"El
silencio revela al corazón en su ser"
María
Zambrano. Claros del bosque.
Vida pública vs. vida privada
La sexualidad forma parte de la intimidad de las personas. Pero si bien la intimidad sexual es una dimensión importante y natural de la vida personal, la vida privada de las personas se proyecta más allá de los límites de la sexualidad. En cierto sentido, poseemos la dignidad de ser personas con independencia de lo que tengamos entre las piernas y de lo que hagamos con ello, con independencia de nuestras inclinaciones y relaciones sexuales.
En su Ensayo sobre
la vida privada (1935), Manuel García Morente (1886-1942) ya denuncia la
invasión de la vida privada por la pública, cómo la vida
pública, en su forma más característica, que es la política, invade todos los
ámbitos y reduce la vida privada: el
silencio creador de la soledad íntima. Todavía no conocía el filósofo de
Arjonilla (Jaén) el poder que alcanzarían Medios Masivos de (in)comunicación
como la televisión o la Internet...
Manuel García Morente (Arjonilla-Jaén 1886 - Madríd 1942) |
«En nuestros días la vida suena y truena como nunca. Inunda las calles, los palacios, las salas públicas, las reuniones, los desfiles. Ha abandonado el recato de la alcoba y la soledad de la biblioteca. Nuestro vivir de hoy es un vivir extravertido, lanzado fuera de sí mismo, al aire libre de la publicidad. Y paralelamente, como fenómeno de recíproca penetración, la publicidad, la exterioridad invaden nuestros más íntimos recintos personales por mil agujeros que a propósito hemos abierto en ellos. Dijérase que nos avergonzamos de estar solos o con pocos; o que nos sentimos acobardados ante la perspectiva de habérnoslas con nosotros mismos y ajustarnos nuestras propias cuentas. En suma, los modos de nuestra vida presente prefieren lo público a lo privado. Por eso son tan aparatosos y arrogantes. Pero así como la viga no empieza a crujir hasta que empieza a ceder, así también los tumultos de una vida pública excesiva y predominante son síntomas no de mayor, sino de menor intensidad y fuerza vitales. La vida del hombre es radical, esencialmente la de cada hombre, la de cada individuo, la de cada persona» (pg. 9s.[1]).
Espíritus independientes y espíritus alienados
Cuanto más "tenue y diminuta" es un alma, más
depende de las valoraciones colectivas y sociales aprendidas y recibidas de
fuera. "Son almas que aun en la soledad siguen alimentándose de puros
lugares comunes y haciendo vida pública, incluso en lo más privado; son seres
cuya existencia y pensamiento reproduce dócilmente los tipos y tópicos[2]
sociales vigentes en su mundo. Otras almas, en cambio, más profundas y
originales, alientan auténticas en la intimidad y sienten lo común, lo anónimo
y mostrenco como una traición a sí mismas, como una enajenación
imperdonable" (pg. 16).
Un caso particular es el del "famoso", el del
que es conocido sin que conozca a quienes le conocen. La fama[3]
produce exaltación gozosa, pues la vida del famoso o de la famosa existe para
otras muchas, aunque las otras vidas no sean conocidas por ellos, y él o élla
se sienten así más que los demás
seres humanos, pero la fama tiene su reverso, la personalidad íntima del famoso
es publicada y despersonalizada,
convertida en cosa pública, la fama
deprime por cuanto nos arrebata la vida y la convierte en puro objeto para los
demás.
Relaciones privadas
La vida privada se basa en la reciprocidad del conocerse de dos personas. ¿Qué es conocerse? La
persona es precisamente y siempre subjetividad irreductible a cosa. Persona es el fondo de irreductible
subjetividad de un ser humano que no puede ser cosa. En este sentido, la
persona de hecho no puede ser conocida, ya que no puede ser objeto científico. "En puridad, el
conocimiento de la persona es radicalmente imposible"... "Por eso una
persona es tanto más fácil de conocer cuanto menos persona es" (p. 26).
Puesto que la persona es sujeto, se hace a sí misma en la
vida y no tiene un ser fijo, sino que
es puro proyecto, un programa que se realiza en el tiempo, como un actor que
fuera él mismo componiendo su papel al mismo tiempo que lo va ejecutando. Las
cosas tienen naturaleza; las personas, libertad...
«El ser de la persona no está ahí puesto, esperando a que un sujeto cognoscente le conozca, sino que se hace con lo que en cada momento el hombre viviente se propone ser y hacer de su vida» (22)
Cada persona tiene
su mundo, por eso la relación entre dos personas es la relación entre dos
mundos. La relación entre dos personas altera esencialmente esos mundos, aunque
no podamos percatarnos de en qué medida lo hace. Una persona es un ser
individual irreductible a conceptos. Un ser con nombre propio[4]
que sólo puede ser intuido, penetrado por acto directo, por contacto inmediato
de vida a vida ("de corazón a corazón", dice el budismo zen). El
único modo de llegar más o menos a ella es entrar en ella. El modo de esa
relación es relación privada[5]: trato mutuo, la compenetración, la convivencia, la
simpatía, la compasión, una "intercomunicación de las almas".
El primer plano de la vida privada es el de los ensayos y
tanteos, en la región intermedia entre lo público y lo privado. El tránsito de
una zona a otra es peligroso, por eso la sociedad ha dispuesto fórmulas y
formas, encaminadas a facilitarlo o a dificultarlo. La primera de esas fórmulas
introductivas es la presentación, cuya
finalidad consiste en hacer posible una iniciación del trato privado. La
presentación rompe el anonimato. La presentación no autoriza por sí sola a
mayores intimidades, que han de irse conquistando en paulatina y siempre
revocable entrega.
La cortesía. Función de las convenciones sociales
Sobrevienen después de la presentación cierto número de
convenciones o ritos sociales (reglas de
cortesía) que tanto encubren la persona, eludiendo el trato, como facilitan
una progresiva compenetración. Especial atención merece el saludo, un signo mediante el cual las personas presentadas, es
decir, en potencia de trato privado,
se recuerdan unas a otras y se reiteran su favorable disposición a continuar o
intensificar el trato. Negar el saludo
significa, pues, reintegrar en la mera relación pública a la persona con quien
se tuvo un amago de trato privado.
Otro rito es la visita, la visita "de cumplido" significaba claramente el
consentimiento a seguir practicando la relación privada, pero también la
resolución de no conceder al mutuo trato más de lo que se le ha concedido hasta
ahora. Todas las convenciones corteses facilitan a la vez que dificultan la
relación, encubriendo y descubriendo la intimidad personal. Así, las convenciones permiten variar la
proporción de entrega y reserva. Por eso, su erosión, la pérdida de las
"buenas formas", por un prurito de sinceridad o de informalidad
espontaneísta, antes que favorecer la construcción de relaciones íntimas
fructíferas, las dificulta.
A medida que penetramos en la intimidad de una persona,
las convenciones van siendo innecesarias, al menos las de la cortesía habitual[6],
puesto que la finalidad de esas fórmulas es regular, como una válvula de seguridad,
el ejercicio de los esfuerzos encaminados al trato íntimo. Así, la práctica minuciosa
de alguna de ellas demostraría cierto deseo de reserva y contención que
retraería la relación privada a una fase anterior de menor intimidad y
confianza.
El cono de la vida privada
El extremo más hondo de la vida privada es soledad, el
trato de la persona consigo misma. El conjunto de la vida privada puede
compararse a un cono, en donde la superficie de la base está todavía en
contacto con el mundo de las relaciones públicas, pero a medida que los planos
van acercándose al vértice y alejándose de la publicidad, va reduciéndose
asimismo la extensión hasta el vértice, en que se concentra la vida privada, en
la soledad del yo viviente, a la que nadie más que yo mismo puede tener
verdadero acceso. La reducción del ámbito privado supone también un proceso de
intensificación, de autentificación.
La capacidad para la vida privada, para la amistad, el
amor y la soledad, no es la misma en todos los seres humanos, depende de la
cuantía en que cada cual es persona. Los humanos que aceptan automática y
pasivamente cualquier relación, porque para ellos cualquier relación es
pública, intercambio de cosas, funciones y servicios, suelen ser también
incapaces de soledad, huyen de ella, porque al hallarse solos perciben algo así
como el vacío de su ser... no alimentan ninguna ilusión personal. Claro está
que una gran parte de nuestra vida no es nuestra, es cultura colectiva, pero...
«el manantial de toda renovación y cambio, el propulsor de la vida es ese fondo de ilusiones y apetitos personales que nos impele a soñar modos completamente nuevos de ser y de vivir» pg. 37.
Lo que para nuestros antecesores fue creatividad y
proyecto, para nosotros es realidad, los logros históricos pasan a ser corsés
cosificantes. Sobre lo edificado tenemos que levantar nuestra propia vida, el
ser que no somos pero queremos ser. En toda vida personal hay pues negación
parcial del mundo histórico recibido, colectivo, social, vigente y afirmación
ilusionada de un nuevo proyecto. Puede resultar cómodo descansar en las
convicciones ya hechas; las formas de la vida privada no se pueden vivir sin
esfuerzo y trabajo. La vida privada hay que hacérsela, hay que conquistarla. No
es fácil vivir verdadera amistad, verdadero amor y verdadera soledad. Pero el
esfuerzo merece la pena, porque el trato y comercio privado entre personas
contiene la fuente única de donde brota todo cambio creador en la historia
humana. Si por una parte cultura es la solidificación, la mecanización de la
vida, por otro lado también es el elemento creador que la vida saca siempre de
sí.
Formas de la vida privada. La amistad
El amigo considera al amigo como un fin en sí mismo y lo
que hace para el amigo, no lo hace por cálculo y en espera de la recompensa,
sino de manera interesada. Los amigos se dan recíprocamente este trato. La
amistad es una forma de vida antes que un sentimiento subjetivo:
«La amistad no es sino secundariamente un sentimiento. Los sentimientos transcurren en el yo y de cara al yo, mientras que la amistad se orienta hacia el tú y consiste más en un hacer que en un sentir. Pero en la amistad -como en cualquier otra forma de vida privada- la acción es mutua y no se dirige a las cosas, sino a ese otro yo que llamamos el tú; es decir, establece una reciprocidad en el vivir... Lo que de sentimiento tiene la amistad es, pues, como un regalo que sobreviene sin haberlo buscado.»
Es difícil señalar cuáles sean las causas de la amistad,
su finalidad es la colaboración vital
y su condición inexcusable el respeto
mutuo. El ejercicio específico de la amistad es la confianza. Entre los verdaderos amigos no hay secretos. La confianza
es ese mutuo compartir los más íntimos movimientos del alma.
El amor
En el amor, a juicio de García Morente, hay un componente
de egoísmo que no existe en la amistad. Dándose al amado, confundiéndose con
él, el amante se descubre y afirma a sí mismo. El amor organiza el alma,
distribuye sus partes, diversifica la vida interior y la unifica, puesto que
jerarquiza sus actividades. El egoísmo del amor es de una especie rara. En el
amor no se trata de someter una vida a la otra, ni se trata del paralelismo en
mutuo auxilio que otorga la amistad, sino de la confluencia de dos vidas que se
unen en el afán de confundirse.
El verdadero amor aspira a la más perfecta e
integral compenetración de los amantes. En la amistad se mantiene
escrupulósamente la distinción entre el yo y el tú. El amor aspira a borrar esa
diferencia, por eso su condición no es el respeto sino la dilección, una atracción invencible. Su ejercicio es la confidencia. Un hacerse los amantes
patentes y transparentes el uno para el otro...
"Los amigos se escancian el vino uno a otro; y cada cual lo bebe en su copa. Los amantes, empero, sacian su sed los dos en el mismo vaso" (46).
La soledad
Para el filósofo jiennense,
la soledad activa, no la que se padece con desolación, es la forma más perfecta
de la vida privada. Tiene como fin la salvación;
su condición es el ensimismamiento, y
su ejercicio la confesión.
El ensimismamiento es el descenso dentro del alma, la
exploración en busca de nuestro auténtico ser o, como se dice en términos
religiosos, "el examen de conciencia". En esa soledad activa hacemos
balance y planes, recobramos las fuerzas vitales y percibimos melancólicamente
lo que en toda vida hay de íntimo fracaso. Por eso, el ejercicio propio de la
soledad es la confesión. En soledad descubrimos de verdad qué y quiénes somos,
confrontando lo que quisimos y queremos con lo conseguido. La disconformidad
entre la vida vivida y la vida proyectada constituye el "pecado", la
traición que hemos cometido contra nuestro ser auténtico.
Para Morente, la salvación no es "volver a la
naturaleza", sino superarla. El hombre se salva de ser naturaleza, de ser
cosa, haciéndose persona. La educación
consiste en nuestra incorporación individual al mundo y cultura de un tiempo y
de un lugar en la historia. Pero además de esa primera salvación, que nos introduce en la dimensión de lo humano,
de lo no-natural, hay una segunda y
superior salvación que es la nuestra, la propia e individualísima. Sobre
esa "segunda naturaleza" que es la cultura heredada, cada cual ha de
trenzar la labor de su propia y original esencia.
García Morente finaliza su
ensayo refiriéndose a los perversos efectos de la invasión de lo público en lo privado. La publicidad falsifica
las relaciones, estandariza los gustos y preferencias individuales, mete en el
hogar propio la plaza pública y traslada lo privado a la plaza pública fuera de
todo recato. En todas partes la masa impone así sus gustos mediocres y
vulgares. Un caso particular es la relación entre maestro y discípulo, que se ha
convertido en un vínculo superficial, mientras en el pasado se basó en un trato
de mutuo conocerse próximo al ámbito privado. Por todas partes se establecen
mendaces formas de amistad y amor, y se falsifica la soledad en forma de
"aislamiento"... Acaba el ensayo con una especie de profecía:
"Cuando los hombres se cansen de vivir extravertidos y empiecen a reponer la publicidad al servicio de la vida privada, habrá empezado verdaderamente un período nuevo en nuestra historia"
Cuestionario
1. ¿Es posible una
distinción precisa entre vida pública y vida privada? Precise distintas
actividades que son propios de una y de otra.
2. ¿Cree usted
como García Morente que la vida privada está en nuestra época amenazada por la
publicidad?
3. ¿Por qué
"agujeros" se infiltra la vida pública en nuestra intimidad? ¿Cree
usted que es más rica o más pobre la intimidad hoy que hace cien años?
4. ¿Por qué viven
las almas vulgares de los tópicos?
5. Describa algunas formas de
alienación personal que le sean familiares en la sociedad contemporánea.
6. ¿Qué
necesidades psicológicas le parece que satisface el espectáculo mediático del
"famoseo"? Explique por qué "Fama es la hermana prostituta de
Gloria".
7. Comente el
siguiente texto:
«Todo concepto genera una extensión, aunque sea desconocida o ilimitada. Mientras que el nombre propio, único, inalienable, es el que confiere la presencia con sólo ser pronunciado, el que desata la súplica o la invocación, o el que estalla sin darse a conocer en el gemido, el que se riega en el llanto»
María Zambrano. Claros del bosque, V, VII.
8. ¿Qué utilidad
tienen las reglas de cortesía? ¿Están en decadencia?
9. Dibuje un cono
como figura esquemática de la vida privada, señale qué es el vértice y qué su
base.
10. Dibuje una
tabla con las tres formas de la vida privada, su fin, condición y ejercicio.
[1] Cito la edición de 2001, ediciones Encuentro, Madrid-Barcelona.
[2] Sobre qué sean los tópicos y su relación con la opinión pública
véase Imágenes e Ideas (Alegoría, 2015), II, B. 5. pg. 49-52.
[3] Algún filósofo famoso ha definido a Fama como la hermana
prostituta de Gloria. Otro defecto de la felicidad que proporciona la fama en
las sociedades mediáticas es su provisionalidad. Las masas consumen héroes de
usar y tirar. Los mismos públicos que hoy te encumbran mañana te pisotean y
destruyen.
[4] Cuando usamos nombres comunes para referirnos al otro:
"pive", "tío", "tronca", "parienta",
"negro", "polaco", etc., lo despersonalizamos, lo
cosificamos, consciente o inconscientemente.
[5] García Morente plantea una interesante analogía entre la relación con personas y la relación con cosas; así como hay una relación
pública con las personas, también la hay con las cosas (técnica). La
investigación científica ya no pone al hombre frente a las cosas, sino frente a problemas e interrogaciones,
podría compararse con la relación privada porque "el sentimiento de lo
problemático supone, en el sujeto, una fuerte dosis de libre personalidad"
y porque descubrir en las cosas problemas es prescindir en ellas de lo ya
sabido y reanudar con ellas una relación casi personal. También podría
compararse con una relación privada la que mantenemos con objetos por los que
sentimos afecto o veneración. Otro tanto puede ocurrir con animales. La
relación artística también guarda cierta semejanza con la relación privada.
[6] Evidentemente, la confianza mutua las hace prescindibles, pero
eso no significa que deban desaparecer por completo. La sabiduría popular nos
recuerda esto con el dicho "donde hay confianza, da asco". Un exceso
de relajación puede hacer que la intimidad desagrade.
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