencia religiosa toma un significado tecnológico. Los inventos técnicos serían realizaciones de los entes posibles o un pasar de lo en potencia a lo en acto. No creaciones de la nada absoluta, aunque la técnica forma parte de un proceso de desarrollo de la realidad hacia su plenitud.
Esta orientación teleológica, finalista, comunica a la actividad técnica un sentido unitario. "El sentido unitario de la técnica se encuentra en la construcción del medio ambiente por encima de lo dado en la naturaleza y apuntando al espíritu, al destino y al desarrollo del hombre".
También Heidegger puso de manifiesto, aunque con cierto pesimismo, como la técnica moderna era hoy la mediación esencial entre el hombre y el ser: la forma propia de hacerse presente al ser que el hombre moderno tiene. Toda nuestra tradición filosófica desemboca en la técnica, ésta es la metafísica realizada. Y esto lo dice Heidegger a modo de acusación contra la metafísica tradicional, denunciando la contaminación técnica de la teoría...
«Tenemos que liberarnos de la interpretación técnica del pensar. Los comienzos de ésta alcanzan hasta Platón y Aristóteles... La caracterización del pensar como teoría y la determinación del conocimiento como un comportarse "teórico" acontece ya dentro de la interpretación "técnica" del pensar... El ser como elemento del pensar ha sido abandonado en la interpretación técnica del pensar. La "Lógica" es la sanción de esta interpretación que comienza desde los sofistas y Platón. Se juzga el pensar según una medida que le es inadecuada.» Carta sobre el humanismo, Univ. de Chile, 1953.
Para Heidegger la técnica moderna se distingue de la antigua porque desoculta el ser de la naturaleza para provocar determinados efectos reales, efectos de dominio. La esencia de la técnica no es para Heidegger nada técnico, sino tal vez, como para Nietzsche, esta voluntad de poderío.
Algunas de las tesis heideggerianas sobre la técnica habían sido anticipadas por Ortega, si bien con un tono más favorable, en su Meditación de la técnica. También establece vínculos muy precisos entre la técnica y la metafísica. Ortega demanda una reformulación radical del alcance y sentido de la distinción entre teoría y poíesis (invención, fabricación, composición), en virtud de la cual se nos presentan ambas como aspectos complementarios de una única realidad mental humanizadora: el ensimismamiento frente a lo dado. La esencia de este ensimismamiento se nos revela como "un proyectar la acción futura" que alumbra simultáneamente el nacimiento de la condición teórica y de la técnica en el hombre.
Ortega reconoce el hecho técnico como una instancia en la que los cuerpos, con su efectividad inexorable, se revelan como "los maestros del espíritu". Su meditación sobre la técnica desemboca en una modalidad del ser: la noción de posibilidad:
«Hemos ido a caer en las más profundas honduras sin habérnoslo propuesto porque, tal vez, el enigma más profundo de la filosofía se encuentre en la relación entre posibilidad y realidad, como nos ha enseñado el inmortal Leibniz». Ortega, El mito del hombre allende la técnica (vol. IX de Obras Completas).
Después de Ortega, Juan David García Bacca nos ha presentado la técnica como realización efectiva de posibilidades del ser en un horizonte de proyectos humanos. En su Elogio de la técnica (Anthropos, Barcelona, 1986) rechaza que la realización de este proyecto tenga tan sólo un significado instrumental y lo propone como horizonte básico de sentido con un carácter netamente positivo. La realización técnica humana alumbra el ser real de las cosas y del hombre en lo que tiene de más auténtico y veraz.
Xavier Zubiri no incurre en las exageraciones de García Bacca, pero pondera el poder de la técnica moderna:
«Nuestra técnica no sólo produce arte-factos, esto es, cosas que la naturaleza no produce, sino también las mismas cosas que la naturaleza produce y dotadas de idéntica actividad natural. Y en esta mismidad se halla lo decisivo. En esta dimensión, nuestra técnica ha cobrado proporciones asombrosas, y se halla a punto de lograr resultados tenidos antes por imposibles. Produce no sólo los que se llamaron cuerpos compuestos, sino también elementos y hasta partículas elementales, idénticos a los cuerpos compuestos, a los elementos y a las partículas que emergen de la naturaleza. Produce sintéticamente moléculas esenciales a las estructuras de los seres vivos. Interviene prodigiosamente en zonas cada vez más amplias del ser vivo y es dable creer que no se halla muy remoto el día en que se produzca la síntesis de algún tipo de materia viva. En estas condiciones, la diferencia entre artefactos y entes naturales desaparece: nuestra técnica produce artificialmente seres naturales», Sobre la esencia, Madrid, 1972, pp 88-89.
En la actualidad, el filósofo Miguel Ángel Quintanilla ha sistematizado estas cuestiones monográficamente en su obra Tecnología: Un enfoque filosófico (Fundesco, Madrid, 1989). Muchas de las ponencias del gran Congreso nacional de filosofía celebrado en Granada en 1995 se refirieron a "La filosofía ante el reto de la civilización tecnológica". Asimismo se tituló la de Carlos París; la de Félix Duque se llamó "Mito y sacralidad en el mundo tecnificado". La revista Diálogo Filosófico dedicó su número 40 (1998) a la filosofía de la técnica.
Es verdaderamente curioso que cuando muchos apostaban por la desaparición definitiva de la metafísica, ésta esté resurgiendo de su larga y dolorosa convalescencia, reanimada por los problemas éticos y políticos que plantea la tecnología en el mundo moderno (v. Ignacio Quintanilla Navarro, "Tecnología y metafísica: ¿hacia el final de una era Kantiana?, en Diálogo Filosófico, 40). Así, cuando el gobierno usamericano tiene que articular un marco jurídico para la clonación, solicita de la filosofía un discurso puesto al día sobre el principio de individuación en los seres orgánicos; lo mismo sucede cuando se trabaja ya sobre la crisis del modelo original/copia en diversos ámbitos; cuando se recupera la noción aristotélica de forma en la moderna teoría de sistemas; cuando especialistas en realidad virtual nos remiten a una clarificación racional de lo que sea "realidad-real"; o cuando Herbert A. Simon -uno de los padres de la "inteligencia artificial"- rechaza la ecuación "conocimiento científico = saber de la naturaleza", preguntándose si no podría existir también una ciencia de lo artificial, de los "objetos y fenómenos en los que está englobada la finalidad del hombre tanto como la ley natural". Todas estas cuestiones son filosóficas... Es toda la sociedad la que demanda una filosofía primera que otorgue valor y sentido al mundo tecnológico que se nos viene encima.
1 comentario:
Muy interesante estas reflexiones históricas sobre la tecnología, gracias por compartirla.
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