Puentes de palabras
“¿No son las palabras y los sonidos los arco iris y
los puentes de ilusión
tendidos entre los seres por siempre separados?”
Nietzsche. Así hablaba Zaratustra.[1]
Dios creó el
mundo de la nada. Sólo un dios que es algo y lo puede todo (omnipotente) crea ¡desde la nada! Para el ser humano resulta imposible sacar conejos de
una chistera vacía; si ello fuera posible, no habría hambre en el mundo. No
cabe duda, el conejo que surge del sombrero del mago ya estaba ahí, sólo que
nos había pasado desapercibido. El Sumo Hacedor no nos programó creadores, pero a cambio nos hizo “nomencladores”, es decir, nos concedió el poder de inventar o descubrir nombres para y de las cosas, una capacidad que daría lugar y forma con el tiempo a más poderes extraordinarios, pues
haría del humano inventor y transformador: arte, técnica, ciencia, teatro,
democracia… El lenguaje humaniza, civiliza, en él se forja la humanidad.