Reproducción en blanco y negro de una acuarela de J. Biedma L. Perspectiva de la Iglesia de los Carmelitas de Úbeda (1989). Contraportada del número 48 de la revista IBIUT |
Este artículo se publicó por primera vez, tal cual, en la revista IBIUT, dirigida por Ramón Molina Navarrete, Año IX, nº 48, pgs. 10-11 (Junio 1990). Me ha alegrado ver que a principios del 2023 no siento la necesidad de corregir nada.
Los materiales de la revista IBIUT han sido generosamente expuestos al público, en formato digital, por la Asociación Cultural Ubetense Alfredo Cazabán: https://www.vbeda.com/Ibiut/
La fuente principal de nuestro artículo es el libro de Olof Gigon La cultura antigua y el cristianismo primitivo (Gredos, Madrid 1970), en versión española de Manuel Carrión Gútiez de Die Antike Kultur und das Christentum, 1966. La obra de Gigon enfrenta dos problemas históricos: 1) La situación decadente con la que se encontró el cristianismo al irrumpir en el mundo grecorromano y 2) el puesto que ocupó en la cultura antigua durante el desmoronamiento del Imperio romano y la descomposición de las antiguas creencias filosófico-religiosas. Analiza las polémicas más decisivas contra los cristianos, de Celso, Porfirio y Juliano, así como la réplica cristiana de la patrística (Justino, Clemente, Agustín...) que supieron aceptar lo que estimaron valioso de la cultura antigua sin abdicar de sus creencias.
"Sobresale a ojos vistas de la ética antigua sólo ese complejo de ideas situadas en torno a la doctrina central cristiana del amor al prójimo. Teóricamente anda cerca de la antigua φιλανθρωπíα y de la humanitas, pero en la práctica quiere decir mucho más. Pide incansable actividad asistencial para pobres y enfermos, viudas, huérfanos y prisioneros..."
Nuestro concepto de la solidaridad, asumido por el humanismo y por el socialismo democrático contemporáneo debe muchísimo a la charitas cristiana y al comunitarismo jesuítico y no es explicable sin ellos. No puede extrañarnos que la "teología de la liberación" haya hecho posible en hispanoamérica una lectura de los Evangelios volcada sobre los intereses del pobre y el cuidado del menesteroso.
El izquierdismo socialista o comunista, por su parte, tiene mucho de secularización política del cristianismo, en el que el más allá celestial pasa a ser un más allá histórico o un fin de la historia. Nietzsche comprendió muy bien -para mal, esto es, para su censura- la herencia cristiana inserta en el socialismo (esa vulgarización atea de los sentimientos cristianos). También la moral ácrata enlazó fácilmente con el fondo cristiano de la cultura europea. El auge del anarquismo entre los misérrimos campesinos andaluces o los payeses catalanes se explica porque algunos de sus valores conmutaban fácilmente con los del credo popular cristiano, valores que las clases dominantes habían olvidado o malinterpretaban.
Durante su primitivo desarrollo el cristianismo se alejó del estoicismo ante todo -según Gigon- por la importancia concedida a la virtud de la misericordia (ἔλεος). Los estoicos despreciaban las pasiones, y la misericordia, como la esperanza o la compasión, pueden ser consideradas tales pasiones. El mismo ejemplo del sacrificio mortal de Cristo en la Cruz se nombra como Pasión y su muerte como redención de culpa y esperanza en su promesa de resurrección. El cristianismo se aprovechó de la consideración positiva de las pasiones por parte del peripatetismo (aunque su emoción no siempre estuvo limpia de sentimentalismo) y la fe cristiana, más la confianza del cristiano de estar en posesión de la Verdad causaron una fuerte impresión, sobre todo en los ánimos sencillos propensos al timor Dei y a la devoción, pero también el el escepticismo estéril o el fatalismo de los filósofos.
Por otra parte, la moral cristiana se oponía al culto absurdo al emperador, que bien podía ser un orate, y a la crueldad romana y ejercerá una influencia educadora importantísima, a partir del siglo V d. C., sobre los bárbaros del Norte.
Aunque no pudo admitir formas ateas, materialistas o agnósticas de pensamiento como el epicureísmo de un Lucrecio, otra cosa sucedió con la filosofía templada y realista del estoicismo tardío, de Séneca, Musonio o Epícteto. Podia ser aceptada por el cristianismo casi sin modificaciones. Ambas éticas, la cristiana y la estoica eran cosmopolitas, ecuménicas, universalistas, opuestas teóricamente a la esclavitud. El cristianismo no hacía distinción de razas ni de naciones, su propaganda y apostolado iban dirigidos a cualquier "hombre de buena voluntad" y en esto se alejaban los cristianos, como los gnósticos, del Dios étnico del Antiguo Testamento, dios de un "pueblo escogido". El Dios del Nuevo Testamento es único en su omnipotencia creadora y dominadora igualmente de todos los pueblos, único en un sentido que está más cerca del Uno de Plotino que de las expresiones coléricas del Antiguo Testamento.
Si bien cuando se hizo con el control del Estado, a partir del constantinismo (313 d. C.) muchos, por motivos de carrera, se hicieron tibios cristianos y escondieron por interés y a regañadientes las figuras de los viejos dioses, so pena de ser acusados de idólatras, y si bien la Iglesia promovió la destrucción de los libros que se dirigían expresamente contra el cristianismo, no se embarcó, sin embargo, en una destrucción sistemática de los demás. Ejemplo lo tenemos en Porfirio, sus otros libros no anticristianos siguieron siendo copiados y leídos. Incluso se han salvado en la Biblioteca vaticana venerables manuscritos de Epicuro, cuya moral atea casaba muy mal con el deísmo de tradición semita propio del cristianismo. Para Gigon es un error pensar que la decadencia de la cultura antigua a partir del siglo III d. C. tuvo por causa el cristianismo.
La obra de Casiodoro bajo el ostrogodo Teodorico, o de San Isidoro en Sevilla, bajo el visigodo Sisebuto (s VII), son una prueba de hasta qué punto seguía ocupando un lugar importante la antigua tradición cultural en un mundo destruido política y militarmente, pero convertido al cristianismo y dirigido por reyes germánicos bien dispuestos. Gracias a las enciclopedias isidorianas conservamos citas raras de Catón el Viejo, Ennio, Lucilio o Varrón, que sin ellas se hubieran perdido...
"La obra creadora personal de San Isidoro no es muy grande, pero es un ejemplo, de especial claridad y belleza, de la decisión y la liberalidad con que el cristianismo se ha ofrecido a tomar bajo su protección la supervivencia de la antigua cultura precristiana y a mantenerla sana y salva, a través de tiempos difíciles."
Véase a este respecto, J. Fontaine: Isidore de Séville et la culture classique dan l'Espagne wisigothique, 1959.
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