sábado, 19 de noviembre de 2022

PENSAR LO DIVINO

 

Fantasía plotiniana, JBL, 1988.

Pregunta: ¿Crees que el debate sobre la existencia o no existencia de Dios es infructuoso? ¿Por qué sí o por qué no?

En su Examen de ingenios para las ciencias (Baeza, 1575) Juan Huarte de San Juan explica cómo nuestra imaginación y nuestro entendimiento, facultades del Ingenio o talento creativo propiamente humano, poseen intimidad con la libertad, contribuyendo así muy decisivamente a la formación del carácter moral, es decir, de lo que hacemos con nosotros mismos eligiendo.

La facultad imaginativa, en efecto, es libre de imaginar lo que quisiere, por ejemplo la idea de una sociedad justa o de un ser perfecto. Kant habla de la «espontaneidad de la imaginación productiva», pero no la separa tan claramente del entendimiento como Huarte, al suponer que es «un efecto del entendimiento sobre la sensibili­dad». Por tanto -piensa Huarte-, de las acciones de esta potencia, de la imagina­ción depende que fortalezcamos la racionalidad o la irascibilidad de nuestro ánimo y 

"Así estando en nuestra elección fortificar (con la imaginati­va) la potencia que quisiéremos, con razón somos premiados cuando fortificamos la racional y debilitamos la irascible, y con justa causa somos culpados cuando fortificamos la irascible y debilitamos la racional. De aquí se entiende claramente con cuánta razón encomiendan los filósofos morales la meditación y consideración de las cosas divinas; pues con sola ella adquirimos el temperamento que el alma racional ha menester, y debilitamos la porción inferior" (Examen de ingenios, edición de 1594, V.).

¿Hasta qué punto estas palabras de Huarte abren el camino al deísmo ilustrado? Esta cuestión es difícil de respon­der. Pero que las cosas divinas sean objeto de la imaginación parece implicar que no puedan serlo de la actividad sensible, que no son hechos del mundo. Sólo el fanático ve a Dios. De todos modos, si Dios no existe como hecho sen­sible, hay que pensar­lo como objeto ima­ginario, hay que ingeniarlo, hay que inventar­lo como ideal de perfección posible

Kant considera a Dios un supuesto imprescindible de la moralidad o, dicho más abstractamente, un postulado básico para  el uso de la razón ético-práctica. Dios es así un fin de fines, un principio de esperanza en que convergen, en el infinito, justicia y felicidad, el reino de la naturaleza y el de la gracia, la virtud y la alegría que cada excelencia merece. También es posible, desde luego, pensar a Dios como un Demiurgo cruel (Sade) imitando su poder para hacer el mal. Por tanto no sólo la idea de Dios es formalmente relevante moralmente, sino que también cuenta el modo en que pensamos su contenido y sus notas o atributos (uno, bueno, bello, justo, etc.) 

Luz interior, JBL 2022.

Esto es lo que podría deducirse del análisis del Examen de Huarte, con tal de que uno renuncie a ver en la Palabra Revelada una noticia sensible y sustituya la teología del libro por la teodicea de la razón o justificación del Ideal de la razón pura en su uso moral. La pertinen­cia ética de las ideas acerca de lo divino pende ahora de la potencia trascendente de una imaginación entendida o de un entendimiento imaginante, de sus poderes anticipadores, cuyo cuidado es la atención que debe elevar el espíritu hacia las cosas mejores, cosas que son propia o relativamente: inven­cio­nes, engendros, especies, ideales suyos, ilusiones racionales o "sueños de la razón". 

No cabe racionalmente desdeñar el hecho de que tales ideales operan como tónicos de la voluntad y estímulos del yo ejecutivo. Por consiguiente, la idea de lo divino o la noción de lo perfecto resulta moralmente relevante como horizonte de autorrealización y de elevación de los espíritus para la generación de acciones convenientes y correctas.

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