domingo, 22 de agosto de 2021

GUEVARA. HUMANISMO ESCÉPTICO

Estudio y edición de Emilio Blanco

GUEVARA PRECURSOR DEL ENSAYO MODERNO

Nicolás Maquiavelo nació en Florencia en 1469. Nuestro Fray Antonio de Guevara once años después en un pueblo de Cantabria. Unos lo tienen por montañés, nacido en Treceño hacia 1480, otros por alavés, él insiste en que nació en las Asturias de Santillana. Parece que la casa de Guevara sumaba abolengo vascongado. 

Más información sobre su vida y pensamiento en "Guevara y el nacimiento del ensayo" en A pie de clásico.

Ya había muerto el político y escritor florentino cuando un año después Guevara es nombrado obispo de Guadix en 1529. En 1537 sería proclamado obispo de Mondoñedo, aunque el español ejercía más como consejero imperial y apenas tenía tiempo para ocupar sus cargos eclesiásticos. 

En 1539 publicó Guevara la que suponía su mejor obra: Menosprecio de corte y alabanza de aldea, libro que fue traducido enseguida a las principales lenguas europeas, incluso el latín, el danés y el húngaro (todavía en el XVIII se tradujo al armenio). Su publicación fue uno de los grandes acontecimientos literarios en la Europa de su época y fue tan leído como el Amadís de Gaula o la Celestina.

Montaigne, al que suele atribuirse la creación del ensayo como género literario, sin contar con los trabajos de los autores anteriores, como si sacase su invención de la nada, es bastante posterior (1533-1592). Un estudio comparativo de Ana Peñas Ruiz puede leerse en la revista Cartaphilus: "'Epistolas familiares' (1539) y 'Essais' (1580), un enfoque comparado".  Si, como sentencia la RAE (2008) el ensayo es "un escrito en el cual un autor desarrollas sus ideas sobre un tema determinado con carácter y estilo personales", entonces los de Guevara, incluidas sus cartas, entran perfectamente en la modernez del género.





ÉTICA/POLÍTICA

La idea que consagró a Maquiavelo en la historia de la filosofía es la separación o distinción de la ética (todavía muy apegada a la religión en su época) de la política o, por decirlo de otro modo, la especificación de la "razón de Estado". Esta idea ya la podemos encontrar en Guevara, en su "Filosofía moral de príncipes". El término príncipe, aquí, como en Maquiavelo, parece significar persona principal, señor, prelado o general, privado o cortesano, es decir el que ostenta autoridad, manda o gobierna, y se opone a "súbdito", es decir, aquel cuya principal obligación es obedecer pues está bajo el dictado o ley que promulga otro.

Guevara deja claro que una ley (política) puede ser contraria al "consejo de los sabios" y que "la ley que de hecho y no de derecho se ordena, no merece ser obedecida". Cuando se pregunta por el malestar que manifiestan tanto los súbditos como los señores, se muestra en su respuesta ecuánime, porque lo súbditos quéjanse de la poca benignidad y mucha codicia que hallan en sus señores, y los señores de la mucha desobediencia (envuelta en malicia) que hallan en sus súbditos...

"Ha crecido tanto la desvergüenza del obedecer, y hase desenfrenado tanto la ambición en el mandar, que a los súbditos les parece que el yugo de pluma es de plomo, y por el contrario, a los príncipes y señores les parece que contra el mosquito que vuela han menester desenvainar la espada" Op. cit, capítulo 1º.

Guevara distingue perfectamente en los príncipes y prelados que gobiernan dos dimensiones: la dignidad del oficio y la naturaleza de la persona... "Y puede ser que uno sea bueno en su persona y malo en su gobernar", y viceversa. Pone el ejemplo de Julio César, citado por Cicerón, que era buena persona pero fue mal gobernante de la república. 

"Gran bien es que sea uno buen hombre, pero sin comparación es muy mayor bien que sea buen príncipe, y por el contrario, gran mal es que sea uno mal hombre, pero muy peor es que sea mal príncipe" (Ibidem). 

Por lo tanto el desastre ético o moral de la persona no es nada comparado con su responsabilidad como gestor de la cosa pública, pues aquí su mal obrar afecta a muchos... 

"porque el mal hombre solamente es malo para sí, pero el mal príncipe, no sólo es malo para sí, pero es malo para los otros" (Ibidem).

Parece pues muy clara la distinción entre el ámbito privado de la moral, y el público de la política. Para un buen ejercicio de esta es imprescindible que el príncipe se deje ayudar por consejeros sabios, si no quiere que aparezca la discordia y que haya "revoluciones" (es esta la palabra que usa ya Guevara).

No obstante, si los príncipes no se hartan de buscar médicos competentes para el cuidado de su salud física, no ponen el mismo empeño en buscar hombres sabios que sepan aconsejarlos. Estos sabios no sólo han de ser gente que tenga "plática de alto estilo", sino también artífices que sepan "dar conclusión en lo que está platicado". O sea, gente que razone bien pero que sea también capaz de implementar lo razonado en acciones útiles al Estado. 

Critica Guevara el porfiar sin fundamento de privados, más atentos a halagar el oído de su señor que a dar razones de lo que sugieren. Y pone el ejemplo de Marco Aurelio, emperador que, según Lampidio (De gestis romanorum), se rodeaba de sabios en todo momento y nunca, ni en público ni en secreto "permitió que se hallasen con él locos" (Ibidem). 

Siempre será mejor para un príncipe oír "a un sabio historias muy sabrosas de los tiempos pasados, que no escuchando a un loco cosas deshonestas y aún dichos maliciosos de los tiempos presentes". Bueno está que los locos entretengan a veces a los príncipes, aunque sirvan más para perder el tiempo que para pasarlo, pues tiempo perdido es el que se pasa sin servicio de Dios ni provecho del prójimo. Guevara se maravilla y hasta se escandaliza de lo mucho que pueden los locos en casa de los señores (hasta en su cama) y de lo poco que pueden y en lo poco que tienen a los hombres prudentes y sabios, y añora el respeto y autoridad que los griegos otorgaban a sus filósofos, lamentando que en su presente no sean los que saben más ciencia los que mandan, sino los que tienen más hacienda. Añade que en hogaño no le basta a un hombre con ser sabio para mantenerse, sino que le es menester ser bullicioso para ganar de comer. 

Retrato de Antonio de Guevara


GUEVARA, FILÓSOFO RENACENTISTA

Las obras del cronista de Carlos V pueden dividirse en ascéticas, morales y misceláneas. Entre las morales destaca el Relox de príncipes y libro de Marco Aurelio (1529) dedicado al emperador. que fue tan leído como el Amadís de Gaula y la Celestina y traducido a casi todos los idiomas europeos incluido el húngaro. Todavía en el siglo XVIII se traducirá al armenio. La enorme influencia de Guevara en la literatura italiana, inglesa y francesa ha sido estudiada y está  fuera de duda. 

El Libro Áureo de Marco Aurelio o Relox de príncipes (Sevilla, 1528) se divide en tres partes que tratan de cómo ser buen cristiano, las relaciones del príncipe con la familia y recomendaciones para el gobierno de sí y de la república. El mismo autor confiesa que este reloj no es de arena, ni de sol, ni da las horas sino que es el reloj de la vida, de cómo hemos de ordenarla.

Quienes querían ver en él una obra histórica rigurosa se escandalizaron del uso arbitrario con que Guevara cita la tradición de la gentilidad pagana, no sólo por sus inexactitudes o falsa erudición, sino porque se permite el lujo de inventar fuentes: Sexto Cheronense (supuesto sobrino de Plutarco), Cina Cathulo o Junio Rústico, historiadores que no existieron. Tampoco es novela histórica ni biografía de Marco Aurelio. El emperador estoico es un paradigma de sabiduría, un venerable alterego del consejero imperial.

No nos extraña que Guevara tuviera encarnizados detractores, humanistas eruditos a los que les parecía un sacrilegio el uso arbitrario que el franciscano hacía de los clásicos. También tuvo panegiristas excelsos. La misma intención didáctica y moral, a la que subordina el rigor histórico, tiene su opúsculo Una década de césares, obra que también dedica al emperador Carlos. Guevara aclara lo obscuro, concuerda lo diverso, ordena lo sin orden, adoba lo insípido, desecha lo superfluo, elige lo bueno y lo pone todo en su personalísimo y prolijo estilo.

La obra que el obispo de Mondoñedo tuvo por mejor fue Menosprecio de corte y alabanza de aldea. En ella parte del imperativo apolíneo del "Conócete a ti mismo". A los bulliciosos, ambiciosos, codiciosos e inquietos les recomienda la corte, pero a los virtuosos, mansos, honestos y quietos, les aconseja que se retraigan en su casa. Al defender su preferencia por la aldea no tiene reparo en recurrir a la "gramática parda" del refranero, a los adagios o paremios populares. Lo dice en su Arte de marear: más fe se ha de dar "a los refranes de las pobres viejas, que no a los dichos de los remontados filósofos, porque ellas nunca dicen sino lo que experimentaron, y ellos muchas veces escriben lo que soñaron".

Si bien la fuerte impronta subjetiva de los Ensayos de Montaigne no lo es tanto en la obra del montañés, el problema del autoconocimiento sí que ocupa un lugar importante en la misma:

"El más antiguo entre los antiguos, y el más famoso entre los famosos adagios o proverbios, es aquel que dixo el oráculo de Apolo a los oradores Romanos, es a saber, Noscete ipsum, y Ne quid nimis, y escomo si dixera: Todo el bien de la república está, en que cada uno conozca a sí mismo, y que nadie se muestre en lo que hiziere estremado, porque la presumpción acarrea peligro y todo estremo trae trabajo". (Epístolas I, 39).

En la aldea cada cual es tenido por lo que vale y no por lo que tiene y hay menos libertad para enviciarse. La corte suscita envidias, finge amistad, da osadía.

Su Aviso de privados y doctrina de cortesanos lo dedicó Guevara al ubetense don Francisco de los Cobos, privado y secretario de Carlos V, del que hace un gran elogio y al que considera amigo, lo cual le da pie para que refiera filosóficamente a los valores y condiciones de la amistad, aunque el análisis de Guevara es más tópico y superficial que el de Montaigne. 

El Aviso de privados dedica la mitad de sus veinte capítulos al debido comportamiento del privado, y la otra mitad al de los cortesanos. Da consejos prácticos para ganarse el favor del soberano: lo mejor es servirle mucho e importunarle poco. A los privados les avisa por su bien que sean muy sufridos, diligentes, humildes y no presuntuosos, magnánimos y no avarientos, desconfiadores del mundo y despreciadores de lo mundano, temerosos de Dios y buenos cristianos, castos, sobrios, comedidos en el hablar y nada maledicentes, veraces y leales guardando los secretos de Estado.

Su Arte de marear y de los trabajos de la galera también lo dedicó Guevara al secretario don Francisco de los Cobos en carta (Valladolid, 25 de junio, 1539), la cual, a modo de prólogo, antecede al opúsculo. Si el Aviso de privados lo compuso para cuando Cobos estuviese en tierra, el Arte de marear lo escribió para cuando anduviere por la mar, el uno para pasatiempo y el otro para aprovechar el tiempo. Guevara acredita sus lecciones por su mucha experiencia como viajero acompañando a su majestad y los muchos peligros que en puertos y mares afrontó.


LAS EPÍSTOLAS FAMILIARES (1539) y su crítica

Marcial Solana mete las Epístolas familiares (1539) de Guevara en el grupo de escritos misceláneos. Desde luego, ni son propiamente epístolas ni son "familiares". Contienen discursos y lo que el mismo Guevara llama "razonamientos". Adolfo de Castro y Adolfo Bonilla incluyeron a nuestro montañés como filósofo. Sin embargo, Marcial Solana se empeña mucho en negarlo; sus razones son: que no escribió ni de lógica ni de metafísica y que no indaga sobre las causas últimas. No obstante, cabe un concepto más amplio de la Filosofía, pues esta no es sólo una rigurosa ciencia de las ideas, una dialéctica apegada a los saberes probados y a las ciencias empíricas, sino también una actitud sapiencial e integradora vinculada al arte y, eventualmente, a la religión, como explica Cerezo en su prólogo a Claves y figuras del pensamiento hispánico. Y por otra parte, como Montaigne, Guevara también trata temas tradicionalmente metafísicos como la muerte (igualadora de todos los hombres) y el autoconocimiento.

Además, es obvio que tanto el pensamiento moral como el político se entienden hoy como filosofía ética. En este sentido no le falta razón a Solana al considerar a Guevara un persuasor y un humanista, nosotros diríamos un sofista, entendiendo la palabra en el sentido honorable de "educador", Guevara es un educador de príncipes, prelados, señores... educador de las élites que gobernaban en mundo en la primera mitad del siglo XVI. La educación (paideía) y la ilustración son inseparables de la filosofía. Nuestro autor sigue la norma estética horaciana: prodesse et delectare, utile dulci.

Como Solana dice, las Epístolas familiares suponen un cambio radical respecto a las obras anteriores, pues Guevara aparece como auto-creador, no como mero cronista o intérprete, intenta desligarse de los modelos clásicos y ser él mismo modelo de imitación. Si bien el tono de Montaigne en sus Ensayos es más enunciativo y confesional que didáctico o moralizante y está más centrado en la experiencia literaria o la exploración del yo, sin dejarse encorsetar por la estructura de la epístola, comparte con Guevara la libertad, la riqueza temática y la combinación del estilo culto y popular, erudito y llano. Montaigne no pretende principalmente ni aleccionar ni instruir, sino más bien explorar el mundo a partir de sí mismo. Por cierto que ambos autores son enemigos declarados de la tristeza. No hay ponzoña tan emponzoñada, dice de este sentimiento Guevara (Epls. I, 26). Montaigne la combate con razones, y la más fuerte es que la tristeza vuelta pasión limita nuestra libertad de acción. La huella del estoicismo es más fuerte en el francés que en el español.

La forma de la carta familiar es ya en las de Guevara una cáscara vacía, prueba de ello es que cuando las publica la mayoría de sus interlocutores han fallecido. Guevara manifiesta en su discurso preliminar su voluntad de emular a Platón, a Cicerón y a Séneca y, por tanto, de filosofar.

Capmany reconoce que, a pesar de sus trampas históricas, no hay escritor que haya dicho más verdades, ni con más sal, donayre, y alegre libertad". Así le atribuye "mordacidad filosófica", "donosa naturalidad" y "graciosa discreción". Cierto que Guevara no hace lo que promete: decir muchas y graves sentencias con pocas palabras (Relox de Príncipes), sino que abusa de su incorregible facundia ("maravillosa facundia según Alfonso Gª Matamoros), multiplicando símiles y ejemplos. Alguien ha dicho que razón que es "terriblemente tautológico".

Menéndez Pelayo lo consideró un "moralista práctico", "agridulce", que buscaba en la historia real o inventada adorno o pretexto para sus disertaciones, y "un satírico entre mordaz y benévolo", tanto de las flaquezas cortesanas como de las humanas en general. Aunque no lo tiene por filósofo, sino por "escritor doctrinal" (no sabemos por qué la "escritura doctrinal no pueda ser filosófica cuando no se funda en las Escrituras), Solana reconoce la propensión de Guevara hacia el escepticismo: "el fin de nuestra pluma es persuadir y avisar, a todos los mortales, a que sepan y crean, que no hay cosa en esta vida más cierta que ser todas las cosas inciertas". Esto escribió en la Década de Césares, atribuyendo -no sabemos si con propiedad- la sentencia a Anaxágoras.

En el prólogo de su Quijote Cervantes se burló de Guevara por inventar cortesanas griegas: Laina, Laida y Flora y ponerlas a razonar. Pero si razonaban bien, como suele Guevara, no nos parece a nosotros inútil la invención, sino más bien ingeniosa y ocurrente.



Fuentes

- Castro, Américo. “Guevara, un hombre y un estilo del siglo XVI”, en Hacia Cervantes, Taurus, Madrid, 1967, pp. 86-117.

- Cossío, José María. "Fray Antonio de Guevara y el 'Euphuismo', Altamira, Santander 1934. El euphuismo fue una estética artificiosa y preciosista que se puso de moda en Inglaterra influida por el éxito de las obras de Guevara traducidas al inglés.

- GUEVARA, Fray Antonio de (1950-1952): Epístolas familiares, Madrid, Aldus. [En línea] Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000.  http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01372719700248615644802/index.htm

Edición digital de las obras de Antonio de Guevara en el Proyecto de Filosofía en español (φñ), 1999: https://www.filosofia.org/cla/gue/gue00.htm

En la web dedicada a Guevara por el Proyecto antes citado (φñse le considera "un clásico de la filosofía escrita en lengua española". Se ofrece también allí una antología de referencias y estudios sobre la obra del obispo cántabro: https://www.filosofia.org/cla/gue/gue01.htm

- Obras escogidas de filósofos, con discurso preliminar de Adolfo de Castro, Biblioteca de autores españoles, Madrid 1953.

- Sanjuan,  Pilar. El  ensayo  hispánico, Gredos, Madrid 1954. 

- Solana, Marcial, "Fray Antonio de Guevara" (Historia de la Filosofía EspañolaÉpoca  del Renacimiento (siglo XVI), Madrid 1941.

3 comentarios:

Paulino dijo...
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Paulino dijo...

Solana reconoce la propensión de Guevara hacia el escepticismo: "el fin de nuestra pluma es persuadir y avisar, a todos los mortales, a que sepan y crean, que no hay cosa en esta vida más cierta que ser todas las cosas inciertas".

COMENTO:
Claro! En la dualidad, tan cierto o incierto es el blanco como el negro, el día y la noche, la carga positiva y la negativa, el sexo masculino como el femenino. Por eso tenemos el cerebro en dos opuestos divididos:
Tan divididos que no son realmente complementarios sino deficitariamente complementarios. Por eso tales cerebros no pueden saber como realizar una síntesis correcta de tales opuestos, y por tanto, certera. Aunque como la Tierra presiona a la bellota a ser roble, y DEL MISMO MODO…PRESIONA AL NEOCORTEX a conocerse así mismo y a luchar por lograr su síntesis:
Síntesis que no se puede completar, evidentemente, sino fuera del marco local “temporo-atemporal” universal terrestre dual; porque al lograr su desdualización consigue su sublimación o eternificación y consiguente espiritualización, transcendencia ¡Está claro, no?

José Biedma L. dijo...

La existencia de un más allá, fuera del marco tempo-espacial (físico) es también incierta, aunque pueda ser confortadora para el ansia muy humana de perduración. Incapaces de mantenerse en la incertidumbre, que pude ser creativa, la mayoría se agarra a un clavo ardiendo.
Es triste el augurio de Ortega: "La creencia dogmática y fanática en los tópicos dominantes será siempre dueña de la sociedad, y los temperamentos críticos, originales, innovadores, habrán de sufrir ahora y dentro de mil años una temporada de lazareto". Esto dice refiriendo a la libetad escéptica e insobornable de un vasco genial: Pío Baroja.