miércoles, 10 de noviembre de 2021

PENSAMIENTO SIMBÓLICO Y EMBLEMÁTICA

Empresa 2 de Diego de Saavedra Fajardo (Milán 1642). 
"Si pudieran caber celos en la naturaleza, los tuviera del arte;
pero, benigna y cortés, se vale del en sus obras, y no pone
la última mano en aquellas que él puede perfeccionar"

 
El animal simbólico

Como tantas otras, la palabra “símbolo” es filosóficamente ambigua. Se ha usado como sinónimo de signo, pero es preferible reservarla para una clase particular de signo o de señal. Los símbolos son signos convencionales, no naturales; tienen un marcado carácter cultural y colectivo.


Los seres humanos se forman representaciones mentales e intencionales de lo que ven, oyen, tocan… Dotan con ello a lo sensible de una función simbólica, al proporcionarle a dicha representación, o sea un recuerdo o una imagen, una significación, un valor semántico. Aunque algunos etólogos atribuyen representaciones mentales a los animales e incluso a los insectos, es poco verosímil que dichas representaciones adquieran para ellos un sentido simbólico. El filósofo E. Cassirer definió por ello al ser humano como una animal simbólico.

Todo signo que representa algo y está por otra cosa posee un carácter simbólico. Los símbolos pueden representar ideas, creencias, sentimientos, marcas comerciales, oficios, saberes, propósitos... Piénsese en una cruz, en una bandera, en el cisne de Apolo como símbolo de la poesía. Los logotipos de las empresas poseen también y evocan valores simbólicos (valores de "marcas"). En la vida común, los símbolos figuran realidades prácticas más que teóricas; otra cosa es el uso sustitutivo y exacto que ganan en las matemáticas o en la lógica, cuyas notaciones, también inventadas, aspiran a la economía y a la precisión.

Sustituyendo complejas creencias, ideaciones y sentimientos, el simbolismo religioso aspira a representar realidades teórica o racionalmente inaccesibles. El simbolismo se sustanció en una estética y en una poética postromántica. S. K. Langer habló del simbolismo como “la nueva clave” de la filosofía, pues el edificio entero del conocimiento humano puede ser mirado como una vasta estructura de hechos simbólicos y de leyes que son sus significaciones. En la simbolización mística, práctica o matemática, radicaría todo el problema humanista, pues lo característico del hombre no sería la inteligencia o la racionalidad, sino ese poder de simbolización asociado a las artes y técnicas de la memoria y la imaginación creadora. 

El símbolo es aquello que “está por otra cosa” y gracias al símbolo lo sensible cobra sentido. Los griegos usaban un objeto partido en dos para significar las obligaciones del hospedaje y de amistad, como la anillo que se intercambian los esposos, de este modo el sentido del símbolo es el de un compromiso entre almas, una consonancia de intenciones espirituales. El symbolon (σύμβολον) une, franquea el paso de lo representado a lo real, de lo sensible a lo espiritual, sirve de contraseña: el diabolon, el diablo, es el espíritu de discordia, el que desune y desordena, el demiurgo gnóstico. Toda cultura es también una comunidad simbólica.

Emblemas

Mediante nuestras representaciones, el símbolo refiere arbitraria, analógica o convencionalmente a otra cosa, que puede ser una lección moral o la puerta del aseo de señoras. La reproducción e interpretación de emblemas y símbolos tuvo un gran apogeo durante el Renacimiento. Un emblema es una serie estructurada de símbolos que se enlazan significativamente como las cuentas de un collar (su análogo es la alegoría verbal o literaria como metáfora continuada y su paradigma histórico la caverna platónica). 

El nacimiento de la emblemática se puede fechar hacia 1531 con la publicación del Emblematum liber de Andrea Alciato, que se inscribe también en una rica y larga tradición. "El emblema siempre mantendría el aire de misterio y enigma heredado de los jeroglíficos" (Ignacio Gómez de Liaño, El idioma de la imaginación, tecnos, 2010).

Emblema 118 de Alciato: VIRTUTE FORTUNA COMES
La Fortuna es compañera de la virtud.
El caduceo con las sierpes enroscadas y las alas gemelas
se alza entre los cuernos de Amaltea:
quiere decir que los hombres de mente poderosa
y elocuentes son muy favorecidos por la Fortuna.
Bernardino Danza Pinciano añade en su traducción en rima española
que, entre los elocuentes, han de ser
"varones de equidad muy escogida" para que Fortuna les favorezca (abonde).


La filosofía o hermenéutica del emblema admite al menos cuatro sentidos: histórico, moral, alegórico y anagógico (de elevación o realce). Los autores de emblemas del siglo XVI (Paolo Giovio, Girolamo Ruscelli, Théodore de Beze, etc.) pretendían conscientemente que sus diseños poseyesen otros sentidos además de literal: el alegórico, el tropológico... Alciato usó adagios (en la línea de Erasmo), jeroglíficos egipcios (a los que se atribuía origen divino), las “empresas” (figuras que aluden a propósitos o alardes), medallas conmemorativas, la heráldica..., con este material compuso sus emblemas triples, pues contienen 1) la inscriptio o lema que sirve de título del emblema, 2) la pictura o imágenes alegóricas y 3) la suscriptio, declaración o explicación verbal del sentido del emblema mediante un epigrama. Se interpretaba que la pintura era el cuerpo, mientras los textos del lema y del epigrama aclaratorio representaban el alma del emblema. El libro de Alciato, jurista italiano y poeta, fue traducido a todas las lenguas cultas de Europa en más de ciento cincuenta ediciones durante el siglo XVI y XVII. Sus poemas latinos se inspiraban en la Anthologia graeca. Sus emblemas se pueden dividir en tres categorías: vicios, virtudes y temas misceláneos.

Giordano Bruno, en Degli eroici furori concede especial importancia a los emblemas, junto a ellos introduce sonetos que luego comenta filosóficamente. Constituyen una excelente muestra de esta fértil  dialéctica imagen/palabra, que es propia del pensamiento simbólico, aunque Bruno en sus Furores (obra casi clandestina) describe las figuras verbalmente, a falta de un grabador que las troquelase. Cada figura con su "mote" en latín, explicado por el soneto y el comentario filosófico.

Juan de Mal Lara, Portada de Philosofia vulgar, 1568

El vallisoletano Bernardino Daza Pinciano (1528-1576) tradujo Los Emblemas de Alciato en rimas españolas. El segundo español que se ocupó de ellas fue el filósofo Juan de Mal Lara en su obra principal Philosophia vulgar (Sevilla 1568). Juan Horozco y Covarrubias, que será obispo de Agrigento y Guadix, publicó la primera colección de emblemas impresa en España (Emblemas morales, Segovia: Juan de la Cuesta, 1589). Sebastián Covarrubias Orozco, hermano del anterior y más conocido por su lexicografía (Tesoro de la lengua castellana o española, 1611), publicará otra colección de Emblemas morales en 1610. 

Emblemas morales, Sebastián Orozco Covarrubias, Madrid 1610.
I, 18. SOMBRAS SON DE LA VERDAD
Los anteojos de lunas cuadradas,
de una sola cosa hacen ciento,
todas, tan igualmente pareadas,
que echarle mano, ha de ser a tiento
las falsas opiniones, disfrazadas
al no advertido, sacarán de tiento
representando por verdad constante
la mentira, que engaña al ignorante.


Paolo Giovio enuncia las condiciones de un buena "impresa" o emblema: Justa proporción entre alma y cuerpo; ni tan oscura que necesite ayuda de la Sibila, ni tan clara que la plebe la entienda; ha de ofrecer una "buena vista" dibujando estrellas, soles, lunas, fuegos, agua, árboles, instrumentos, animales extraños y aves fantásticas; se desdeña la figura humana (esto afecta a la "impresa" más que al emblema); el mote o lema ha de estar redactado en una lengua diversa y ha de ser breve, pero no dudoso. 

Gómez de Liaño (op. cit.) afirma que esta insistencia en una relativa obscuridad, "que ha de velar el emblema" es actitud muy común en el Medievo y el Renacimiento respecto al simbolismo poético en general. Dante, Petrarca y Boccaccio, reclaman cierto grado de obscuridad en el símbolo con el objeto de velar el "sobrasenso" y dar así el placer al lector de desnudar el sentido (o los sentidos) de la túnica deleitosa y abigarrada, es placer análogo al que halló san Agustín en la obscuridad figurativa de las Escrituras, cuyo valor, más que lógico o científico es, obviamente, también, alegórico o simbólico. También Averroes propondría una lectura alegórica de las suras del Corán...

La palabra italiana "impresa", que Saavedra Fajardo traducirá por "empresa" significa la acción de emprender, pero también la divisa o emblema asociado con tal o cual acción o gesta. La divisa o empresa simboliza así la determinación, de carácter político, guerrero o amoroso, de llevar a cabo alguna acción. Recuérdese a este respecto la famosa adoptada por el emperador Carlos I con las columnas de Hércules y el lema Plus Ultra. Según Ruscelli, fue Petrarca el primero que empleó la palabra "impresa" para significar el secreto afán del amante, que puede ser significado simbólicamente por la empresa del guerrero que se sacrifica por su patria.

En el barroco, Gracián tomó mucho de la emblemática para su conceptismo moralizante y satírico. El olmo herido por un rayo de A. Machado ahonda sus raíces en el emblema 159 de Alciato, que glosa la amistad imperecedera. “Desde Unamuno a J. A. Valente han sabido encontrar sabia nueva en la lección de los viejos Emblemata” (Aurora Egido). 

Mucho antes que Gracián, en su Silva de varia lección (Sevilla, 1540), el ingenio curioso y erudito de Pedro Mejía se empleó en lo que podríamos llamar "arqueología recreativa" con la interpretación de emblemas y símbolos. El filósofo andaluz nos entretiene e instruye hablándonos de la figura y señal de la cruz, de los símbolos egipcios, de por qué la palma y el laurel son señales de victoria, del uso y significación de los anillos… Por la imagen del buitre –dice- entendían los egipcios la naturaleza, por el gavilán lo que se hace deprisa, por la abeja entendían el Rey, porque ha de tener miel y aguijón, por una culebra con la cola en la boca, el año, porque acaba donde comienza. La cabeza del lobo mostraba el tiempo pasado, porque este animal es olvidadizo; la cabeza del león, el tiempo presente, por su fuerza y poder. El perro, que halaga y lame, por el tiempo venidero, porque siempre nos convida con esperanza. La avaricia, por el puño izquierdo cerrado. El ojo abierto, simboliza el hombre bueno y justo; el oído, la memoria; una liebre con las orejas muy derechas, al memorioso…

Simbolismo y racionalidad

En 1977 el antropólogo francés Dan Sperber se preguntaba si es pre-racional el pensamiento simbólico, si los niños piensan sólo con símbolos antes de usar conceptos abstractos... Para Sperber el pensamiento simbólico es menos caótico e ineficaz de lo que parece, aunque esté más asociado a emociones y menos orientado teleológicamente. Lévi-Bruhl defendió a principios del siglo pasado que el pensamiento racional sería propio del desarrollo tardío de la mente humana, que en su primer estadio toda forma de pensamiento habría sido simbólica. C. Lévi-Strauss se opuso a esta opinión en su famosa obra El pensamiento salvaje (1962).

Según una hipótesis cognitiva, el pensamiento racional sería una explotación mejor ordenada y dirigida del pensamiento simbólico. Sin embargo, a veces lo simbólico parece construirse a partir de un mínimo tratamiento racional previo, y viceversa, aunque es cierto que en ciertos casos el método racional no presupone ningún tratamiento simbólico. El análisis racional requiere mayor grado de ordenación y esfuerzo que el simbólico, pero si no se desarrolla lo suficiente, el pensamiento simbólico toma el relevo.

Me pregunto hasta qué punto la evocación simbólica, tan común en el pensamiento poético, tiene algo que ver con la anamnesis, con la rememoración platónica, aun reduciendo ésta a una condición meramente terrenal. Quien da rienda a su espíritu procede simbólicamente. haciendo gala de su libertad creadora, pues ninguna evocación simbólica es necesaria. Sperber atribuye dos propiedades al simbolismo cultural: su selectividad y su direccionalidad. La cultura occidental, por ejemplo, seleccionó a la serpiente como símbolo del mal, la japonesa usa el blanco como símbolo luctuoso, mientras que occidente prefiere el negro. Ciertos rituales, como sacar en procesión al Cristo de las Aguas, cargan con un propósito expreso (su dirección): acabar con la sequía.

Comunicación y relación simbólica

Puede que los rituales sean el caso más nítido de comunicación simbólica. Los animales raros o las piedras preciosas adquieren por su singularidad o belleza notables valores simbólicos. Semejanza y contigüidad generan evocaciones y relaciones simbólicas: el león con el guerrero, el esqueleto con la muerte, etc. 

La proliferación de símbolos, incluso personales, deliberados, como el pétalo que se guarda en las páginas de un libro en evocación simbólica de un primer beso, es de magnitud infinita, tal vez por eso pueda descartarse de entrada una gramática del simbolismo, es decir, un modelo de simbolismo concebido como un género de lenguaje, máxime cuando cualquier estímulo o imagen puede ser evocadora simbólicamente, esto no quita que ciertas imágenes, como las altas cumbres, el crepúsculo, las olas del mar, no puedan resultar universalmente más evocadoras que otras. Encender un puro con una cerilla evoca simbólicamente menos que encenderlo con un billete de banco...

Cuanto más débil es el grado de atención intelectual, mayor sería el carácter simbólico del pensamiento. La interpretación simbólica posee también una dimensión histórica. Una gallina que canta como un gallo puede despertar la curiosidad de un biólogo o un etólogo contemporáneo, pero no conlleva el significado de anuncio infortunio y calamidad, que era el valor simbólico que le otorgaban al canto de la gallina, como mal agüero, los campesinos europeos de hace unos siglos. 

El espíritu humano es tan maleable y gregario que los seres humanos aceptan sistemas simbólicos perfectamente absurdos, irracionales, porque proporcionan cohesión social y ofrecen consuelo o seguridad. Cuanto más absurdos sean, resultarán más eficaces para separar simbólicamente el "nosotros" del ellos, "los otros", los bárbaros, salvajes, la chusma inhumana, el enemigo, ya que es más improbable que otros compartan un sistema simbólico aberrante. 

Los simbolismos y los valores que comunican son interiorizados en la enseñanza reglada, pero también en las familias, los grupos de amigos y a través de los Mass-Media. Es evidente el valor moral y didáctico de la emblemática al ofrecer ejemplos visuales, imaginativos, de lo que una sociedad determinada entiende por comportamiento correcto.

La evocación e interpretación simbólicas son particularmente creadoras. No están completamente disociadas de lo racional, sino que más bien lo complementan, por lo tanto, el pensamiento simbólico no puede ser considerado ni irracional ni pre-racional.

Hermes Trismegisto y el fuego creador que une las polaridades. 
D. Stolcius von Stolcenberg, Viridarium chymicum, Franfort, 1624.



Emblemática y alquimia

Existe todo un mundo de imágenes profundamente asociadas a la psiquis humana, sepultadas en manuscritos y grabados antiguos. Allí están las "Salas de Los", el profeta de la imaginación, salas repletas de arquetipos y visiones fantásticas, de las que el poeta inglés William Blake (1757-1827) dice que reflejan "todo lo que pasa en la tierra", complejos iconos que cada época puede usar para renovar sus fuerzas recreadoras. El extraño carácter jeroglífico de estas alegorías icónicas nos remite a la legendaria antigüedad de su sabiduría: a Hermes Trismegisto, el patriarca de la mística de la naturaleza y de la alquimia, al que los colonizadores griegos de Egipto identificaron con Thot, dios de la escritura y de la magia, venerado como curandero, igual que Hermes, y como "psicopompos", guía de las almas en los infiernos.

De Hermes, mensajero de los dioses, deriva la hermenéutica, que antes de ser una corriente filosófica contemporánea, fue arte, técnica o ciencia de interpretación de textos, que según el primer libro alquímico escrito en alemán, Libro de la Santísima Trinidad (1415) tiene una cuádruple vertiente: natural, sobrenatural, divina y humana. 

La alquimia nació en el mundo alejandrino y llegó al Occidente cristiano después de pasar por la España musulmana en los siglos XII y XIII. Los ideogramas alquímicos, a través de la mediación de la teosofía de Jacob Boehme, ejercieron una profunda influencia en el romaticismo (Blake, Novalis), en el idealismo alemán (Hegel, Schelling) y en la literatura moderna. 

Los alquimistas cifran sus mensajes oscuros en ideogramas repletos de símbolos de sustancias arcanas, símbolos que fascinaron a C. G. Jung, que leyó en ellos una proyección de procesos psíquicos inconscios, misterios y enigmas representados por figuras con las que se pretende llegar al intelecto por los sentidos. El motivo preferido de esta imaginería criptográfica es el Hermafrodita, el Andrógino, cruce del estímulo sensual con la vindicación del espíritu, que se endereza a la intuición, mejor que a la razón.

Muchos alquimistas como Paracelso esperaban el advenimiento del tertius status, el tercer reino del Espíritu Santo (la "Edad del Espíritu" de Juan Larrea o de Eugenio Trías), culminación de los tiempos profetizada por Joaquín de Fiore (1130-1202), en la que la letra de los textos es sustituida por una comprensión visionaria. 

El Renacimiento tenía de los jeroglíficos egipcios la idea de un código secreto y simbólico, concepción basada sobre todo en el tratado de un egipcio del siglo V llamado Horapolo, cuya obra Hieroglyphica fue ilustrada por Durero estimulando la imaginación de artistas como Bellini, Giorgione, Tiziano o El Bosco. En el Hieroglyphica de Horapolo tiene también su origen la emblemática, las figuras simbólicas acompañadas de un lema y una aclaración de las que hemos hablado, ellas fueron también un vehículo ideal para la propagación de las tesis paradójicas de los alquimistas y sus aforismos.

Ilustración del Libro de Urizen de W. Blake,
representación de la creación demiúrgica del mundo.
El dios de la alquimia se parece más al demiurgo gnóstico que al del Timeo Platónico. Se trata de un dios despótico que está por debajo del verdadero Padre de la luz y la bondad (Deus absconditus). El mundo que crea el demiurgo gnóstico es caótico, tenebroso, desnaturalizado e incompleto, un mundo que la alquimia pretende mejorar por medio del arte, creando un nuevo orden o modificando el existente a fin de que luzca el pleroma en su plenitud, opuesto al kenoma: la vida material del mundo de las apariencias. 

En el Renacimiento la tradición gnóstica rebrotó. Marsilio Ficino (1433-1499), principal representante de la Academia Platónica florentina, traducía en 1463 por orden de Cosme Médicis un compendio de tratados gnóstico-neoplatónicos de los primeros siglos del cristianismo, compendio atribuido a Hermes, "el tres veces grande", bajo el título de "Corpus Hermeticum", que influyó en el humanismo bajo la creencia de que existía una prisca sapientia de espíritu cristiano, a la que ni siquiera era ajena la cábala hebrea. El hombre del Corpus Hermético participa, como el homo-microcosmos de Pico della Mirandola, del genio creador de Dios, tal es su dignidad.



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