martes, 10 de mayo de 2016

PERSONA E INTIMIDAD


            



"El silencio revela al corazón en su ser"
María Zambrano. Claros del bosque.

Vida pública vs. vida privada

     La sexualidad forma parte de la intimidad de las personas. Pero si bien la intimidad sexual es una dimensión importante y natural de la vida personal, la vida privada de las personas se proyecta más allá de los límites de la sexualidad. En cierto sentido, poseemos la dignidad de ser personas con independencia de lo que tengamos entre las piernas y de lo que hagamos con ello, con independencia de nuestras inclinaciones y relaciones sexuales.


En su Ensayo sobre la vida privada (1935), Manuel García Morente (1886-1942) ya denuncia la invasión de la vida privada por la pública, cómo la vida pública, en su forma más característica, que es la política, invade todos los ámbitos y reduce la vida privada: el silencio creador de la soledad íntima. Todavía no conocía el filósofo de Arjonilla (Jaén) el poder que alcanzarían Medios Masivos de (in)comunicación como la televisión o la Internet...

            Manuel García Morente
       (Arjonilla-Jaén 1886 - Madríd 1942)
«En nuestros días la vida suena y truena como nunca. Inunda las calles, los palacios, las salas públicas, las reuniones, los desfiles. Ha abandonado el recato de la alcoba y la soledad de la biblioteca. Nuestro vivir de hoy es un vivir extravertido, lanzado fuera de sí mismo, al aire libre de la publicidad. Y paralelamente, como fenómeno de recíproca penetración, la publicidad, la exterioridad invaden nuestros más íntimos recintos personales por mil agujeros que a propósito hemos abierto en ellos. Dijérase que nos avergonzamos de estar solos o con pocos; o que nos sentimos acobardados ante la perspectiva de habérnoslas con nosotros mismos y ajustarnos nuestras propias cuentas. En suma, los modos de nuestra vida presente prefieren lo público a lo privado. Por eso son tan aparatosos y arrogantes. Pero así como la viga no empieza a crujir hasta que empieza a ceder, así también los tumultos de una vida pública excesiva y predominante son síntomas no de mayor, sino de menor intensidad y fuerza vitales. La vida del hombre es radical, esencialmente la de cada hombre, la de cada individuo, la de cada persona» (pg. 9s.[1]).

Espíritus independientes y espíritus alienados

     Cuanto más "tenue y diminuta" es un alma, más depende de las valoraciones colectivas y sociales aprendidas y recibidas de fuera. "Son almas que aun en la soledad siguen alimentándose de puros lugares comunes y haciendo vida pública, incluso en lo más privado; son seres cuya existencia y pensamiento reproduce dócilmente los tipos y tópicos[2] sociales vigentes en su mundo. Otras almas, en cambio, más profundas y originales, alientan auténticas en la intimidad y sienten lo común, lo anónimo y mostrenco como una traición a sí mismas, como una enajenación imperdonable" (pg. 16).

Un caso particular es el del "famoso", el del que es conocido sin que conozca a quienes le conocen. La fama[3] produce exaltación gozosa, pues la vida del famoso o de la famosa existe para otras muchas, aunque las otras vidas no sean conocidas por ellos, y él o élla se sienten así más que los demás seres humanos, pero la fama tiene su reverso, la personalidad íntima del famoso es publicada y despersonalizada, convertida en cosa pública, la fama deprime por cuanto nos arrebata la vida y la convierte en puro objeto para los demás.

Relaciones privadas

     La vida privada se basa en la reciprocidad del conocerse de dos personas. ¿Qué es conocerse? La persona es precisamente y siempre subjetividad irreductible a cosa. Persona es el fondo de irreductible subjetividad de un ser humano que no puede ser cosa. En este sentido, la persona de hecho no puede ser conocida, ya que no puede ser objeto científico. "En puridad, el conocimiento de la persona es radicalmente imposible"... "Por eso una persona es tanto más fácil de conocer cuanto menos persona es" (p. 26).

            Puesto que la persona es sujeto, se hace a sí misma en la vida y no tiene un ser fijo, sino que es puro proyecto, un programa que se realiza en el tiempo, como un actor que fuera él mismo componiendo su papel al mismo tiempo que lo va ejecutando. Las cosas tienen naturaleza; las personas, libertad...

«El ser de la persona no está ahí puesto, esperando a que un sujeto cognoscente le conozca, sino que se hace con lo que en cada momento el hombre viviente se propone ser y hacer de su vida» (22)

Cada persona tiene su mundo, por eso la relación entre dos personas es la relación entre dos mundos. La relación entre dos personas altera esencialmente esos mundos, aunque no podamos percatarnos de en qué medida lo hace. Una persona es un ser individual irreductible a conceptos. Un ser con nombre propio[4] que sólo puede ser intuido, penetrado por acto directo, por contacto inmediato de vida a vida ("de corazón a corazón", dice el budismo zen). El único modo de llegar más o menos a ella es entrar en ella. El modo de esa relación es relación privada[5]: trato mutuo, la compenetración, la convivencia, la simpatía, la compasión, una "intercomunicación de las almas".

El primer plano de la vida privada es el de los ensayos y tanteos, en la región intermedia entre lo público y lo privado. El tránsito de una zona a otra es peligroso, por eso la sociedad ha dispuesto fórmulas y formas, encaminadas a facilitarlo o a dificultarlo. La primera de esas fórmulas introductivas es la presentación, cuya finalidad consiste en hacer posible una iniciación del trato privado. La presentación rompe el anonimato. La presentación no autoriza por sí sola a mayores intimidades, que han de irse conquistando en paulatina y siempre revocable entrega.

La cortesía. Función de las convenciones sociales


     Sobrevienen después de la presentación cierto número de convenciones o ritos sociales (reglas de cortesía) que tanto encubren la persona, eludiendo el trato, como facilitan una progresiva compenetración. Especial atención merece el saludo, un signo mediante el cual las personas presentadas, es decir, en potencia de trato privado, se recuerdan unas a otras y se reiteran su favorable disposición a continuar o intensificar el trato. Negar el saludo significa, pues, reintegrar en la mera relación pública a la persona con quien se tuvo un amago de trato privado. 

Otro rito es la visita, la visita "de cumplido" significaba claramente el consentimiento a seguir practicando la relación privada, pero también la resolución de no conceder al mutuo trato más de lo que se le ha concedido hasta ahora. Todas las convenciones corteses facilitan a la vez que dificultan la relación, encubriendo y descubriendo la intimidad personal. Así, las convenciones permiten variar la proporción de entrega y reserva. Por eso, su erosión, la pérdida de las "buenas formas", por un prurito de sinceridad o de informalidad espontaneísta, antes que favorecer la construcción de relaciones íntimas fructíferas, las dificulta.

A medida que penetramos en la intimidad de una persona, las convenciones van siendo innecesarias, al menos las de la cortesía habitual[6], puesto que la finalidad de esas fórmulas es regular, como una válvula de seguridad, el ejercicio de los esfuerzos encaminados al trato íntimo. Así, la práctica minuciosa de alguna de ellas demostraría cierto deseo de reserva y contención que retraería la relación privada a una fase anterior de menor intimidad y confianza.
           

El cono de la vida privada

     El extremo más hondo de la vida privada es soledad, el trato de la persona consigo misma. El conjunto de la vida privada puede compararse a un cono, en donde la superficie de la base está todavía en contacto con el mundo de las relaciones públicas, pero a medida que los planos van acercándose al vértice y alejándose de la publicidad, va reduciéndose asimismo la extensión hasta el vértice, en que se concentra la vida privada, en la soledad del yo viviente, a la que nadie más que yo mismo puede tener verdadero acceso. La reducción del ámbito privado supone también un proceso de intensificación, de autentificación.

La capacidad para la vida privada, para la amistad, el amor y la soledad, no es la misma en todos los seres humanos, depende de la cuantía en que cada cual es persona. Los humanos que aceptan automática y pasivamente cualquier relación, porque para ellos cualquier relación es pública, intercambio de cosas, funciones y servicios, suelen ser también incapaces de soledad, huyen de ella, porque al hallarse solos perciben algo así como el vacío de su ser... no alimentan ninguna ilusión personal. Claro está que una gran parte de nuestra vida no es nuestra, es cultura colectiva, pero...

«el manantial de toda renovación y cambio, el propulsor de la vida es ese fondo de ilusiones y apetitos personales que nos impele a soñar modos completamente nuevos de ser y de vivir» pg. 37.

Lo que para nuestros antecesores fue creatividad y proyecto, para nosotros es realidad, los logros históricos pasan a ser corsés cosificantes. Sobre lo edificado tenemos que levantar nuestra propia vida, el ser que no somos pero queremos ser. En toda vida personal hay pues negación parcial del mundo histórico recibido, colectivo, social, vigente y afirmación ilusionada de un nuevo proyecto. Puede resultar cómodo descansar en las convicciones ya hechas; las formas de la vida privada no se pueden vivir sin esfuerzo y trabajo. La vida privada hay que hacérsela, hay que conquistarla. No es fácil vivir verdadera amistad, verdadero amor y verdadera soledad. Pero el esfuerzo merece la pena, porque el trato y comercio privado entre personas contiene la fuente única de donde brota todo cambio creador en la historia humana. Si por una parte cultura es la solidificación, la mecanización de la vida, por otro lado también es el elemento creador que la vida saca siempre de sí.

Formas de la vida privada. La amistad

El amigo considera al amigo como un fin en sí mismo y lo que hace para el amigo, no lo hace por cálculo y en espera de la recompensa, sino de manera interesada. Los amigos se dan recíprocamente este trato. La amistad es una forma de vida antes que un sentimiento subjetivo:

«La amistad no es sino secundariamente un sentimiento. Los sentimientos transcurren en el yo y de cara al yo, mientras que la amistad se orienta hacia el tú y consiste más en un hacer que en un sentir. Pero en la amistad -como en cualquier otra forma de vida privada- la acción es mutua y no se dirige a las cosas, sino a ese otro yo que llamamos el tú; es decir, establece una reciprocidad en el vivir... Lo que de sentimiento tiene la amistad es, pues, como un regalo que sobreviene sin haberlo buscado.»

Es difícil señalar cuáles sean las causas de la amistad, su finalidad es la colaboración vital y su condición inexcusable el respeto mutuo. El ejercicio específico de la amistad es la confianza. Entre los verdaderos amigos no hay secretos. La confianza es ese mutuo compartir los más íntimos movimientos del alma.

El amor

     En el amor, a juicio de García Morente, hay un componente de egoísmo que no existe en la amistad. Dándose al amado, confundiéndose con él, el amante se descubre y afirma a sí mismo. El amor organiza el alma, distribuye sus partes, diversifica la vida interior y la unifica, puesto que jerarquiza sus actividades. El egoísmo del amor es de una especie rara. En el amor no se trata de someter una vida a la otra, ni se trata del paralelismo en mutuo auxilio que otorga la amistad, sino de la confluencia de dos vidas que se unen en el afán de confundirse. 

El verdadero amor aspira a la más perfecta e integral compenetración de los amantes. En la amistad se mantiene escrupulósamente la distinción entre el yo y el tú. El amor aspira a borrar esa diferencia, por eso su condición no es el respeto sino la dilección, una atracción invencible. Su ejercicio es la confidencia. Un hacerse los amantes patentes y transparentes el uno para el otro... 

"Los amigos se escancian el vino uno a otro; y cada cual lo bebe en su copa. Los amantes, empero, sacian su sed los dos en el mismo vaso" (46). 

La soledad

     Para el filósofo jiennense, la soledad activa, no la que se padece con desolación, es la forma más perfecta de la vida privada. Tiene como fin la salvación; su condición es el ensimismamiento, y su ejercicio la confesión.

El ensimismamiento es el descenso dentro del alma, la exploración en busca de nuestro auténtico ser o, como se dice en términos religiosos, "el examen de conciencia". En esa soledad activa hacemos balance y planes, recobramos las fuerzas vitales y percibimos melancólicamente lo que en toda vida hay de íntimo fracaso. Por eso, el ejercicio propio de la soledad es la confesión. En soledad descubrimos de verdad qué y quiénes somos, confrontando lo que quisimos y queremos con lo conseguido. La disconformidad entre la vida vivida y la vida proyectada constituye el "pecado", la traición que hemos cometido contra nuestro ser auténtico.

Para Morente, la salvación no es "volver a la naturaleza", sino superarla. El hombre se salva de ser naturaleza, de ser cosa, haciéndose persona. La educación consiste en nuestra incorporación individual al mundo y cultura de un tiempo y de un lugar en la historia. Pero además de esa primera salvación, que nos introduce en la dimensión de lo humano, de lo no-natural, hay una segunda y superior salvación que es la nuestra, la propia e individualísima. Sobre esa "segunda naturaleza" que es la cultura heredada, cada cual ha de trenzar la labor de su propia y original esencia. 
           
García Morente finaliza su ensayo refiriéndose a los perversos efectos de la invasión de lo público en lo privado. La publicidad falsifica las relaciones, estandariza los gustos y preferencias individuales, mete en el hogar propio la plaza pública y traslada lo privado a la plaza pública fuera de todo recato. En todas partes la masa impone así sus gustos mediocres y vulgares. Un caso particular es la relación entre maestro y discípulo, que se ha convertido en un vínculo superficial, mientras en el pasado se basó en un trato de mutuo conocerse próximo al ámbito privado. Por todas partes se establecen mendaces formas de amistad y amor, y se falsifica la soledad en forma de "aislamiento"... Acaba el ensayo con una especie de profecía:

"Cuando los hombres se cansen de vivir extravertidos y empiecen a reponer la publicidad al servicio de la vida privada, habrá empezado verdaderamente un período nuevo en nuestra historia"

Cuestionario

1.     ¿Es posible una distinción precisa entre vida pública y vida privada? Precise distintas actividades que son propios de una y de otra.
2.     ¿Cree usted como García Morente que la vida privada está en nuestra época amenazada por la publicidad?
3.     ¿Por qué "agujeros" se infiltra la vida pública en nuestra intimidad? ¿Cree usted que es más rica o más pobre la intimidad hoy que hace cien años?
4.     ¿Por qué viven las almas vulgares de los tópicos?
5.     Describa algunas formas de alienación personal que le sean familiares en la sociedad contemporánea.
6.     ¿Qué necesidades psicológicas le parece que satisface el espectáculo mediático del "famoseo"? Explique por qué "Fama es la hermana prostituta de Gloria".
7.    Comente el siguiente texto:
«Todo concepto genera una extensión, aunque sea desconocida o ilimitada. Mientras que el nombre propio, único, inalienable, es el que confiere la presencia con sólo ser pronunciado, el que desata la súplica o la invocación, o el que estalla sin darse a conocer en el gemido, el que se riega en el llanto»
María Zambrano. Claros del bosque, V, VII.
8.     ¿Qué utilidad tienen las reglas de cortesía? ¿Están en decadencia?
9.     Dibuje un cono como figura esquemática de la vida privada, señale qué es el vértice y qué su base.
10.  Dibuje una tabla con las tres formas de la vida privada, su fin, condición y ejercicio.




[1] Cito la edición de 2001, ediciones Encuentro, Madrid-Barcelona.
[2] Sobre qué sean los tópicos y su relación con la opinión pública véase Imágenes e Ideas (Alegoría, 2015), II, B. 5. pg. 49-52.
[3] Algún filósofo famoso ha definido a Fama como la hermana prostituta de Gloria. Otro defecto de la felicidad que proporciona la fama en las sociedades mediáticas es su provisionalidad. Las masas consumen héroes de usar y tirar. Los mismos públicos que hoy te encumbran mañana te pisotean y destruyen.
[4] Cuando usamos nombres comunes para referirnos al otro: "pive", "tío", "tronca", "parienta", "negro", "polaco", etc., lo despersonalizamos, lo cosificamos, consciente o inconscientemente.
[5] García Morente plantea una interesante analogía entre la relación con personas y la relación con cosas; así como hay una relación pública con las personas, también la hay con las cosas (técnica). La investigación científica ya no pone al hombre frente a las cosas, sino frente a problemas e interrogaciones, podría compararse con la relación privada porque "el sentimiento de lo problemático supone, en el sujeto, una fuerte dosis de libre personalidad" y porque descubrir en las cosas problemas es prescindir en ellas de lo ya sabido y reanudar con ellas una relación casi personal. También podría compararse con una relación privada la que mantenemos con objetos por los que sentimos afecto o veneración. Otro tanto puede ocurrir con animales. La relación artística también guarda cierta semejanza con la relación privada.
[6] Evidentemente, la confianza mutua las hace prescindibles, pero eso no significa que deban desaparecer por completo. La sabiduría popular nos recuerda esto con el dicho "donde hay confianza, da asco". Un exceso de relajación puede hacer que la intimidad desagrade.


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